
La inmensidad, en la pequeña Tucumán
Una travesía por las sierras del Aconquija hasta parajes aislados, que reciben turistas en ranchos acondicionados o posadas de alto nivel. Sólo es posible llegar a pie o caballo, en recorridos que atraviesan paisajes desconocidos para la gran mayoría. Poca gente, pero mucha vida en un viaje por el interior de una provincia con mucho para descubrir
12 de agosto de 2007

TUCUMAN.- Algunos chicos del lugar han viajado en helicóptero o avioneta, pero cuando suben a un auto casi siempre se marean. Por el olor a nafta, dicen, o por el ruido. También seguramente por la falta de costumbre.
Viven en la altura, cuatro horas a caballo de la ruta más cercana. Jamás ha llegado un coche hasta sus casas y ellos no suelen bajar, salvo que por alguna emergencia un vehículo de la provincia, con hélice o alas, suba a buscarlos en veinte minutos, desde el aeropuerto de San Miguel.
Por la vía natural , claro, se tarda mucho más. Los senderos atraviesan bosques y ríos, dibujan zetas en las montañas y enlazan las verdes lomas de los cuatro puntos cardinales. A pie o a caballo se demora casi lo mismo por el tipo de camino, enroscado y en ascenso. En el primer caso son cinco o seis horas; en el segundo, cuatro a buen ritmo.
El viaje para el turista comienza generalmente en Raco, una villa veraniega a 50 kilómetros de la capital. De allí parten las 4x4 hacia La Hoyada, donde aguardan los caballos para salir de travesía. Esta propuesta por las sierras del Aconquija, al oeste de la capital provincial, suele basarse en una idea clave: cuidar los recursos naturales, y respetar la cultura e historia del lugar. No son temas menores a la hora de esta experiencia, teniendo en cuenta que el contacto durante días va a ser con la naturaleza y los habitantes de la zona.
El placer de llegar a sitios casi inexplorados se combina, en este caso, con el calor de la gente que, aislada como poca, se está acostumbrando a recibir cada vez más visitantes. Llegan en pequeños grupos, pero siempre vienen. Por ahora son pocos, pero creen que el futuro será promisorio. Distancias que para muchos son excesivas a la hora de tomarse un descanso, y que para otros sirven para dejar atrás el estrés de manera paulatina, a paso de hombre. El descanso está al final del camino, en lugares como Las Queñuas, una estancia a 2300 metros sobre el lejano mar, en San José de Chasquivil.
Construido durante los últimos tres años, el casco tiene aún detalles por terminar. Las tres habitaciones, por ejemplo, cuentan con baño privado, pero no con espejos, ya que todavía no lograron subirlos sin que se rompan. Las ventanas sí están colocadas: llegaron tras varios intentos y ahora son tratadas con mucho cariño.
La construcción fue una odisea. Se necesitaron más de tres mil viajes en mula para traer gran parte de los materiales. Bolsas de cemento, por ejemplo, debieron volver a comprarse en muchos casos, tras lluvias repentinas que dejaron el material inutilizable.
La casa es de adobe y piedra, con techos de paja, alisos y cuero, muy similar a los ranchos típicos de la zona, aunque diseñada por un arquitecto. Es parte de una apuesta de La Piedra Partida, empresa de la provincia dedicada a proyectos que integran aspectos ambientales con objetivos económicos y sociales.
"Vimos que San José era un lugar virgen, rodeado de lugares tan bonitos como los bosques de la Patagonia. Es una apuesta a largo plazo, porque estamos seguros de que va tener un buen desarrollo", cuenta, ahí en la altura, Sebastián Giobellina, director de la compañía, mientras Margarita Reinoso, habitante de la zona, prepara un cordero en la cocina de leña con vista al monte. En el lugar hay cinco cuartos con agua caliente y luz de paneles solares.
La estancia es una reserva natural privada que pronto contará con un centro de interpretación, donde gente del lugar, que se está capacitando, se ocupará de mostrar las especies preservadas, entre ellas la taruca. Parecida al bambi, está hace tiempo en peligro de extinción.
Con alturas muy diferentes, entre 2000 y 4200 metros, la variedad del paisaje sorprende. A 4200 m sobre el nivel del mar, por ejemplo, hay lagunas que en invierno se congelan y están rodeadas de guanacos. Hasta ahí se llega en una excursión de las tantas que se proponen.
Una de las salidas más atractivas es hasta las condoreras. La reserva cuenta con varias, pero una sorprende por sobre las demás: con nidos en todas las paredes, minutos antes del amanecer presenta un espectáculo único, con decenas de cóndores saliendo a pasar el día.
La falta de oxígeno acorta las caminatas, de manera que la mayoría de las excursiones son a caballo. Hay, sin embargo, recorridos a pie, guiados por carteles o por algún baquiano, que atraviesan bosques de alisos o de queñuas, similares al arrayán, que crecen mayormente en la altura.
Distintos puestos de montaña se han acondicionado para recibir al turista. Con dulce de cayote, bollos y algo caliente para los que paran a tomar algo, o un asado si se organiza con tiempo, la recepción resulta un placer también para la vista, ya que suelen estar en paisajes privilegiados, incluso a 3700 m de altura.
En muchos casos ofrecen tejidos y artesanías de cuero. Como la familia Navarro, con varios hermanos artesanos nacidos y criados aquí, muy curtidos por la zona. Opciones turísticas como Las Queñuas proponen que los jóvenes bajen para especializarse, pero no para migrar. "Muchos dejan sus casas para ir, tal vez, a trabajar como peones en la ciudad, cuando acá pueden tener posibilidades -agrega Giobellina-. La gente de la zona tiene que estar integrada en todos los emprendimientos turísticos y tener los suyos propios. Si no, los cerros van a quedar pelados, porque los jóvenes se van."
El encanto de Ancajuli
El libro de visitas tiene firmas desde los años 70, con comentarios que, en todos los casos, destacan la hospitalidad. No es para menos. Silvia Chiarello, Mario Soria y gente de la zona reciben con entusiasmo al recién llegado a Ancajuli, le muestran cada rincón de su estancia homónima, que oficia de centro de esta comuna que ocupa casi 100 mil hectáreas y tiene, muy distribuidos, unos 800 habitantes.
Aquí viven 18 familias. Hay centro de salud, escuela y capilla, como en todos estos pequeños poblados. Llegar es aún más difícil: son ocho horas a caballo. "La belleza está en el lugar en sí y el aislamiento -comenta Silvia-. Pero hay que estar preparado, no cualquiera aguanta la soledad."
Las hijas se casan igual, a pesar de las miles de hortensias que rodean las casas. Noviembre es el mes por excelencia por los colores y porque se levanta la veda para pescar truchas en los dos ríos de montaña: Chaquivil y Ternera Muerta, que forman el Ancajuli. Los ríos crecen tanto en esa época que el paisaje cambia de golpe y las empanadas de trucha son una especialidad para nada exclusiva de la zona.
El casco donde pueden dormir los visitantes es centenario. Los únicos que no son tan bien recibidos son los que llegan en motos Enduro, que ocasionan un verdadero problema a la población porque arruinan los senderos. A pala, pico y machete se está construyendo un nuevo camino, que permitirá acceder en camioneta hasta un punto más cercano, a sólo dos horas de cabalgata.
En el lugar planean a mediano plazo preparar las instalaciones para un turismo más exclusivo. Hasta hace un tiempo, incluso llegaba un grupo de suecos en avioneta, (hay una larga pista de aterrizaje, con pasto cortado al ras) que se quedaba unos cuantos días. El proyecto a futuro podría incluir un spa, aunque sin perder la sencillez del lugar ni la calidez de su gente.
Por Martín Wain
Enviado especial
Enviado especial
Datos útiles
Cómo llegar
- Desde Buenos Aires, Aerolíneas Argentinas tiene vuelos de ida y vuelta a partir de 716 pesos. Para las travesías se puede contactar a:
Estancia Las Queñuas: (0381) 4001619, info@lapiedrapartida.com.ar. www.lapiedrapartida.com.ar . Desde $ 690, la excursión de tres días para dos personas como mínimo y doce como máximo; una travesía completa de cuatro noches y un nivel de dificultad intermedio cuesta hasta $ 1806.
Ancajuli: Mario Soria, ancajuli@yahoo.com.ar
En Internet
SEGUIR LEYENDO


Lanzamos Wellmess, el primer juego de cartas de OHLALÁ!: conocé cómo jugarlo
por Redacción OHLALÁ!

Gala del Met: los 15 looks más impactantes de la historia
por Romina Salusso

Kaizen: el método japonés que te ayuda a conseguir lo que te propongas
por Mariana Copland

Deco: una diseñadora nos cuenta cómo remodeló su casa de Manzanares
por Soledad Avaca Cuenca
