
La flor más bella del litoral paulista
La visitan transatlánticos, fanáticos de los deportes de vela y parejas de luna de miel. Tiene 73 playas, historias fantásticas y el mejor hotel con vista al mar de América del Sur. Si no fuera por los borrachudos, Ilhabela sería perfecta
30 de noviembre de 2014

En Brasil todo parece ser el más, el primero, el mejor o el mayor. Por eso cuando Kelly, gerente de Colonial Dive, le dice a su cliente que al buceo de Fernando de Noronha -reconocido como el mejor del país- sólo le gana el de Ilhabela, suena exagerado.
En silencio visto el traje de neoprene, cruzo la calle, bajo la rampa, subo al bote, navego unos metros y me sumerjo en un santuario ecológico que está a 170 metros de la isla de São Sebastião, la mayor de las 13 que componen el archipiélago de Ilhabela, en el litoral norte del Estado de San Pablo.
Cuesta imaginar que apenas a 207 kilómetros de la capital paulista y a 2,4 del continente, la vida submarina pueda ser variada, colorida y abundante hasta el punto de encabezar el ranking nacional. Pero si no me muerdo la lengua es porque tengo la boca ocupada por el respirador. Parejas de pez sargento -con rayas negras y amarillas-, gorgonias, anémonas, un falso volador que cuando extiende sus aletas parece una mariposa y cientos de peces azules que hacen guardia delante de unas rocas teñidas de violeta, repletas de huevos, es lo que veo en los primeros tres minutos de inmersión.
"Ni da para contar de tanto peixe que hay", dirá otro día Fabricio, en Praia dos Castelhanos, cuando le pregunte qué pesca su papá con la red. Pero ahora estoy en Ilha das Cabras, área donde la pesca y la caza están prohibidas. Acá hay tortugas, caballitos de mar, peces escorpión y murciélago, meros, róbalos, peces trompeta, arrecifes artificiales hechos con chasis de camión y una estatua de Neptuno repleta de corales. Kelly no exageraba nada.
Datos comparativos y dudosos
Ilhabela podría llamarse Ilha Grande porque mide casi el doble que su vecina de Río de Janeiro. Tiene 348,3 km2. Ilha Grande, 193. En Ilha Grande no hay autos, en la isla de São Sebastião -nombre oficial de Ilhabela- sí. Muchos. El ingreso es por balsa y en verano la cola para embarcar puede demorar cuatro horas. Para moverse en la isla hay taxis y colectivos que recorren todo el lado oeste por R$2,75.
El año próximo, una lancha colectiva conectará todas las playas de ese mismo lado, el que da al continente, el más desarrollado. El lado este sigue intacto y allí viven varias comunidades tradicionales caiçaras, como se llama a los nativos, descendientes de colonos, indígenas y piratas. Castelhanos y Bonete son las más visitadas. En Bonete viven unas 450 personas; es tan cerrada y unida que ni el alcalde de Ilhabela tiene cabida.
El censo de 2012 contabilizó 29.300 habitantes. Gustavo de la agencia Maremar, que manejó el jeep hasta Castelhanos, calculó 34 mil, y Luis Maio, socio-gerente del hotel IlhaFlat, 36 mil. Cuando Luis llegó de Uruguay, en 1987, la cantidad de habitantes no llegaba a 3 mil. La mayoría migró desde San Pablo y Minas Geráis. Como los padres de Gustavo, que al tiempo de mudarse a la isla fundaron Unidos de Padre Anchieta, la primera Escola de Samba de Ilhabela. Ahora hay seis escolas y el Mestre de Batería, o sea, quien lleva la batuta de Mocidade Sul da Ilha, es Gustavo.
Entre otras divergencias está el número de cachoeiras -cascadas-. Dicen que hay 365, pero oficialmente se catalogaron 38. Los autores de la guía Ilhabela, viajes ecológicos y culturales (Photoverde Produções) escriben que la confusión se da porque cachoeira es el vocablo caiçara para decir corredeiras, rápidos. Igual, con 38 alcanza para que sea la isla con más cascadas de Brasil.
También gana en cantidad de borrachudos, simúlidos, unos mosquitos diminutos que adoran las partes inferiores de las piernas y el agua pura. Cuanto más pura el agua, más borrachudos. En la cachoeira da Toca tuvieron que poner un barril con varios expendedores de gel de citronela, un insecticida natural. Y aun así no hay caso. Eso sí, la cascada es fantástica, tiene dos saltos con piscinas naturales y un tobogán de piedra por el que los nenes se tiran parados, como haciendo surf. La entrada cuesta R$15, gel incluido.
Hay más: Ilhabela es la isla más montañosa del litoral brasileño y tiene las diez cumbres insulares más altas del país. Y en esto están todos de acuerdo. La más alta es São Sebastião, con 1375 metros, y Baepí, de 1017 metros, la más visitada. El trekking dura 6 horas ida y vuelta, y cansa menos que aprenderse todos estos datos.
Capital Nacional de la Vela
Cada julio, desde hace 41 años, se realiza el Ilhabela Sailing Week, con regatas y recitales gratuitos. Los vientos del canal que separa la isla del continente son famosos por su fuerza y constancia. Y una de las razones de que haya 45 naufragios catalogados en la región. Dicen que hay unas cien embarcaciones hundidas, pero los números varían tanto como las leyendas sobre esta tierra cargada de magnetismo. Literalmente. Según relatos de antiguos marineros, la presencia de minerales como la magnetita es lo que enloquecía las brújulas y desviaba las ajugas náuticas. Los barcos quedaban a la deriva entre la niebla, correntadas y olas de cinco metros hasta chocar con un arrecife. Si uno va hasta la Praia do Sino -playa de la campana- y golpea ciertas rocas con un martillo, comprobará que suenan a hierro.
El Príncipe de Asturias es uno de esos naufragios. En 1916, el lujoso transatlántico español viajaba de Barcelona a Buenos Aires con 588 personas, entre pasajeros y tripulación, según el libro Príncipe de Asturias. El misterio de las profundidades (Nagna, Editora Cultural). Eran días de carnaval y tormenta, y cuando un rayo clareó la tierra ya no hubo cómo evitar la colisión, el barco se hundió en cinco minutos. Al parecer iba lleno de pasajeros clandestinos que escapaban de la Primera Guerra Mundial, toneladas de libras de oro y metales, incluidos varios componentes del Monumento de los Españoles porteño, de Avenida del Libertador. Se salvaron 143 personas y desde entonces el lugar es conocido como el Triángulo de las Bermudas Sudamericano.
También hay historias menos trágicas, como la del Western World o barco de la seda, un carguero norteamericano que encalló en 1931. Durante dos décadas los caiçaras se vistieron con las telas importadas que había en las bodegas.
De punta a punta
Éramos unas 30 personas sentadas en el flex-boat, listas para zarpar, cuando el guía anunció que la excursión se cancelaba por un problema con el seguro del barco. Nadie se movía, como si no creyéramos lo que decía. Tuvo que repetirlo tres veces hasta que aceptamos que el paseo no se haría y empezamos a bajar. Corrí hasta la Agencia Caiçara para ver si tenían algún tour, pero el barco que iba a Bonete ya estaba en altamar.
Había hecho casi todo, andar en bicicleta por la ciclovía costera; stand up paddle en la Praia do Perequê con cinco tortugas marinas alrededor; visitar la punta sur: praia do Veloso, agreste y tranquila; do Corral, que está de moda; incluso la playa del DPNY, el hotel más exclusivo de Ilhabela, del alemán Wolfgang Napirei. Es sólo para parejas, en 2010 fue elegido por Condé Nast Johansens como el mejor hotel de playa de América del Sur, y este año, el más romántico y lujoso por TripAdvisor Travelers's choice.
Ilhabela es una mezcla de caiçaras y jet set. Muchos famosos tienen o tuvieron sus mansiones aquí: la actriz Regina Duarte; la presentadora Ana María Braga, y el arquero Gilmar, que empezó su carrera futbolística en el Club Jabaquara de Santos. Jabaquara, como la playa que recomendó Kelly, en la punta norte de la isla. Menos mal que no devolví el auto alquilado. Mientras no haya lancha-colectivo el auto es el medio más práctico para conocer la isla.
Los últimos 8 kilómetros antes de llegar a Jabaquara son de tierra en estado razonable. Hice 6,5, estacioné bajó una sombra de bambús y seguí a pie. El sol era demoledor, pero así pude ver un águila azor negra volando bajito y después de algunas curvas, la aparición de otro acierto de Kelly: una ensenada con arenas de distintos tonos y el agua más verde que una esmeralda. Apuré el paso por una bajada llena de pozos que al dueño de la agencia de autos no le habrían hecho mucha gracia y me di un baño en la cascada que está en la entrada a la playa.
Los días de semana hay poca gente y sombras de almendros libres por todas partes. De un lado está el restaurante Canto do Jabaquara y del otro, Nivaldo, un pescador que alquila kayaks (R$20 la hora), hace paseos hasta la Praia da Fome y fabrica su propio repelente con hojas de citronela y aceite de coco. Si hay un lugar para recorrer en kayak es éste. Y si Nivaldo mezclara citronela con protector solar se haría millonario.
Los talentos de la Vila
Los edificios coloniales de la Vila, el primer asentamiento de la isla, son para verlos cuando el sol baja por el oeste. A esa hora resaltan los naranjas, los amarillos, el fucsia de la buganvilla, las heliconias y las paredes cubiertas de costilla de Adán. Hasta el blanco y azul de la iglesia Matriz, frente a la plaza desde el siglo XVII, resplandece. Es la luz perfecta para la foto del perfil de Facebook y para conocer la Secretaría de Cultura, que siempre tiene exposiciones gratuitas; la tienda Empório do Mar, donde hacen jabones y aceites artesanales, y el Empório da Vila, con una selección a dedo de todo lo que a uno le gustaría tener.
En una de esas casas bajas del siglo XIX está la Gelateria Tradizionale de Doménico Villa, de Milán, creador de sabores como el chocolate Cuba: cacao brasileño con naranja, ron y chocolate belga. Doménico, que aprendió a hacer helados en Italia, Alemania y Australia, usa leche en polvo argentina. Trae los ingredientes de donde sea necesario para que el helado sea el mejor. Y lo es. Y él lo sabe. "En temporada fabricamos 150 kilos de helado por día", dice con poquísimo acento. La temporada, de noviembre a abril es la época de los cruceros, que amarran ahí mismo frente a la Vila durante 8 horas. Para ésta se esperan 120 escalas. Con el GPS la magnetita dejó de ser un problema.
Así como hay talentos que vienen de afuera y se quedan, hay otros que florecen en Ilhabela. Como Renata Vanzetto, que nació en San Pablo, se crió en la isla y aprendió a cocinar a los 9 años, con su abuela. Con 13 ya era ayudante de cocina en el restaurante de su mamá; a los 16 ganó el concurso Melhor Chef de Ilhabela y después de viajar a Europa para perfeccionarse, abrió su propio restaurante. Marakuthai, decorado con muebles familiares y 8 premios colgados en la pared. La carta tiene toques de países del sudeste asiático. Laos: láminas de salmón crudo con dos tipos de salsa, picante y agridulce, acompañados de frutas bañadas en cachaça. Bali: medallón de atún sellado con salsa de queso de cabra y damasco, arroz jazmín y castañas de Cajú. Después de la inauguración Renata fue elegida chef revelación de Brasil por la Guía Quatro Rodas, y recién tiene 23 años.
Los tesoros de Castelhanos
Sí, es una linda playa la de Baía dos Castelhanos, por algo está rankeada como una de las diez más lindas de Brasil. Y es la más grande de la isla: 1786 metros. Para llegar hay que atravesar el Parque Estadual de Ilhabela, uno de los pocos reservorios de Mata Atlántica en San Pablo. Ocupa el 83% de la isla y está repleto de ipês amarelos en flor, guapuruvus, cedros, samambaias, bromelias, pau canela, pau brasil. Lo recorre un camino de tierra de 17 kilómetros en pésimo estado, apto apenas para jeeps, 4x4 y quien quiera maltratar su auto. El otro acceso es por mar. Ganas de asfaltar el camino no faltan, pero ojalá que no, la dificultad de acceso es el mejor aliado de lo auténtico.
Si me hubiera quedado con la primera visita, el paseo al que me llevó Gustavo de Maremar, diría esto: aproveche el trekking guiado de una hora hasta la Cachoeira do Gato y al regresar quédese a tomar una caipiroska de hojas de mixirica -parecida a la mandarina- en el Cantinho do Ribeirau (R$15). En vez de subirse al jeep, camine hasta la zona de restaurantes por la playa. Observe los almendros, el río de La Barra que desemboca en el mar, las casas de barro con estructura de bambú. Use el celular para las fotos, porque no hay señal ni Wi-Fi. En el almuerzo pida rabas, cuando es temporada los pescadores de la comunidad de Castelhanos atrapan calamares a montones con sus redes de 50 metros de diámetro. Haga un último esfuerzo y suba al mirador, la entrada está después de la aldea caiçara y desde arriba se ve la playa con forma de corazón.
Pero volví una segunda vez y pasó esto: llamaron con timidez e insistencia por la ventana de la cabaña, eran voces de distintas edades, de Fabricio, João Marcos, Junior, Alessandra, Peterson e Ismael. Abrí la puerta y ahí estaban, con esos rasgos inclasificables que hacen pensar que sí podrían ser descendientes de piratas. Con sus sonrisas verdes, azules, negras, teñidas por unos chicles baratos que mascan todo el día. Descalzos como siempre. Algunos vestían las camisetas que habían dibujado el día anterior en el taller de customización de ropa donde los conocí. Un trabajo voluntario de la diseñadora paulista Mirella Guidorizzi para mujeres de la comunidad, al que se sumaron chicos y adolescentes.
Querían que los acompañe otra vez a La Barra, el río que llega al mar y tiene unas rocas que usan de trampolín. Empezamos a negociar porque yo quería ir al mirador do Gato. No hay nada ahí, decían. Es feo. No sabemos llegar. La Barra es mucho mejor. Pero quiero ver la vista, insistía. Bueno vamos, pero comprás gaseosa y galletitas. Bueno. No, mejor vamos, pero primero vamos a La Barra. Ah no, eso no porque después no van a querer ir hasta el mirador. Desplegaban tácticas de manipulación con la rapidez con que aprenden a coser y pintar sobre tela.
Camino al río pensaba en Paul Thiry, el ingeniero belga que pasó 40 años buscando el tesoro de la Trinidad en el Saco do Sombrio, muy cerca de ahí, cuando me tocan el brazo. Era Junior, para convidarme uno de esos chicles que tiñen los dientes y develar en ese instante el misterio del tesoro.
Me caso en Ilhabela
Alquilar un helicóptero, una iglesia en la playa do Perequê o el buffet del restaurante Marakuthai son algunas de las facilidades que ofrece la isla de São Sebastião para concretar el sueño de casarse en la playa. "Todo el año hay fiestas, el 15 de noviembre hice la del actor Alexandre Frota, que se casó en mi iglesia", cuenta Luis Maio, que además de ocuparse del hotel Ilha Flat es famoso por sus decoraciones tropicales y tiene una pequeña iglesia en la arena, a orillas del mar.
Empresas que organizan casamientos:
www.casarilhabela.com.br
www.casarnailha.com.br
www.ilhabelaeventos.com.br
Datos útiles
Cómo llegar
En ómnibus de la terminal Tietê de San Pablo a São Sebastião. www.litoranea.com.br. El viaje demora 3 horas 25 minutos, a partir de R$35. Desde Terminal Novo Rio, Río de Janeiro, www.util.com.br. Son 7 horas, a partir de R$72,70. El cruce en balsa desde São Sebastião tarda 15 minutos, salidas cada media hora de 6 a 00. De noche, cada una hora. Gratis, para peatones.
Dónde dormir
Ilha Flat Av. Princesa Isabel, 747. Praia do Perequê. www.ilhaflat.com. Abierto en 2000, tiene 80 habitaciones, piscina, gimnasio, sauna y cancha de tenis. Wi-Fi gratis. Ambiente familiar, atención excelente y localización óptima. Desde R$375 la doble con desayuno y cena.
En Praia dos Castelhanos: Chalés da Vivian. Cabañas simples con baño privado, para dos personas. R$120 con desayuno.
Dónde comer
Marakuthai Av. Força Expedicionária Brasileira 495. Indaiá (al lado del Yacht Club). www.marakuthai.com.br
Gelateria tradizionale Rua Dr. Carvalho 206. www.gelateriatradizionale.com.br
Cómo moverse
Checkup Car Av. Princesa Isabel 1575. T: (0055-12) 3896-2880 / 3896-6431. Autos con aire acondicionado a partir de R$140 por día. Con 20 años de experiencia en taller mecánico y 8 de alquiler de autos. Por R$35 más entregan el auto en el hotel o en la balsa.
Excursiones
Maremar Praça Elvira Storace, 12. Perequê. www.maremar.tur.br. Paseo en jeep a Castelhanos y trekking hasta la Cachoeira do Gato, R$70 por persona.
Colonial Diver Av. Brasil 1751. Bairro das Pedras Miúdas. 3894-1065. www.colonialdiver.com.br. Especialistas en buceo desde hace tres décadas, ofrecen desde inmersiones básicas en Ilha das Cabras (R$25 por persona, todos los días) hasta buceo en naufragios y nocturno. El curso de buceo completo dura dos días y medio. PADI R$1190 y CMAS R$690.
Caiçara Beach Av. Princesa Isabel. www.caicarabeach.tur.br. Alquiler de kayak para una y dos personas, R$15 y 25 la hora. Stand Up con clase introductoria R$35 la hora. También, cursos de vela y kitesurf, y paseos a Praia da Fome por mar.
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