

Según los entendidos, el nombre de la ciudad estaría asociado la piedra. Denominaciones como amontonamiento de rocas, triste y fértil, y adornar y labrar con colores son algunas de las acepciones posibles. Para el inca Garcilaso de la Vega, Cuzco era el ombligo del mundo, un lugar sagrado para los incas y desde donde se inicia la Creación. Parado en algunas de las esquinas de Cuzco y mirando hacia cualquier lado, la primera sensación que se tiene es la de atemporalidad. Iglesias y palacios de la época de la Colonia se alternan con edificios construidos sobre las bases de piedra de antiguas viviendas incaicas.
Y junto a ellos, camuflados dentro de casas de adobe coronadas por tejas rojas, hay infinidad de bares, hoteles y restaurantes, los espacios donde se reúne el inmenso caudal de turistas que anualmente llega a la que fuera capital del Imperio Incaico.
Iglesias y museos
Una visita a los incontables monumentos de la ciudad comienza invariablemente en la catedral, una construcción barroca del siglo XVII, frente a la Plaza de Armas, centro de Cuzco. A su lado se alza la iglesia de Jesús María, de 1733.
También frente a la plaza se encuentra la iglesia de La Compañía de Jesús, y un poco más allá, las iglesias de La Merced y Santa Catalina.
Dentro de los palacios que atesoran retazos de la historia de América -como el Palacio Arzobispal y el Palacio del Almirante- hoy funcionan los museos más importantes de la ciudad. Así, el Museo Arqueológico, el Museo de Arte Religioso y el Museo de Historia Regional merecen una visita.
Afirmados sobre profundas raíces culturales y adaptados a su condición de habitantes de una de las ciudades más cosmopolitas del mundo, los cuzqueños han desarrollado un nuevo modo de sincretismo ya no religioso, sino social.
Los hombres y mujeres siguen vistiendo sus atuendos andinos y hablando en quechua, pero a la hora de tratar con el turista dominan el inglés, el francés y hasta el alemán.
Las pizzerías y los restaurantes franceses compiten con los de comida criolla y el rock argentino se escucha tanto como los huaynos y las marineras.
Nueva Babilonia -o quizás sea más preciso decir Nueva Babel- Cuzco es hoy una ciudad que no descansa, donde la infatigable rutina del día es reemplazada por la de la noche sin pausa ni respiro, como una inmensa cinta de Moebius que no tiene fin.
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