

A 3800 m del resto del mundo, desde hace millones de años se extiende el lago navegable más alto del mundo.
Empiezo con esto que quizá no sea el dato más relevante sobre el lugar, pero necesito que sigan leyendo. Es el lugar quizá más hermoso de América.
Para el viajero amante de paisajes, es un paraje de ensueño. Basta tomarse una lancha para dar un paseo, ya sea del lado de Perú o de Bolivia, pues es muy barato hacerlo de cualquiera de los dos, para comprender o justamente no comprender la inmensidad de este lugar, que se extiende al horizonte como un mar encerrado solo, según los mapas. Para los otros, que buscamos la mística y la energía de los destinos, Titicaca desquicia hasta el más centrado. Por su historia, por sus leyendas, por la energía que ronda en la tierra que lo rodea y las islas de entre medio, por las extrañas corrientes que con el brillo del sol dibujan figuras en la superficie infinita...Titicaca no es un lago más. No es ni siquiera un destino más, o algo más para hacer en Bolivia o Perú.
Titikaka es un lugar único en el mundo donde alguna vez vivió la cultura tiawanaka, para luego dar paso a la incaica. Donde nació el Sol, donde nació la Luna. Donde emergió de las aguas el primer gobernador inca, Manco Capac. He vuelto hace poco tiempo de este lugar, teniendo la certeza de que volveré sin duda al sitio donde dejé parte de mi vida. Mis ojos, mi mente, pero sobre todo mi corazón.
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