La parábola de la clase Ejecutiva

Algo así estaba escrito acerca del destino de Nicolás Artusi, aunque él no lo sabía. Conductor de la FM Metro ( Su atención por favor , de lunes a viernes, de 21 a 23, y Brunch , domingos, de 11 a 13), debía volver de Dublín, vía Londres, a Buenos Aires, el lunes último, junto con su colega de la FM Blue, ex CQC , Clemente Cancela. Sólo que al llegar al aeropuerto de Heathrow, en la capital inglesa, les comunicaron que el avión de British Airways estaba sobrevendido y les ofrecieron embarcarse en el siguiente vuelo a cambio de una compensación económica.

Dijeron que no, que necesitaban viajar. Entonces los probaron un poco: "Aparentemente tenemos una plaza disponible -les dijo un empleado de la compañía-. ¿Aceptaría viajar sólo uno de los dos?"

Volvieron a negarse y dio resultado: al rato les confirmaron que podrían embarcar.

Pero faltaban más emociones fuertes. Al llegar a la puerta B36, Cancela ingresó sin problemas al avión, pero a Artusi le advirtieron: "No funciona el sistema de entretenimiento en su butaca. ¿Prefiere salir en otro vuelo?"

Determinado, el periodista respondió que no, gracias, prefería tolerar las 14 horas a bordo sin películas, música ni jueguitos para matar el tiempo.

La dupla se abrochó los cinturones en la fila 12, de cinco asientos, con Artusi del lado del pasillo. Entonces, una azafata de origen español y noble corazón hizo lo correcto ante la falla técnica de la nave: invitó a Nicolás a pasar a un asiento de clase Ejecutiva. Lo que se dice un upgrade de último momento.

"Era tentador, pero... dije que no. Viajaba con mi amigo y no podía dejarlo atrás, solo", contó Artusi a La Nacion después del viaje, ya en Buenos Aires.

La lealtad tuvo un premio ferua de cálculo. "Al rato, la española volvió y, muy agradable, me anunció que, por haberme mostrado tan solidario con mi amigo, nos había conseguido dos lugares en Business", repasa el protagonista, todavía con casi tanta sorpresa como jet lag .

Artusi recuerda las miradas de reprobación de los demás pasajeros de clase Económica, los gestos de "¿por qué ellos sí y nosotros no?" en el momento en que se mudaban con equipaje de mano y material de lectura hacia la zona de elite al frente del avión. No menos crispados se mostraban algunos viajeros de Ejecutiva, que parecían protestar en silencio por "esos dos que no pagaron y pretenden invadir nuestra zona -según Artusi, que igual no se hizo mucho problema-. Fue el sueño del pibe: comida a la carta, asientos que se hacen cama... Todo lo que da un pasaje de 6000 euros que jamás podría pagar".

Moraleja: el reino de los cielos VIP será de aquellos que no se dejan llevar por la tentación de un upgrade abandonando a sus compañeros de viaje.

Publicado por Daniel Flores / 17 de julio de 2011 / 1.56 A.M.