MARIGOT, Saint Martin. - Cristophe recomienda el queso de cabra caliente sobre tostadas, con aceite de oliva y sésamo. Una entrada liviana, explica, para poder encarar con ímpetu el plato principal. Es bueno creerle a Cristophe, ya que es el mozo de Le Tropicana, un reducto para gourmets exigentes dentro del puerto La Royale, en el centro mismo de Marigot. Cuando llega a la mesa la cola de langosta a la provenzal, servida sobre una cama de hojaldre, con salsa de langostinos, el primer pensamiento que asoma es: ¡Grande, Cristophe! La isla tiene más de 300 restaurantes. Todo tipo de cocina, todo tipo de precio. Todos buenos. Desde los Lolo´s, puestos callejeros que ofrecen barbacoa de pollo y cerdo, hasta los restaurantes de la zona de Gran Case, la marina Port Royal o el Puerto, comer en Saint Martin es una caricia para el paladar.
El puerto que gusta
Un pequeño cucharón de plata invita a probar el plato del día en La Vie en Rose: ostras con salsa de vieyras. La alta cocina francesa circula por las ollas y sartenes de este bistró con ajustada precisión. Caracoles en su salsa, Cabernet Sauvignon 1996 y un ambiente romántico con lucecitas de colores frente al puerto de Marigot.
En la misma zona se encuentra Le Bar de la Mer, una brasserie que tiene en la barbacoa una de sus especialidades. Las costillas de cordero a las finas hierbas y el plato del pescador, generalmente red snapper o mahi mahi, son el orgullo de la casa.
Sobre el Boulevard de France, también en el puerto, hay una serie de pequeños puestos de comida criolla entre los que se destaca Enock´s. Besugo a la parrilla con arroz y banana, una delicia insuperable y bien accesible.
En la marina Port Royale hay otros restaurantes con propuestas tentadoras. La Main á la Páte tiene una atmósfera desestructurada, para comer en bermudas, con mozos simpáticos, que conocen bien el gusto argentino. Para los fanáticos del mar, el Feullité de la mer es una selección de camarones, vieyras, cangrejo y salmón, con salsa de ostras. Para el postre, una crêpe de chocolate caliente y coco. ¡Una bomba!
Pegado a este restaurante se encuentra La Belle Epoque, una brasserie que tiene en el solomillo de pato al mango su carta fuerte, sin olvidar las costillitas de cerdo con crema y champiñones.
El gran comedor
A pesar de la importancia de Marigot como centro gastronómico, la zona de Grand Case, un antiguo pueblito de pescadores, es el mayor polo de concentración de restaurantes de toda la isla. Hay más de 100, muchos de ellos sobre la playa y con menús que invitan a volver una y otra vez.
L´Amandieu, sobre el boulevard de Grand Case y con un impresionante balcón sobre la playa, es uno de los más lujosos. La estrella del menú es la sinfonía de cordero en escalopes con salsa de vegetales caribeños. Un plato criollo de gran factura, que combinado con un raviol de chocolate a la hora del postre es un plan redondo.
Los precios no son precisamente bajos, aunque todas las cartas incluyen menús accesibles, nunca por debajo de 20 dólares por cubierto. La isla está preparada para conformar a cualquier gourmet. En algunos casos no está mal pedir sólo "un plato de comida", confiando plenamente en que tal vez sea ése el mejor almuerzo o cena que haya probado en su vida.
Delicias de pollo
- En Orleáns, al norte de la isla, hay una perla escondida, Poulet D´Orléans, casona y granja centenaria que oficia también como museo de cosas raras y sirve a la mesa diferentes platos en base a pollo, pero con un estilo americano. Los Romney son los propietarios de este reducto exquisito y desde el padre hasta el más pequeño de los cinco hijos participan de una cocina afectuosa y llena de secretos.
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