Cuando decidimos recorrer el norte de España en auto estábamos lejos de imaginar los lugares increíbles que encontraríamos. Uno de ellos fue Potes.
El plan era conocer los Picos de Europa, que es el macizo más alto de la cordillera Cantábrica, por la ruta nacional 621 que serpentea en todo su recorrido acompañando el curso del río Deva.
La parte más espectacular del camino es el Desfiladero de La Hermida, muy estrecho, con mucha vegetación, pero en excelente estado.
Tiene unos 20 km y, según dicen las guías turísticas, se recorre en una hora (eso sin contar el tiempo para tomar innumerables fotos).
Nos alojamos en un hermoso hotel antes de llegar a Potes, para seguir al día siguiente nuestro viaje hacia Fuente Dé. Allí nos deleitamos con las magníficas vistas de los Picos de Europa, con manchones de nieve, luego de subir con el teleférico desde el Parador de Fuente Dé que se encuentra a 1000 m, hasta los 1800 m en una subida casi vertical no apta para los que sufran de vértigo.
Volvimos al camino, que baja serpenteando entre hermosos paisajes, casitas de madera y flores, y nos encontramos con rebaños arreados por pastores.
Y llegamos a Potes, que a la ida cruzamos sin detenernos y a la vuelta paramos para enamorarnos.
Potes es una pequeña población, atravesada por el río Deva, con puentes y casas de piedra, muchas flores en los balcones, con estrechas callecitas..., una fiesta para la vista.
Era mediodía y mientras caminábamos nos llegaban los olores de las deliciosas comidas que anunciaban en las tascas y los mesones: cocido lebaniego, guiso de venado con setas, lomo de Potes adobado, cocido montañés, fabada asturiana, callos con garbanzos..., una fiesta para el olfato y el gusto.
Era día de feria y los vendedores anunciaban con mucho gracejo sus productos en los coloridos puestos. Una fiesta para los oídos.
Y tocar esas piedras varias veces centenarias de sus casas o de la Torre del Infantado que data del siglo XV, una fiesta para el tacto.