
Anoche vino Nicolás y hablamos del tema de la casa.
Una que vez que estuvo convencido de que no, no iba a pasar nada conmigo (anoche aunque sea), se sentó a hablar.
Le dije lo que había estado pensando en los últimos días, y le pareció bien.
Me dijo que el renunciaba a su parte. Así, como quien dice "terminate todo el helado vos".
Me shockeó.
Lo cierto es que la familia de Nicolás está posicionada, como decirlo, 10.000 escalones más arriba en la escala económica que la mía, y eso es un gran respaldo para él.
Por carácter transitivo, también para mis hijos, pero sí, lo cierto es que tenés la mitad (o lo que sea que sobre) de la plata de la venta como backup es un alivio tan grande que casi lloro.
Le dije que entonces, él se quedara con la plata del auto. Me dijo que en todo caso, ahora la usáramos los dos y que luego de la venta de la casa se la devolvía. Fair enough.
Y luego se fue. Intentó saludarme con un pico y se fue.
Yo me quedé conmocionada. Con un alivio que me pegó como una cachetada, como si alguien me hubiera dado la orden de relajarme.
Pensé un rato larguísimo antes de dormirme. Y se me cruzó Nicolás, y sus vaivenes. Y los míos con él, que pasan del odio al amor con tanta facilidad.
Y soy tan pero tan mala y amarga, que me dije: ¿qué estará tramando?
SEGUIR LEYENDO


Lanzamos Wellmess, el primer juego de cartas de OHLALÁ!: conocé cómo jugarlo
por Redacción OHLALÁ!

Gala del Met: los 15 looks más impactantes de la historia
por Romina Salusso

Kaizen: el método japonés que te ayuda a conseguir lo que te propongas
por Mariana Copland

Deco: una diseñadora nos cuenta cómo remodeló su casa de Manzanares
por Soledad Avaca Cuenca
