

Viajé a Los Angeles a principios de agosto por un congreso médico y decidí conocer y descansar unos días en Hawai. No fue fácil decidir qué isla visitar; iba a viajar sola, no quería alquilar auto, quería un mar que no tuviera grandes olas (no era mi plan surfear), pero no tenía idea de cómo elegir adónde ir.
Busqué y busqué en Internet, leí los comentarios de viajeros en diferentes blogs y descubrí... Kailua.
Imposible no quedarse atrapado con las primeras imágenes que vi de ese lugar: una playa de aguas cristalinas color turquesa y arenas blancas. Montañas e islas volcánicas por donde se mire. Y la ciudad: bella, con chalets y verde por donde sea. Llena de flores.
Se ofrecían servicios de ómnibus regulares para recorrer toda la isla de Oahu. "Perfecto, éste es el lugar." En Kailua no hay hoteles. Pero encontré una lista de bed and breaksfast que ofrecían un servicio tentador y a menor precio que los enormes y fríos hoteles-condominios de Maui. Y busqué uno que me pareció el más adecuado, reservé mi estudio, compré mi boleto LA a Honolulu y, finalizado mi meeting, partí al paraíso.
Fue tal cual o aún más hermoso de lo que imaginaba. La ciudad, llena de verde y olía a flores. La gente era amable y educada. Mi estudio muy acogedor, superconfortable, con dos jardines llenos de plantas exóticas (¡mi jardín tenía orquídeas!) Y la playa fue de las más bellas que vi en la vida.
Pude recorrer parte de la isla en mi corta estada en el espectacular servicio de ómnibus que ofrecen y, además de disfrutar del mar desde arriba, lo sentí desde abajo, haciendo snorkel en Hanama Bay, entre peces de increíbles colores y arrecifes.
Entendí entonces por qué Obama, que conoce Hawai, elige este lugar para tomarse vacaciones.
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