¿De vacaciones a Bolivia? Esa era la pregunta más frecuente que me hacía la gente cuando contaba entusiasmada que me iba de veraneo a recorrer aquel país. No estaba segura con qué me iba a encontrar. Sin itinerario cargué la mochila y, con tres amigas, nos fuimos para allá.
Ahora sí puedo dar una opinión. Bolivia es un país fascinante. Desde la inmensidad del salar de Uyuni hasta la selvática Coroico o la irregularidad paceña, el lugar presenta una heterogeneidad de paisajes que condicen con la multinacionalidad de su estado. Muy económica, te permite dormir por $ 12 argentinos y comer por 5. Lo que convierte a un territorio repleto de paraísos en un destino accesible para personas con poco presupuesto.
En Copacabana conocí el Titicaca. La leyenda aimara, comunidad indígena más numerosa de Bolivia (a la cual pertenece el presidente Evo Morales), cuenta que el lago más extenso de América del Sur es la lágrima que derramó Dios cuando la cordillera de los Andes irrumpió en la Tierra. Es el lago más alto y es sagrado. Es tan grande que a la vista de cualquiera parece el mar, ya que la otra orilla se pierde en el horizonte.
Esas aguas me llevaron a un lugar que me cautivó de manera especial. Se llama isla del Sol. Muchos turistas van sólo a pasar el día. Pero vale la pena quedarse. Por sus características podría confundirse con cualquier islita caribeña: agua azul, arena clara y abundante vegetación.
Lo más lindo es que se trata de naturaleza bruta; escasas son las intervenciones del hombre en la estructura del lugar. Los animales andan sueltos: vacas, burros, cabras y chanchos pueden cruzarse en tu caminata o tu estada en la playa. No hay vehículos de ningún tipo. Las propias piernas son las que llevan a uno de norte a sur de la isla, recorrido de 3 horas obligatorio para quienes quieran apreciar la variedad de su belleza, que es muy diferente de un extremo a otro.
Para quienes cuentan con mayor presupuesto, la zona sur ofrece mayor infraestructura en alojamiento y restaurantes. Para quienes hacen un viaje más económico, la zona norte de la isla, la menos explotada, cuenta con algunos hospedajes muy confortables como Reserva Ecológica Wiracocha o lo de Alfonzo, conjunto de cabañas cada una protegida por un Dios aimara distinto.
El único inconveniente para la isla del Sol es que no es de fácil acceso. Se puede llegar en micro o en avión hasta La Paz, de ahí un colectivo y luego, lancha.
En la isla la naturaleza envuelve el alma y desconecta del ritmo de ciudad a la persona más estresada. Tres largos días en micro fueron necesarios para llegar allí. Valió la pena.