SHOAL BAY, Anguila.- En inglés, Anguila se pronuncia Angüila, como si tuviera diéresis. Y se escucha en ese idioma porque la isla es parte del territorio británico de ultramar. Igual que las vecinas Monserrat y Caimán. Igual que las Malvinas.
Anguila está frente a Sint Maarten/Saint Martin, isla de doble nacionalidad, holandesa y francesa. Pero a pesar de la cercanía geográfica son diferentes. Saint Martin es más grande, más turística, más montañosa, más tropical. Esta es pequeña, alargada como una anguila, plana, árida, exclusiva.
No hay Mc Donald s, ni puerto para cruceros, ni grupos de turistas con camisas hawaianas, ni grandes resorts de 500 habitaciones. No hay paquetes por 1500 dólares una semana. No hay casi nada y eso la vuelve única.
Cuando uno llega a Anguila de todo esto no tiene idea, claro. Simplemente llega, en general a pasar el día, a una islita del Caribe después de un viaje en barco que suele ser movido. Más si viaja ahora, en época de huracanes. Igual, no hay que preocuparse. Cuando el viento es fuerte, el barco no sale.
Hoy, la brisa sopla suave y el ferry está llegando al puerto. La aduana, rápida, fácil (los argentinos no necesitan visa para entrar a Anguila).
Afuera, todo sol y dos o tres tipos parados, esperando al lado de su auto. Uno de ellos es Mosel F., que después de arreglar un precio -60 dólares, lo más caro que pagué por un trayecto tan corto- me llevará a Shoal Bay, unos 15 kilómetros al norte de la isla.
Mosel F. es negro como la mayoría de los 13.000 habitantes de Anguila. Tiene unos 60 años, esposa, cuatro hijas y la sonrisa blanca como la arena de Shoal Bay. Cada tanto va a la playa, pero lo suyo es llevar y traer turistas: del puerto a la playa, de la playa al puerto y enseguida, los dólares están en su bolsillo.
Dicen que Shoal Bay es una de las playas más lindas... del mundo. Mientras la camioneta avanza por una ruta sin vista al mar, se lo pregunto a Mosel: "¿Es cierto eso que dicen...?"
El hombre mira por el espejo retrovisor con desaprobación. Con una mano mantiene el volante y con la otra busca algo hasta que lo encuentra y me lo pasa. Es un folleto de Anguila -Angüila dice él- con fotos de playas y tips para el viajero.
"Lea esto..., en voz alta por favor", me ordena. Hago esfuerzos por pronunciar correctamente, incluyendo Anguila con diéresis. Cuenta el folleto varias cosas, pero sólo una importa: "Shoal Bay fue elegida una de las diez mejores playas del Caribe y está entre las mejores del mundo".
Ahora sí, el orgullo de Mosel es tan potente que se siente desde el asiento de atrás. De repente, su nube de orgullo invade todo. La camioneta llega a una bajada. Acá es, dice Mosel. ¿A ver?
Shoal, la niña bonita
La arena es blanca y el mar, una pileta turquesa. No hay olas. Ni reggaetón a todo volumen. Ni siquiera demasiada gente. Todo es calma. Sin contar el batido de ron de los dos o tres bares de playa, lo más fuerte es el sol (fundamental usar anteojos y protector).
La calma de Anguila fue ciudadosamente planificada cuando el gobierno decidió, en 1980, que no querían turismo masivo en la isla. El resultado es una palabra que hoy es tendencia: up scale tourism, o turismo de alto nivel.
A eso apuntó esta isla que hoy tiene cinco hoteles cinco estrellas, un puñado de villas arquitectónicamente impactantes, como Temenos, una de las útltimas en inaugurarse, que este mes apareció entre los 50 sitios top seleccionados por la revista Travel + Leisure.
Las habitanciones dobles en esas villas cuestan unos 600 dólares la noche. Eso para empezar.
Los clientes: millonarios de perfil bajo, artistas -Brad Pitt, Jeniffer Aniston, Keith Richards, Ethan Hawke ya fueron vistos por la isla, pero muy pocos los reconocen a cara lavada- y altos ejecutivos con poco tiempo y necesidad de estar tranquilos.
Ellos seguramente se quedan una semana, pero la escapada por el día termina aquí. A la hora señalada, Mosel vuelve y espera a sus pasajeros, que llegamos mojados por el mar, tostados, sonrientes. Como si hubiéramos estado en la mejor playa del Caribe. El no dice nada, pero tiene el triunfo en la cara.
Datos útiles
Acceso desde St. Martin
Lo más conveniente es ir en barco desde la terminal marítima de Marigot, en Saint Martin. El viaje dura 20 minutos y cuesta US$ 12 más 3 de tasa de embarque. Hay ferries cada veinte minutos.
Más información
En la Oficina de Turismo de Sint Maarten en Buenos Aires, 4313-4400. Horario: 9 a 18.30.
En Internet
Por Carolina Reymúndez
Enviada especial
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