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 • HISTORICO

La buena vida, en los Hamptons

Los pequeños poblados junto a las playas de Long Island, refugio de la élite neoyorquina y de quien se le quiera acercar




SOUTHAMPTON.- Pocos lugares despiertan tanta excitación en el imaginario popular de la costa este americana como los Hamptons, una colección de pueblitos (East Hampton, Bridgehampton, Southampton, Montauk, Sag Harbour...) en el borde de Long Island.
Todavía una buena parte de ellos son reservas indígenas y plantaciones de papas subvencionadas. Pero entre mayo y octubre, de las páginas de The New York Times a las de las revistas del corazón irrumpe una catarata de historias hamptonianas sin las cuales no puede decirse que explotó el verano. Las más populares son sobre las casas que, incluso en años de crisis, salen a la venta por más de 300 millones de dólares. Luego están las fiestas -toda celebrity o socialite que se precie tiene que aparecer en los numerosos eventos de caridad- y, por supuesto, los problemas en las discos: nadie puede olvidar cuando la RR.PP. Lizzie Grubman estrelló su todoterreno contra las masas que esperaban a la puerta de un boliche furiosa porque los encargados de seguridad le pidieron que moviera su vehículo.
Pero los Hamptons son más que cualquier estereotipo. Allí, la élite más WASP del país en sus casas de madera del siglo XVIII con canchas de tenis de pasto se mezcla con los cantantes de rap que tienen mansiones con grifería en oro y esculturas en mármol de las cocheras; están los jóvenes neoyorquinos que, con sus primeros sueldos, alquilan casas entre más de veinte personas y pasan cada fin de semana en un sopor de fiestas, pizza y cerveza al borde de la pileta (de pisar la playa, ni hablar). Están los viejos bohemios, pintores y artistas que fueron quienes originariamente dieron vida a los Hamptons ya desde 1920, y quedaron atrincherados muchas veces en enclaves de Shelter Island o Sag Harbour.
Y está el eurotrash , literalmente eurobasura, como los americanos llaman a los europeos chic (sobre todo italianos y franceses, algún austríaco o escandinavo) que llegan a la playa con camisa en vez de camiseta, alpargatas y mocasines en vez de ojotas, que bailan tecno ibizenco en vez de hip hop y se niegan a comer a las 6 de la tarde.
También están los argentinos que viven en Manhattan. En general favorecen, dentro de los Hamptons, los enclaves más tranquilos y familiares como el balneario de Quogue, o están en las zonas cercanas a las canchas de polo de Bridgehampton, donde los que trabajan en los distintos escalafones de la industria se ubican cerca de sus patrones americanos. Y, dada la sagrada institución del asado dominguero, todos siempre tienen cantidad de amigos de visita, con lo cual, por las Main Streets de los pueblos, escuchar el che ya no sorprende.
A lo largo de todos los Hamptons hay ciertas máximas. Prácticamente no hay hoteles, así que las dos preguntas clave que se hacen de manera más o menos solapada dos extraños cuando se conocen son Do you rent or do you own? (si se es dueño de casa o se alquila) y si la casa es North or South of the highway? (al norte o al sur de la autopista).
La autopista en realidad es simplemente la ruta principal que al atravesar los pueblos se convierte en la calle comercial. Pero hacia el sur de ésta está el océano, y las grandes mansiones que acompañan (y el mito de que hay un microclima que garantiza buen tiempo y falta de mosquitos).
Southampton Town
Más allá de esto, cada cual tiene su Hampton preferido. El de esta redactora es Southampton. ¿Razones? Es el más viejo (fundado en 1640 fue la primera colonia inglesa en el estado de Nueva York), y el pequeño centro cívico y comercial (llamado Southampton Village, para diferenciarlo del resto que es Southampton Town o Southampton a secas), tiene mucha personalidad. Las pequeñas casas donde viven los dentistas y maestros de escuela de la zona son centenarias y llenas de encanto. En la rival East Hampton, la avenida principal, ancha y llena de negocios de lujo, fue rebautizada Rodeo Drive. En Southampton hay boutiques de marcas conocidas, por supuesto, pero están más mezcladas con tienditas locales.
Extensas playas y mansiones, dos rasgos de los Hamptons

Extensas playas y mansiones, dos rasgos de los Hamptons

El tenis es religión y a la mañana se ve el pueblo lleno de gente de impecable blanco, camino a o de vuelta de algún partido en los clubes o las canchas particulares o en las canchas de las escuelas públicas, que cualquiera puede usar gratis. ¿Se olvidó las pelotas? El secreto que comparten los argentinos es que los tachos de las chanchas están vacíos, salvo por tubos completos que los americanos tiran después de tan sólo un uso.
Luego, la costa es muy parecida a la uruguaya así que uno puede sentirse que conoce las olas más que en otros lados. En Southampton también está la que, en 2010, fue votada mejor playa de Estados Unidos, Coopers Beach. Es de las pocas que tiene estacionamiento pago para cualquier auto. Es caro, 40 dólares diarios, pero en la mayor parte de las otras playas hay que mostrar que se tiene o alquila casa en la zona para poder estacionar cerca, así que para el visitante ocasional es un dato fundamental.
Comer y dormir
Después está el tema gastronómico. Southamptons tiene Fellingham's, el pub irlandés económico más adorable donde comer una hamburguesa perfecta y ver en su tele béisbol, fútbol americano y demás deportes made in USA con reglas inentendibles mientras se toma una cerveza (y si uno va con bebes, Millie, su dueña, personalmente los entretiene con morisquetas). Está también La Parmigiana, donde de un plato de pasta comen tres o cuatro (y la ensalada viene gratis), y la Paglia e'Fieno es insuperable y nunca acaba. El lugar para ver y ser visto es Tutto il Giorno, de la hija de Donna Karan. Y la comida formal más exquisita, así como el espresso y la pâtisserie made in Milá n con la cual desayunar sintiéndose cerca del lago Cuomo está en St Ambroeus. En el fondo y en el exterior están las mesas, pero la verdadera acción está en el bar, donde a la usanza italiana se toma el café o bellini de la tarde siempre parado. Los camareros dominicanos son simpatiquísimos y los otros días estaba Tom Wolfe.
Para alojarse, el bed and breakfast Main Stay es adorable, decorado como la típica casa de Nueva Inglaterra y atendido por Elizabeth, su dueña que siempre pone galletitas y limonada para los huéspedes, que pagan entre 325 y 625 dólares la noche. La elegantisima The 1907 House, en pleno corazon de Southampton Village, tiene una ubicación inmejorable, a 195 y 675 dólares la habitación.
El único problema serio con Southampton es ir y volver desde Manhattan, ya sea en auto, en tren o en bus (el servicio es lento y malo). Y aunque se tuviera un amigo millonario para que lo lleve en avión privado, a diferencia de East Hampton, no tiene aeropuerto. En hora y día picos, se tarda en auto de tres horas... al infinito.
Southampton es un pedacito de paraíso cerca de Manhattan. Y dicen los veteranos de la zona que el hecho de que la ida y vuelta, en cambio, esté tanto más cerca del infierno (literalmente se avanza a paso de hombre en la autopista con 40°C con humedad y con caño de escape ajeno en la cara) es, un poco, lo que ha permitido que se mantenga con la gracia de un balneario alejado a pesar de estar tan cerca de la Gran Manzana.

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