
La Argentina fue para John Ellis tierra de atractiva encrucijada: acá coincidieron el viaje profesional y la curiosidad privada. Por su trabajo como realizador de programas y de documentales para la BBC y el Chanel 4 de Inglaterra fue uno de los invitados a participar en el Encuentro sobre Televisión de Calidad que a principios de este mes organizaron las fundaciones Antorchas, MacArthur y Rockefeller en el Museo Nacional de Bellas Artes. Hasta allí la profesión.
Al final del encuentro, John E. hizo su viaje privado a Rosario, donde iba en busca de datos acerca de los años de juventud de Dudley Coward, padre de su mujer y director de un colegio inglés-rosarino en la década del treinta. Más que el deber de buen yerno lo animaba, dijo, la felicidad con la que siempre había oído hablar de esos años argentinos.
Además de este viaje, por trabajo ha hecho muchos otros que también le han generado placer y distracciones.
Tal vez por eso, cuando se trata de hablar de un lugar querido, haya elegido Whitstable, un pueblo costero que le permite huir de Londres y de las obligaciones todos los fines de semana.
Vida de pueblo
"Si bien hace sólo un año que compramos una casa ahí, yo conozco Whitstable desde hace mucho, desde mis comienzos, cuando daba clases en la Universidad de Kent, con sede en Canterbury, la gran ciudad que tiene al lado, hacia el Sur, y que lo preserva como lugar tranquilo. Por otra parte, está apenas a una hora y quince minutos de tren desde Londres, con lo cual esos dos centros acaparan todos los tics ciudadanos y dejan a Whitstable tranquilamente sumido en su vida pueblerina.
"Que yo adoro: ahí, por ejemplo, no se ha instalado ninguna de las grandes tiendas ni de los grandes supermercados, con lo cual uno todavía puede ir hasta el negocio del electricista, el del verdulero, el del almacenero. ¡E incluso hasta reconocerlos!" "El pueblo que sigue siendo pueblo tiene otro atractivo: esa pátina de decadencia que queda después de algún período de esplendor y que sólo algunos lugares saben transformar en encanto. Hace cien años -dice John E.-, Whitstable era un puerto próspero, dedicado a la pesca y al comercio de las ostras, que se empaquetaban y se enviaban a Londres para ser exportadas. Entonces las ostras eran un plato popular y todavía no se había decretado la desconfianza sobre los moluscos sajones que con el tiempo obligó a los ingleses a importarlos desde Francia.
"Las casas que están junto al mar son de esa época, cuando casi todo el pueblo estaba ligado a la pesca y al comercio de las Whitstable native oysters , el tipo especial que sólo se encuentra allí. Son casas típicas de pescadores, de madera, simples de diseño, relativamente nuevas para nosotros, son construcciones que no tienen mucho más de cien años.
"Mi casa es una de ellas, y tiene una espléndida vista de los atardeceres, que son casi una paradoja en un lugar que mira a la costa este. Ocurre que, como está ubicado en la bahía, todo el pueblo en realidad da la espalda al Este y mira hacia el punto en el que se pone el sol.
"Al lado de mi casa está el Old Neptune, un pub con mucha madera y con una dueña omnicomprensiva que entre la lista de precios y los anuncios publicitarios ha colocado un cartel que dice: Si ustedes venden drogas aquí, yo pierdo mi licencia ."
La vieja dama
El piso del Old Neptune está todo ondulado por la inundación que hace treinta años dejó a todo el pueblo bajo el agua. Otro vestigio de esa misma catástrofe natural es el muro de piedra que, desde entonces, bordea toda la costa y protege a las casas del mar. Dice John E. que su vecino compró la casa con un slogan que la anterior propietaria también armó a partir de la inundación.
"La dueña, una de esas old ladies que siempre aparecen en las películas con voz cascada, lo convenció porque le dijo que su casa tenía un gran atributo: le mostró que cuando llueve, toda el agua de su casa entraba por la puerta delantera y salía como una ráfaga por la trasera. En cambio, le señaló con displicencia y secreto, en todas esas casas que se veían desde esa misma ventana, el agua entraba y se quedaba adentro por lo menos durante dos semanas."
Celebridades
Más allá de la bonanza del período de las ostras, Whitstable también conoció otras formas del esplendor.
Dice John E. que Turner pintó muchos de los atardeceres que él tanto admira, y que incluso sabe que en una de esas casas frente al mar vivía la amante del artista inglés, aunque no sabría decir exactamente en cuál.
"También Charles Dickens tuvo su casa allí, y todavía se mantiene. Se llama Bleak House, el mismo título de esa novela suya que primero se publicó en series y que muchos consideran la mejor de todas las que ha escrito. Y en este caso, todos en el pueblo sabemos con detalle cuál es la casa en la que vivía la amante de Dickens.
"Hoy, aunque los nombres no sean tan rimbombantes, hay mucha gente interesante que vive ahí, sobre todo actores y actrices que no son muy famosos: Whitstable está cerca de Londres, pero todo sale la mitad. Peter Cushing es, dentro del mundo del espectáculo, el único habitante del pueblo al que se le ha reconocido gran fama: un actor que fue estrella de casi todos los films británicos de horror que se hicieron durante la década del cincuenta."
Al fin solo
Hay un único lugar que no responde a todo lo dicho de Whitstable -las identidades de los pueblos también son contradictorias-; se trata de The Oyster House, un restaurante caro y famoso que funciona en lo que fueron los galpones donde a fines del siglo pasado se empacaban los envíos de ostras y se organizaban los envíos a Londres.
En el piso de arriba del restaurante funciona un cine en el que proyectan películas recién estrenadas y también ciclos caprichosos, interesantes.
Dice John E. que hay que reconocer que lo mejor de ese cine es el momento en que termina la función de la tarde y levantan la pantalla, porque allá atrás se ve toda la costa justo en el momento en que se pone el sol.
"La costa en sí es un atractivo: hay mucha diferencia entre mareas, y eso la hace interminable. Me gusta también que no sea de arena, que sea puro canto rodado. Y las construcciones de madera que hay sobre la playa, donde uno puede resguardarse del sol durante el día, pero jamás dormir durante la noche. Uno de los pasatiempos favoritos de los chicos del lugar es prenderles fuego."
Entre los pasatiempos de John Ellis están las caminatas por la playa, porque la costa de Whitstable sería la delicia de cualquier ornitólogo, hay una variedad infinita de pájaros marinos; o los paseos por las calles Regency y Oxford, porque Whitstable es de los pocos pueblos ingleses que se han atrevido a compartir los nombres de sus calles principales con Londres.
Con sorpresa y espanto, John E. dice que no, que él no hace surf, que jamás podría hacer una cosa así. Que fundamentalmente sigue caminando y se dedica al descanso, esa especie en extinción.
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