
La búsqueda del tesoro, globalizada
Son miles los cazadores adeptos a este juego llamado geocaching; en la Argentina hay 32 escondites con recompensa
26 de marzo de 2006

Internet y la tecnología de navegación satelital han logrado que la tradicional búsqueda del tesoro sea ahora un juego planetario. Ya no se practica sólo entre amigos.
Miles de personas dejan los artículos que otros deberán encontrar si se suman a la diversión. Toman las coordenadas con sus navegadores satelitales (GPS), algunas imágenes con sus cámaras digitales. Dejan las claves y las instrucciones en un sitio en Internet. Otros miles aceptan el desafío y, GPS en mano, buscan. Si tienen éxito, dejarán su testimonio en el lugar, se llevarán un recuerdo, agregarán algo y lo reportarán en la misma página de Internet.
La página es www.geocaching.com . Para jugar hay que registrarse y es gratis. El lema del sitio es esclarecedor: El único deporte donde usted es la máquina de búsqueda. Y es un entretenimiento ideal en vacaciones.
Hasta en un submarino
Hay escondites en las ciudades, en sitios apartados, en la Antártida y hasta dentro de un submarino nuclear soviétido desactivado y anclado en Rhode Island, Estados Unidos.
Lo que se deja es un cache, que en inglés refiere a un sitio escondido para almacenar cosas. Una traducción posible a geocache es geoescondite. Como los navegadores satelitales de mano tienen, en general, un margen de error mínimo de tres metros, aunque el cazador tenga las coordenadas exactas deberá que ingeniárselas para buscar.
En la Argentina el número de adeptos está creciendo. Hay al menos 32 caches en diversos puntos del país, colocados por 19 usuarios.
Hasta agosto último había otras clases de caches permitidos. Uno era del tipo de panorama. No había tesoro oculto, sino unas referencias para llegar a un sitio que valía la pena ver, en general por su vista. Eran los del tipo monumental cache y había tantos que se los destinó a otro sitio. Quedan en geocaching.com sólo los viejos, que no fueron mudados al nuevo sitio. Dos están en la Argentina. En una plaza de esta capital y cerca del cerro Aconcagua.
De los que contienen tesoros los hay en Villa General Belgrano, Córdoba; en la Pampa del Leoncito, San Juan; cerca de La Crucecita y en Vallecitos, Mendoza, y también en Palermo, Puerto Madero y Tigre.
El sitio ofrece una guía sobre cómo hacer para salir a cazar un escondite y otra sobre cómo crear uno nuevo y dejar el tesoro. Además, se deja un texto explicativo en el escondite para recibir a los buscadores y también a quienes pudieran encontrarlo por accidente. Se puede imprimir en 21 idiomas, lo que incluye por supuesto el inglés y español, pero también el japonés, chino, turco, hebreo y vietnamita, entre otros.
Pero, ¿cómo es el tesoro? Hay de tamaños variables. Como mínimo se debe elegir un envase que permita guardar un mensaje para quienes lo encuentren y algo con qué escribir, para que quienes tengan éxito en la búsqueda puedan dejar su testimonio. Un contenedor plástico de rollos de película fotográfica de 35 milímetros es más o menos el mínimo indispensable.
Bichos viajeros
Envases más grandes, como frascos plásticos con tapa a rosca, son ideales para dejar artículos que puedan ser llevados como testimonio y para que los exitosos dejen también algún recuerdo. Es mala idea y está desaconsejado dejar alimentos, ya que pueden descomponerse y arruinar el contenido o atraer animales que destruyan el cache.
Lo que tiene más onda es dejar algunos muñequitos u objetos con marcas identificables, con un número otorgado por el sitio, que permite rastrearlos. Son dos plaquitas como las que usan los soldados para identificarse. En caso de encontrarlos, hay que usar ese número para reportar el hallazgo en el sitio y agregar una pequeña historia del descubrimiento. Luego hay que dejarlo en otro escondite. Algunos de estos objetos, denominados travel bug o bicho viajero, tienen una meta, como cruzar Estados Unidos de Este a Oeste, y quienes los encuentran deben colaborar en que lo logre. Son como unos viajeros a dedo.
Las marcas de travel bug son vendidas en el sitio y cuestan US$ 5,99 cada una. Varios escondites reportados en el país tienen bichos viajeros. Hace pocos días unos alemanes dejaron una moneda trackeable por Internet en el geocache ubicado en la cruz de Paramillos, Mendoza. La pieza ha recorrido muchos kilómetros. Los alemanes la trajeron de un escondite en Australia.
La etiqueta del buen jugador
Las normas del juego, que existen, determinan que no deben dejarse tesoros dentro de propiedades privadas. Y si se trata de lugares donde hay que pagar entrada, hay que aclararlo.
Cuando un usuario reporta un nuevo escondite, desde el sitio se verifica la consistencia de los datos y sólo entonces se lo publica. Y puede que la publicación se suspenda o sea dada de baja si otros usuarios reportan que se infringieron normas o que el cache desapareció.
Se pide a quien deja tesoros que los visite para controlar que siguen en su sitio, y que les haga cierto mantenimiento. Por eso se desaconseja dejarlos lejos del hogar.
No siempre se cumple. Hay por ejemplo uno en el Tigre, dejado el 6 de octubre por un usuario que parece ser norteamericano. Fue visitado por última vez en noviembre por un buscador que vive en Oregon, Estados Unidos, y que aprovechó para entretenerse buscando tesoros al quedar varado en esta ciudad por una huelga de personal de Aerolíneas Argentinas.
SEGUIR LEYENDO


Lanzamos Wellmess, el primer juego de cartas de OHLALÁ!: conocé cómo jugarlo
por Redacción OHLALÁ!

Gala del Met: los 15 looks más impactantes de la historia
por Romina Salusso

Kaizen: el método japonés que te ayuda a conseguir lo que te propongas
por Mariana Copland

Deco: una diseñadora nos cuenta cómo remodeló su casa de Manzanares
por Soledad Avaca Cuenca
