Entre los cerros boscosos a lo largo del camino de Trier a Koblenz, en Alemania, irrumpió en nuestro campo visual un panorama único. Unos 200 metros más abajo, a orillas del río Mosela, la edificación de Cochem, una de las incontables ciudades encantadoras que colecciona el pueblo alemán y, magníficamente emplazado sobre un peñasco, un castillo, el Burg Eltz. Apoyados en la baranda protectora de un mirador tallado en la roca recobramos el aliento. Paseando entre innumerables café-bodegas por las calles angostas y empinadas del pueblo era otro placer ver el Palacio Eltz desde abajo, y conocimos algo de su historia. Fue erigido cerca del año 900, así que tenía casi 800 cuando en 1689 lo derribaron soldados franceses. Doscientos años más tarde, Louis Ravené, un rico comerciante francés que vivía en Berlín, compró las ruinas y reconstruyó el edificio; los trabajos costaron varios millones de dólares y duraron 10 años. Algunos historiadores lo califican como una simple inversión; otros, lo describen como un acto de desagravio. De cualquier modo, el mecenas murió sin haber pasado una sola noche en los salones, pero felizmente llegó a colmarlos con una colección de arte.