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La Payunia: allí donde conviven los volcanes

A 200 kilómetros de la ciudad, esta reserva provincial es una enigmática zona volcánica de difícil acceso, con vistas inmensas, desoladas y profundas




MALARGÜE.- Acá en La Payunia cada tanto llueve, pero es raro que llueva agua. Hace miles de años llovió lava y se formó un río de 185 kilómetros, el río de lava más largo del mundo, según dicen los malargüinos. También llovió ceniza, la ceniza del volcán chileno El Descabezado, que en 1932 enterró las ovejas y pintó todo de gris. La columna de humo tenía 30 kilómetros de altura y las cenizas llegaron a varias provincias del país. Los diarios del momento titularon: "Malargüe está por desaparecer". Y parece que estuvo a punto, por eso dicen que resurgió de las cenizas. En La Payunia llueve, sí, pero es raro que llueva agua.
Si estuviera en Estados Unidos este lugar sería un parque temático sobre volcanes. Uno se iría con su llaverito marca Cráter y tomaría una Coca Cola en un quiosco con vista al Payún Matrú (3715 m), el volcán más alto de los 800 que hay en La Payunia. Parece que sólo en Kamchatka, al este de Siberia, existe tan alta concentración de volcanes.
Pero Estados Unidos está muy lejos de Malargüe y en esta reserva provincial, con aspiraciones de Patrimonio de la Humanidad, no hay nada. Ni una sombra ni un restaurante ni un locutorio ni un puestito que venda agua mineral. A simple vista, aquí no hay n-a-d-a.
Hace tres horas que la camioneta turística da vueltas por un paisaje que ahora es desolado y rojo, y dentro de un rato será negro. El cielo está lleno de nubes espesas y bajas, como si fuera a llover, pero no... al menos agua, no.
De tanto en tanto pasa un grupete de dos o tres guanacos. Si la guía no lo dijera, uno nunca pensaría que la población de guanacos del parque supera los 10.000 ejemplares. También se ven choiques y charitos, escurridizos para la foto. Observar cóndores es más difícil pero puede pasar, más en época de pariciones, con mínimos chivitos que dan vueltas por el campo.
Según datos de los vulcanólogos, La Payunia tiene un promedio de 10,6 volcanes cada cien kilómetros cuadrados. Está a unos 2000 metros de altura, es árida, y se cree que en algún momento fue un lecho marino.
"Uno se pregunta por qué el planeta eligió este lugar para liberar tremenda cantidad de energía", dice Silvia Martínez, guía y, sobre todo, fanática de La Payunia.
La pregunta no tiene respuesta, pero hay muchos que la buscan y que invierten su tiempo y su vida en desenterrar otros tiempos. Hace poco un grupo de vulcanólogos instaló sensores en los volcanes principales y con asombro se descubrió que La Payunia está activa. Esto no significa que en cualquier momento cobrará vida el paisaje ardiente de hace miles de años, con temblores, agua hirviendo y praderas de lava burbujeante. No, posiblemente no pasará nada de esto y sólo se transitará por una tierra que reproduce fielmente algo que nunca pasó: el fin del mundo.
Para recorrer la zona se necesita un día largo. Las excursiones duran aproximadamente diez horas. Las rutas son malas y llegar cansa, pero una vez dentro uno se siente en la próxima película de Peter Jackson. O dentro de una torta marmolada.
El amarillo avainillado se lo dan los pastos secos y el azabache de Pampas Negras es todo de origen volcánico. Los dos colores se entrelazan armoniosamente. Cada tanto aparecen lenguas rojas de puro óxido de hierro.
A simple vista, no hay signos de que esta tierra se convierta más o menos pronto en un parque temático, pero después de andar un rato aparecen huellas de presencia humana. Porque Malargüe es rica en paisajes, pero también en minerales. De hecho, payunia viene de payén, que en lengua aborigen quiere decir cobre. Además de cobre, uranio y carbón, hay petróleo. Y cada tanto se ven los oleoductos que lo transportan a Luján de Cuyo, desde donde se exporta a Chile.

Gente de por acá

Otras huellas: las de los turistas, que todavía son pocos, pero cada vez hay más. Los habitantes de por acá, como don Avila, un paisano de boina y facón arañándole la cintura, no entienden dónde está el encanto. “Si esto es pura piedra”, dice el hombre mientras mira cómo los turistas corretean excitados con sus cámaras digitales. El ve este paisaje como el responsable de la falta de pasto para sus cabras. Nunca fue a La Payunia, aunque de lejos la ve todas las mañanas.
Antes de llegar a la reserva, la camioneta frenó y subió don Bernardo Stai, otro paisano de la zona que con sus vecinos junta unas tres mil cabras. Stai vuelve a su casa. Había acompañado a su mujer para que tomara el colectivo que la llevaba a Malargüe. Ella viajó porque estaba a punto de parir. Ahora él la espera en la casa, con las manos gruesas y el pelo duro como crin. Dentro de un mes partirá con sus cabras a un corral (o malal) donde hay vegas y el pasto crece mejor. Ahí se quedará hasta las primeras nevadas, haciendo la veraneada, como llaman a la trashumancia.
Hasta marzo, Bernardo Stai cuidará que sus cabras coman y que no se las coma el puma. Don Stai tampoco conoce La Payunia ni le interesa. Lo único que se pregunta por estos días es si su hijo será varón.
Por Carolina Reymúndez
De la Redacción de LA NACION

Partículas de ultraenergía

Los cielos de esta zona son tan claros y poderosos que Malargüe fue elegida para montar un megaobservatorio en el que trabajan 250 científicos de 17 países. Se llama Pierre Auger ( www.auger.org.ar ) y es único en el mundo. El objetivo es captar las partículas de rayos cósmicos que llegan a la Tierra. Pero no cualquier partícula, sólo las ultraenergéticas. Para esto se valen de 1500 detectores dispuestos en un área de 3000 kilómetros cuadrados. El propósito es estudiar las partículas, analizarlas, saber de dónde vienen. Todos los días, a las 17, hay una charla y un video.

Descenso al interior de la Tierra

Cuando el turista número 11 entra en la caverna, la guía pide que todos apaguen las luces de los cascos de minero. Para que las pupilas se acostumbren a la oscuridad. La primera sala de la Caverna de las Brujas es amplia y todavía llegan destellos de luz exterior. Más adelante, en el interior profundo volverá a pedir lo mismo, pero las pupilas nunca se acostumbran a la oscuridad total.
La Caverna está a 65 kilómetros de Malargüe y a 1800 metros de altura, en el medio de un cerro. Si bien adentro tiene más de tres kilómetros de extensión, el turismo accede a unos 800 metros, que parece mucho más, en ese ambiente oscuro, húmedo y silencioso.
A diferencia de otras cuevas, con escaleras que suben y bajan y equipos de luces, ésta es más precaria y uno debe poner garra para avanzar entre paredes estrechas. A veces, en el Pasadizo de la Monja, por ejemplo, a uno le toca respirar hondo y meter la panza, ponerse en cuclillas, reptar y arrodillarse. Aunque sólo son 800 metros, dentro de la caverna, rodeado de estalactitas, estalacmitas y velos transparentes como el alabastro, uno se cree un explorador en viaje al centro de la Tierra.

Datos útiles

Cómo llegar

Un pasaje en avión desde Buenos Aires hasta Mendoza, ida y vuelta, cuesta desde 380 pesos, con impuestos.
Desde Mendoza es posible llegar a Malargüe en unas combis de la empresa Viento Sur, que salen de la terminal y en cinco horas llegan a Malargüe. El pasaje cuesta 29 pesos (ida).

La Payunia

Está a 200 kilómetros de Malargüe. Si bien el acceso a la reserva es libre, los caminos son malos, y las explicaciones de los guías completan el paisaje. Lo mejor para conocer la zona es contratar una excursión, que dura todo el día, incluye picnic con vista a los volcanes, y cuesta alrededor de 150 pesos.

Otros circuitos

La Caverna de las Brujas está a 65 km de Malargüe. Antes de ir averigüe los horarios porque son restringidos. La entrada cuesta 20 pesos con guía. Saliendo de La Payunia se ve en el horizonte una línea fina y brillante. Es la laguna de Llancanelo, que tiene 30.000 flamencos, alrededor del 10% de la población mundial. Llancanelo está en otra excursión, aunque algunas agencias las combinan en una salida de dos días.

Dónde dormir

Una habitación doble en un buen hotel céntrico cuesta 80 pesos. También se utiliza la modalidad de alojarse en cabañas, que cuestan 120 pesos la noche. Para los que viajan con bajo presupuesto hay una amplia variedad de hostels desde 26 pesos por persona.

Gastronomía

En la ciudad hay varias parrillas y restaurantes donde por módicos precios encontrará minutas. Pero hay un sitio, que queda a 12 km del centro y vale la pena. Es el criadero de truchas Cuyam Co (ruta 40 Norte, km 34,5; (02627) 15661917. El menú, en base a trucha fresca, cuesta 24 pesos.

Para agendar

Entre el 9 y el 13 de enero se celebrará la Fiesta del Chivo. Es la mejor ocasión para probarlo en todas sus variantes. Recomendado: Castillos de Pincheira, a 27 km de Malargüe.

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por Redacción OHLALÁ!


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