
La estancia La Jenny tiene cuatrocientas hectáreas, diez de las cuales las ocupa un parque arbolado con ejemplares centenarios que decoran, casi a la manera de una jungla, el casco cuya parte más vieja data de mediados del siglo XIX.
Los pocos y exclusivos turistas que llegan se albergan en El Descanso, como se llama a la casa de huéspedes de la estancia, que tiene capacidad para una familia de hasta cinco mayores, con cocina, bañera y calefón. Se alquila por 180 pesos por fin de semana.
El ganado pasta en todo el proceso de cría y engorde, y hay extensiones destinadas al trigo, maíz, girasol y soja. Es ideal para los que les encantan los pájaros que anidan o visitan el lugar. En las recorridas por ese vergel se observan liebres y perdices.
No lejos de los dormitorios, el monte también esconde a dos zorras, distantes y con sus respectivas crías, y hasta no hace mucho tiempo un lejano y extraño ipacaá buscó allí un incomprensible destierro, pero también su idilio: con su pareja tuvo cría y retozó hasta emigrar en vuelo y poner lógica proa al Norte.
Aunque la trajinada ruta nacional 7 está a cinco kilómetros del casco y no lejos de allí millares de fieles año tras año acuden con no poco bullicio a reverenciar a la pequeña Virgen morena, La Jenny conserva un aislamiento ponderable.
Las subdivisiones desmembraron las 2000 hectáreas originales que el consignatario de hacienda Eduardo Sambrizzi compró en 1928 a Nicolás Mihanovich, aunque el origen de la estancia se remonta al tiempo de los hermanos López, uno rosista y el otro unitario, pero que no olvidaron lo fraterno. Sótanos y túneles debieron rellenarse no hace mucho, y esos escondites avalaron la trama de la historia oral: habrían servido para que uno de los hermanos protegiera al otro, nada menos que el valeroso coronel Plácido López. Debió exiliarse en Brasil hasta el pronunciamiento de Urquiza, el 1º de marzo de 1951 y finalmente López se unió a las tropas que derrotaron a las de Juan Manuel de Rosas.
Un alma en pena
Y aunque las cuatro páginas que el diccionario biográfico argentino de Jacinto R. Yabén dedicó al coronel Plácido López sostiene que este militar murió en Buenos Aires -el 18 de agosto de 1906-, otros testimonios orales aseguran que, muy viejo y agobiado por motivos privados, se suicidó en ese casco.
En la penumbra de semejantes recuerdos, se habló en los viejos tiempos que un alma en pena -como denomina la imaginería gauchesca el supuesto retorno de los muertos- aparecía en una de las habitaciones del casco.
Por supuesto nada de ello perturba a la dueña de casa, la esbelta Clelia Sambrizzi -doña Chicha- que a los 92 saludables años recuerda tiempos bravíos. Nada logró amilanarla. Ni a fines de la década de los 20, cuando era una muchacha e iba de a caballo a buscar el correo y la correspondencia hasta la almacén de Cortines, el pueblito cercano que creció junto a esa estación del Ferrocarril al Pacífico.
Los paisanos esperaban verla montar de regreso con la esperanza de que el caballo se retobara, pero siempre les malogró esa malicia.
Cortines sobrevive a un kilómetro de la ruta, pero pasan sólo dos trenes por día que no paran sin un entendimiento previo: hay que avisar al guarda antes de subir en Retiro, y hacer señas desde el andén de esta estación rural a la hora del retorno.
La casa El Descanso, de La Jenny -no lejos de lo que fue la matera y otro modesto edificio que funcionó como carnicería-, se puede reservar hasta por un matrimonio con una tarifa reducida, o albergarse con comidas a razón de 60 pesos por día y por persona.
Las hijas de doña Chicha, María Amelia y María Cristina Pineda hacen de anfitrionas. Disponen de una piscina, sugieren paseos y guían por el parque cruzado por avenidas de eucaliptos, nogales o morenas. Las reservas se hacen por el 02323-494825 y brindan un plano de acceso vía fax.
Cómo llegar
Se llega por la autopista del Acceso Oeste -con dos peajes de 1,50 peso- que se sigue hasta pasar Luján, cuando se transforma en ruta 7.
Hay que seguir hasta una modesta estación de servicio YPF en el kilómetro 77. Luego aparece, a la izquierda, una entrada pavimentada a Cortines y, más allá, una segunda de tierra, a mil metros de los surtidores, que se abre a la izquierda. Se sigue hasta que se topa con una tranquera, se gira a la izquierda unos doscientos metros y luego a la derecha.
Por allí se marcha hasta una avenida de paraísos que sale a la derecha, donde hay un pequeño cartel (La Jenny). El casco está a un paso.
Francisco N. Juárez
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