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La isla siempre está de fiesta-Ibiza

La más noctámbula de las Baleares no abandona la pista, pero apuesta a un cambio de ritmo, le pone algunos límites al dance y quiere reconquistar a las familias y los viajeros de alto presupuesto




El bar Anita tiene paredes blancas, un patio con mesas cubierto por una enredadera, una barra de madera maciza a la que se sientan señores de pelo largo y gris. Y cientos de buzones de correo con el nombre de los vecinos de Sant Carles, un pueblo donde cada sábado desde 1954 se hace el mercadillo hippie Las Dalias. El bar está a metros de la iglesia Sant Carles de Peralta, también blanca, simple y austera, como toda la arquitectura ibicenca, del siglo XVIII.
Es mediodía en esta isla española que junto con Mallorca, Menorca, Formentera y otras islas menores forman el archipiélago y comunidad autónoma de las Baleares, aproximadamente a una hora de avión desde Madrid o Barcelona.
José Guracsh nació en Ibiza y trabaja hace 25 años en Can Anneta, como se llama la casa en catalán, lengua oficial de la isla. Cuenta que el dueño del bar era cartero y familiar de Anita, y que en las décadas del 60 y 70, los buzones se llenaban de sobres con dinero enviado por los padres a sus hijos hippies. José trae a la mesa pan casero con alioli, aceitunas partidas -de la zona y bien amargas-, porciones de ensalada ibicenca (? 8,90) hecha con cebolla colorada, tomate, papa, atún, pimiento verde y aceitunas negras; tapas (? 4,25), boquerones, calamares (? 12), y los postres clásicos de la isla: greixonera, que es un budín hecho con ensaimada, canela en rama y limón, y flaó, preparado con queso fresco, huevo y hierbabuena.
Contento de ver los platos vacíos trae una bandeja llena de hierbas ibicencas, un licor digestivo elaborado por mujeres campesinas que lleva lavanda, romero, tomillo, ruda, hinojo, manzanilla y hasta doce hierbas (? 1,75 cada chupito y ? 13,20 la botella). Cada casa de payeses, campesinos autóctonos, tiene su propia receta. Juntan las hierbas, las mezclan con anís dulce y anís seco, y las dejan macerar por seis meses. "Las hierbas ibicencas ponen a los hombres fuertes y a las mujeres dulces", dice José y deja en la mesa una botella entera.

La primera impresión

Al salir del aeropuerto lo primero que se ve es un cartel del DJ Steve Aoki y su Opening Party en la disco Pachá, que inaugura la temporada de verano el 25 de mayo (la entrada cuesta ? 37). Otra publicidad de Carl Cox, que tocará en Space (? 25), y una toda negra que dice The future is coming y abajo indica la cuenta regresiva para la fiesta de apertura de Privilege, la disco más grande del mundo según el Libro Guinness de los Récords. Hay otros anuncios de Amnesia, Sankeys y el International Music Summit, un importante encuentro de la industria de la música electrónica que se hace todos los años, entreverados con una residencia para mayores, mueblerías, fábricas de tejas, paredes secas -típicos muros divisorios de las islas baleares-; paredes con buganvillas floridas, con grafitis; pinos, palmeras, cerros verdes con montones de antenas en la cumbre.
El tránsito está congestionado y eso que la temporada no empezó. El año último Ibiza recibió 2.758.980 turistas, según datos oficiales, de los cuales dos millones fueron extranjeros, principalmente del Reino Unido, Italia y Alemania. En esta isla que tiene 41 kilómetros de norte a sur, 14 de este a oeste y más de 200 kilómetros de costa debido a las pequeñas calas, hay casi la misma cantidad de habitantes que de plazas hoteleras legales. Viven 140 mil personas y hay 120 mil camas para recibir turistas.
En 2004 visité Ibiza por primera vez. Recuerdo que bajé del avión y, como iba con Manolo Soria, español fundador del after hour Matinée, fuimos directo a una fiesta en Space. Eran las 4 de la tarde y adentro de la disco el tiempo se diluyó como el vodka en el Speed. Personajes lookeados como nunca había visto y bailarines subidos a unas tarimas inalcanzables, más hipnóticos que cualquier pantalla, se movían por la fuerza del mismo motor: música, drogas y alcohol.

Cronología ibicenca

La isla mediterránea en la que a principios y fines del verano soplan vientos africanos -soroco- que cubren todo de un polvo rojo, siempre atrajo espíritus libres y creativos, muchos de los cuales huían de las sucesivas guerras del siglo XX. Por allí pasaron -o residieron- el pensador alemán Walter Benjamin, el escritor Albert Camus y los fotógrafos Raoul Hassman y Man Ray; Walter Gropius -creador de la Bauhaus- y Le Corbusier. Joan Miró y Mario Vargas Llosa. Bob Dylan y Bob Marley.
La película More, ópera prima del director francés Barbet Schroeder, con música de Pink Floyd, fue filmada en 1969 y es un retrato fiel de esa época de amor libre y psicodelia en paisajes soñados. Cuatro años después, un tal Ricardo Urgell construiría una casa de estilo payés -de módulos cúbicos blancos- en medio de la nada y enseguida se haría famosa por sus fiestas hippie-cool: Pachá, que hoy tiene 900 empleados, 20 franquicias en el mundo, dos hoteles, una revista, una línea de ropa y otra de fragancias.
Los 80 trajeron la marcha y la apertura del Café del Mar, un espacio con música llamada chill out para ver atardecer en la playa de Saint Antoni -donde vivió diez años Walter Benjamin en 1923, ahora tomada por la juventud inglesa-. En esa década, Ibiza pasó a ser un destino musical mundial. En los 90 abre la disco KU, precursora del concepto Beach Club, y comenzó el boom de los DJ. En el cambio de milenio Ibiza se ubicó como el principal referente de esta industria y la isla mejoró la calidad de sus hoteles, restaurantes y flota de yates para recibir a jóvenes del mundo entero y al jet set.
Llegó un momento en que los ingleses volaban a Ibiza el viernes y empezaban una maratón festiva que duraba hasta que se volvían, el lunes de madrugada. Aumentaron los accidentes automovilísticos -sobre todo porque los británicos se olvidaban que hay que avanzar por el carril derecho- y disminuyó el consumo hotelero y gastronómico, porque nadie dormía ni comía. En 2007, el Consejo Insular de Ibiza tomó las riendas y prohibió las fiestas diurnas. Las discos deben permanecer cerradas entre las 8 y las 16.30, salvo en fechas especiales como apertura y fin de temporada. Las fiestas en casas particulares tampoco están permitidas. Con estas medidas se buscó promover un perfil turístico más tranquilo, familiar y de lujo.
En los últimos años, a ambos lados del conjunto histórico de la ciudad, la fortaleza de Dalt Vila -donde se filmaron varias escenas de More-, surgió una nueva gama de emprendimientos. Por ejemplo, el Ushuaïa Ibiza Beach Hotel, que solucionó el problema de las fiestas diurnas realizándolas dentro del complejo, y el primer Hard Rock Hotel de Europa, ambos en la playa d'en Bossa, o el estreno de Heart, un proyecto de los hermanos Ferrán y Albert Adriá en conjunto con Guy Laliberté, fundador del Cirque du Soleil, que fusiona comida, música y arte, e inaugurará a fines de mayo en el cinco estrellas Ibiza Gran Hotel, sobre el Paseo Marítimo.

La esencia sigue intacta

Con o sin fiestas, esta tierra por la que han pasado fenicios, asirios, romanos, bizantinos, árabes y por fin españoles atrapa. Jimena Brusaca, una argentina de 33 años, se mudó a Ibiza a los 19. Vive con su novio músico en una casa de campo cerca de la playa nudista Aguas Blancas, donde tienen una huerta. Hace performances en dos compañías de teatro y vende ropa en el mercadillo de la playa Es Figueral. Dice que de Ibiza, aunque esté cara, no se va más.
Atrapan las más de 40 calas diferentes y el mar, que tiene todos los tonos posibles de turquesa. La batida de los tambores cada vez que baja el sol en la playa de Benirrás y la mística en torno de esa isla piramidal que está al sur de Ibiza y se llama Es Vedrá. Atrapan las paredes de cal y los techos de madera de sabina de las casas centenarias que se esconden tierra adentro, entre pinos, almendros y algarrobos, muchas convertidas en hoteles rurales encantadores. O el sabor del cordero asado en dos tiempos relleno de espinaca y trompetas -setas- y un toque de Malvasía de Can Rich, que preparan en el restaurante Can Berri Vell, en el pueblo de Sant Agustí.
Cautiva la comodidad con la que el joven Javier Sierra, hijo de hippies, criado sin electricidad hasta los 9 años, se trasviste para hacer un número de acrobacia fantástico en su propio restaurante, Somiart, frente al mar. Definitivamente atrapa la gente bonita vestida según la moda ibicenca ad lib -del latín ad libitum, a placer-, con géneros naturales, íntegramente de blanco. El mismo blanco inmaculado de la iglesia Sant Carles de Peralta, esa que está al lado del Bar Anita, donde todavía llegan cartas, la gente va a tomar hierbas digestivas e Ibiza sigue siendo Ibiza.

Datos Útiles

Cómo llegar
Iberia tiene vuelos diarios desde Buenos Aires con escala en Madrid a partir de $ 16.493, impuestos incluidos.
Cuándo ir
La mejor época es durante la temporada, entre mayo y septiembre, cuando están abiertas todas las discos y el clima es veraniego. En junio, julio y agosto la temperatura varía entre 20°C y 30°C. Entre octubre y abril hace frío, y está casi todo cerrado.
Dónde comer
Bar Anita Barri San Carlos, s/n. T: (0034) 971-335-090. Clásico bar y restaurante con comidas típicas y buenos precios.
Somiart Paseo Marítimo Ed. Koala. Santa Eulalia. T: (0034) 971 336-386. www.somiart.com. Cocina internacional con un toque mediterráneo y buenas performances frente al mar. Para una cena liviana, ensalada de queso de cabra y frutos rojos (€ 11), lasaña vegetariana (€ 8,50).
Can'Alfredo Paseo Vara de Rey 16. T: (0034) 971 311-274. En la avenida principal de Ibiza, en el centro, la familia Riera sirve desde 1942 comida tradicional de las islas Baleares.
Bodega Sa Cova Sant Mateu d'Albarca. T: (0034) 971 187-046. www.sacovaibiza.com. Esta bodega familiar abierta en 1990 elabora vinos de uvas monastrell, syrah, merlot, malvasia y moscatel. La cata de 4 vinos con tapas, sobrasada y queso cuesta € 15 por persona, e incluye una vista deslumbrante de las sierras.
El Carmen Cala d'Hort. Sant Josep de Sa Talaia. T: (0034) 971 187-449. Para comer pescados y paellas sobre la playa y bajar a darse un chapuzón.
Can Berri Vell Plaça Mayor 2. Sant Agustí. T: (0034) 971 344-321. www.canberrivell.es. En una casa ibicenca del siglo XVII, el chef Bruno Hernandez se luce en todos los platos. Los recomendados: crema de calabaza con espuma de hierbas. Huevos estrellados con sobrasada y salteado de setas silvestres (€ 15), y cordero asado en dos tiempos.
Algunas playas
Cala Conta: en San Antonio tiene el mar más turquesa de todas las playas y se llena.
Cala Tarida: a ambos lados de esta concurrida cala, al oeste de la isla, hay pequeñas calas de difícil acceso, pero desiertas.
Platges de Compte: los chiringuitos son ideales para ver el atardecer.
Es Cavallet: está antes de llegar a Las Salinas, al sur, y es la playa nudista por excelencia.

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por Redacción OHLALÁ!


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