DURBAN, Sudáfrica.- Un viaje por el interior de la provincia KwaZulu-Natal depara un encuentro con la naturaleza y las típicas costumbres de los nativos. Parecería que la aldea zulú Ecabazini, escondida en un valle rodeado de cañaverales, estuviese resguardada de todo cambio hacia la modernidad. De frente a la bahía Albert Falls, las chozas están rodeadas por un muro de ramas y troncos, y por dentro el pasto se ve tan corto y parejo como si una máquina podadora pasara cada mañana.
Había cuatro grandes chozas, muy similares a colmenas; en el medio un grupo de vacas apiñadas, y en hilera sus habitantes nos recibieron cantando, ataviados con ropas de vivos colores, sombreros, pieles y tobilleras de caracoles que sonaban a cada paso. Al comienzo no sabíamos cómo saludarlos, si sonreír, inclinar la cabeza, mostrar la palma de la mano, decir hola en inglés o qué... pero la sonrisa fue el mejor código amistoso. Luego se oyeron gritos parecidos al relinchar de un caballo. Increíblemente, eran tres mujeres que festejaban nuestra visita mientras se paseaban por el parque apoyándose sobre un paraguas de madera.
De inmediato, un hombre blanco vestido de guerrero zulú, llamado Dave, se presentó ante el grupo de invitados advirtiendo que en realidad su gente no vivía allí, que Ecabazini es una auténtica aldea zulú, exclusiva para los turistas, pensada para que se puedan experimentar sus costumbres y hasta pasar la noche sin perturbar la privacidad de sus hogares.
Mientras que el misterioso guía mostraba la calidad de las chozas, resistentes a las tormentas y los fuertes vientos, con capacidad para conservar la calidez de todo hogar, los jóvenes zulúes habían prendido fuego para hacer un asado.
Nos acomodaron en la colmena principal y, en ronda, esperamos el almuerzo sentados a lo indio sobre unas esterillas. Pronto pasó de mano en mano una vasija de madera, de boca pequeña, que contenía vino frutado. La idea era beber directamente del jarro como en una especie de comunión. La carne, que era vacuna, llegó en bandejas largas y Dave se encargó de cortarla en pedacitos y servir los condimentos. A falta de cubiertos, comimos con las manos, previamente enjuagadas en una tina de agua. Luego se escuchó un ruido a cacerolas y el vapor de la comida invadió la choza. Era el segundo menú, a cargo de las mujeres, que se componía de puré de papas, zapallo, una pasta de porotos, presas de pollo y una papa muy blanca, consistente y dulce.
Los anfitriones estaban atentos a nuestras necesidades y nos miraban la ropa con curiosidad, como si fuesen exóticas o tuviesen algo especial. Tanto que una mujer zulú mostraba con orgullo entre sus collares típicos una remera con la inscripción Texas en letras amarillas. Es difícil establecer un contacto con ellos fuera de lo visual, ya que no hablan inglés y se mantienen distantes. Los chicos, en cambio, ya acostumbrados a los turistas juegan cerca de sus madres sin advertir la presencia de extraños. Las miradas se cruzaban tímidamente, excepto la de un fotógrafo confiado, que buscaba su mejor toma. Mientras tanto, un niño de unos 7 años, de ojos tiernos y lleno de collares, que llevaba a su hermanito apoyado sobre su cadera, registraba todo el movimiento en silencio, sin perder detalle y sonreía sólo a quienes le resultaban agradables.
La herencia cultural
En las comunidades zulúes, los hombres pueden tener hasta siete esposas, si su situación económica lo permite. Deben pagar por ellas y ser el sostén de la familia. Ellos se cubren con cueros de vaca y pieles que coronan sus cabezas. Las mujeres solteras llevan el cabello muy corto, el torso desnudo y faldas de toalla ceñidas por un cinturón de lazos coloridos. Las casadas lucen un sombrero rojo que se abre hacia arriba como una copa, usan remeras, faldas largas negras, pulseras plateadas hasta los codos y cinturones de mostacillas en alegres combinaciones.
Como broche final de la visita, un tambor comenzó a sonar con firmeza y voces femeninas se quebraron anunciando una vibrante danza tribal. Las mujeres levantaban una pierna hacia lo alto para clavarla luego al piso, descalzas. Las faldas negras, por su material, se inflaban y le daban mayor gracia a sus movimientos. No son mujeres delgadas, sino macizas, fuertes y enérgicas. El tambor cambió de manos por un instante y un joven comenzó a bailar sacudiéndose salvajemente, torciendo su cuerpo como si invocara a su dios en cada movimiento.
El reino zulú
Por su diversidad de influencias culturales, KwaZulu-Natal se considera como la provincia sudafricana más heterogénea. Africanos, asiáticos y europeos, con creencias, identidades y estilos de vida completamente diferentes, comparten sus tierras.
Inevitablemente, durante los últimos dos siglos hubo conflictos y luchas encarnizadas; pero con la llegada de la democracia, en 1994, comenzaron a tolerarse y colaborar entre sí. Se estima que los nativos viven desde hace 10 mil años en KwaZulu Natal. Una fuerte evidencia sugiere que el hombre moderno, homo sapiens, se ha originado en el sur de Africa y numerosos sitios arqueológicos muestran señales de su ocupación desde hace 150 mil años. El hombre de la Edad de Hierro temprana vivió en KwaZulu muy poco tiempo después del nacimiento de Cristo.
El rey Shaka fue el fundador de la comunidad zulú, e integró a clanes y tribus en una nación mediante las conquistas militares y la diplomacia a principios del siglo XIX. Gobernó las tierras entre la actual Mozambique y hasta Colonia del Cabo, en el Sur. Sus sucesores, los reyes Dingane, Mpande y Cetshwayo, construyeron un reino que dejó su huella en Africa y en el mundo. Los zulúes lucharon contra los bóers, de extracción francesa y holandesa, y el hijo de Mpande, Cetshwayo, tuvo que enfrentar a los británicos cuando éstos quisieron ampliar su dominio. El 22 de enero de 1879 los guerreros zulúes liquidaron a un ejército de 1200 hombres, pero el 4 de julio de ese mismo año los ingleses los derrotaron en la batalla de Ulundi. De esta manera, la contienda acabó con el reinado y la independencia zulú. Pronto Zululand fue anexada por los ingleses y convertida en parte de la colonia de Natal. En 1994, cuando por primera vez votaron todas las razas, la provincia de KwaZulu y Natal fueron integradas.
Hoy, los zulúes constituyen un importante grupo en la provincia. Tradicionalmente, pastorean ganado vacuno y en las zonas rurales remotas conservan ese estilo de vida. Son famosos por la vibrante danza de los jóvenes guerreros, y las mayores fiestas son celebradas con elaborados y coloridos rituales. Las religiones tradicionales todavía se practican, al igual que su medicina; y los profetas, conocidos como ságomas, juegan un rol cultural y religioso trascendental.
Datos útiles
Excursiones
Una visita a las montañas Drakensberg toma un día entero. Son las más altas de Africa, y se pueden contratar excursiones en 4x4 y realizar turismo aventura.
Visitar las comunidades zulúes puede ser el motivo principal del viaje. Aunque sean de carácter turístico, permiten apreciar su herencia cultural a través de las vestimentas, los cantos, las danzas y la gastronomía. Es posible pasar la noche en sus auténticas chozas, con las comodidades de un hotel. Los baños tienen agua caliente y son impecables.
También, a menos de 100 km de Durban, es posible realizar un safari fotográfico. En la reserva Game Valley, a corta distancia del pueblo Pietermaritzburg, hay jirafas, rinocerontes, búfalos, antílopes, cebras y más de 370 especies de pájaros conviviendo armoniosamente. Puentes de madera que cruzan rápidos, cascadas y suaves colinas arboladas enmarcan un escenario salvaje y fascinante. Para ir de visita hay que hacer reservas anticipadas, dado que se celebran recepciones y casamientos.
Tienen instalaciones para almorzar o tomar el té. En Game Valley también es posible alojarse en sus confortables cabañas, equipadas con teléfono, minibar y televisión. Cuentan con canchas de tenis y una piscina. Un aviso asegura que están libres de malaria. Otro paseo imperdible es el del Victoria St. Market, más conocido como el mercado indio. Venden tallas de madera zulúes, especias, joyas e incienso.
Un city tour es aconsejable para conocer la historia de la ciudad, el puerto, los ingenios azucareros y el Jardín Botánico.
En el centro hay museos de arte africano, librerías y comercios. Los domingos funciona una feria de pulgas.
Hamba Kalhe, una agencia receptiva organiza todas estas excursiones. Tel.: 27-31-3055586. Fax: 27-31-3055576.
Clima
KwaZulu-Natal tiene veranos calurosos e inviernos sumamente agradables. En junio, la temperatura no baja de los 20º C. No sucede lo mismo en Midlands, en el interior norteño y en Drakensberg, que es extremadamente frío en invierno, con nevadas ocasionales.
Moneda
Rand. Un dólar equivale a 4,8 rands.
Impuestos
Por la compra de productos y servicios hay un porcentaje de recargo. Sin embargo, los turistas que presenten en el aeropuerto facturas de un monto superior a los 250 rands, pueden reclamar la devolución del impuesto.
Advertencias
La malaria afecta algunas regiones del norte de la provincia KwaZulu-Natal, especialmente en la costa de Zululand y Maputaland, en la zona que limita con Mozambique y Swazilandia. Se aconseja tomar precauciones si se visitan esas áreas, especialmente cuando hace mucho calor. Visite a su médico con antelación.
Para mayor información
South African Tourism Board -442 Rigel Av. South.- Erasmusrand 0181 - Private Bag x164 - Pretoria 0001- Tel.: 27 12 347 0600. Fax: 27 12 45 4889.
Tourism Durban - Tourism Junction - 160 Pine Street, PO Box 1044 , Durban - Sudáfrica. Tel.: 27- 31- 304-4934. Fax: 27- 31 304-6196.
Drakensberg Tourism Associaton. Tel.: 36-448 1557. Fax: 36-448-1088.
En Internet: www.tourism-kzn.org y www.durban.org.za/
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