

Galicia es tan verde como Irlanda, que usa ese color como distintivo en la fiesta de San Patricio. En ambas hay descendientes de los antiguos celtas que están tan de moda. Hasta tal punto que Carlos Núñez Muñoz, que nació en Vigo y comenzó a estudiar gaita gallega a los 8 años, es uno de los eruditos en esa música y grabó con The Chieftains la banda irlandesa tradicional.
Al borde de la "costa de la muerte", en el extremo noroeste de Galicia, donde el mar se gana ese título entre los pescadores, hay bosques sobre las colinas donde los que saben y creen aseguran que correteaba el dios Lugh de los celtas. Julio Cesar lo comparaba con Júpiter mientras los romanos se sentían al borde del fin del mundo ( finis terre ).
El clima húmedo es el aliado de la vegetación exuberante. Buena para las plantas y motivo de conversación meteorológica para los mozos gallegos que formaban parte del inventario de nuestros bares y restaurantes cuando no los llamábamos restó. Antes de la Segunda Guerra Mundial era tan grande la inmigración que Buenos Aires se consideraba La Quinta Provincia Gallega sumada a Coruña, Lugo, Orense y Pontevedra. Todavía es decisiva por su voto desde el extranjero. Uno de sus más grandes pintores, Luis Seoane López, nació aquí.
El modisto que dio el buen paso
Esos gastronómicos sin sindicato, con su capitalismo gallego a través de participaciones (igual que en los colectivos), tenían una característica que perdieron sus colegas. Eran capaces de tomar de memoria el pedido íntegro de una mesa. No por habilidad mnemotécnica sino porque muchos de ellos no querían demostrar que no sabían leer ni escribir.
Esa habilidad ayuda a comprender y respetar la sorprendente Galicia actual. Porque Amancio Ortega Gaona, el hombre más rico de España y la octava fortuna del mundo según Forbes, tiene esas dotes. Nació en 1936 de un peón ferroviario y una modista. Su padre fue trasladado a Coruña y comenzó a los 14 años a trabajar de cadete (recadero) en una camisería. Luego fue dependiente en la mercería La Maja. Les sugiero que hagan un paseo por el barrio del Mercado de San Agustín, donde podrán comer algo que es siempre rico en Galicia. En la calle de San Andrés, que conserva ese clima auténtico, poco turístico, estaba esa tienda cerca de la Plaza del Humor con esculturas de tamaño natural sentadas en bancos de plaza de los insignes Alfonso Castelao (que murió en Buenos Aires) y Alvaro Cunqueiro entre dibujos de Daumier, Asterix, La Pantera Rosa o, por qué no, de Quino.
Este itinerario no figura en ninguna guía. Pero allí se formó este hombrón que no acepta reportajes y sigue comiendo los sábados en su casa, con su familia, sentado a la misma mesa a todo el personal de servicio. Y cuando va al fútbol, como aficionado al Real Deportivo de Coruña, nadie lo reconoce aunque siga viviendo en la ciudad porque no quiso mudarse nunca.
Igual que nuestros mozos, aunque supiera leer, tenía una memoria formidable. Hasta tal punto que le bastaba pasar por un desfile de modas en París o Milán, sin tomar un solo apunte, para transmitir cuál iba a ser la moda. No copiaba, pensaba. No se apropiaba, creaba. No importa que se pusieran detectives en la puerta para no dejarlo entrar.
Hoy son sus diseñadores los que rastrean las tendencias en las principales ciudades del mundo. Porque aprendió en la mercería que el negocio estaba en producir por su cuenta. Al principio con su novia Rosalía, también modista, fabricando batones rosas con vivos azules en un subsuelo de la calle Noya. Hasta que en 1975 surgió Zara. Lo demás es una historia que podemos seguir tanto en España como en otros 68 países, incluyendo la Argentina.
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