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La Polinesia despoja de prejuicios al huésped

Las turistas siguen el ejemplo local; se ponen y se sacan la parte superior del biquini según haya sol o no




TAHITI (El Mercurio, de Chile. Grupo de Diarios América).- La Polinesia Francesa debe ser uno de los pocos lugares de la Tierra en que el sexo fue mejor arma de defensa que los cañones. Y aunque, claro, eso fue hace tiempo, el sexo fácil sigue siendo una idea que atrae imaginaciones y, naturalmente, turistas. ¿Cuán cierto es el mito? Luego de una nimuciosa investigación por Tahití, Moorea, Tuamotu y Bora Bora y la asesoría de un espontáneo experto se obtuvieron algunas conclusiones arbitrarias y nada definitivas que se detallan a continuación.
Las tahitianas usan la parte de arriba del bikini como los anteojos de sol: se la ponen y se la sacan según haya o no sol. Las turistas siguen el ejemplo. Y punto. Eso es todo lo que se ve de sexo en las playas de Tahití, a menos que, claro, se esté dispuesto a buscar sexo como se buscaría en cualquier ciudad del mundo. Sexo en Tahití. Los mismos tahitianos se encargan de explotar la idea.
Para las vahines (mujeres) no es novedad ni escándalo hacer topless en sus playas (al fin y al cabo son sus playas), como tampoco es novedad para los tahitianos este paisaje costero, donde lo hermoso alcanza categorías metafísicas. Pero los fotógrafos, grandes mirones, y los vendedores de postales, revistas, encendedores, llaveros y cerveza se encargan de retratar eróticamente a las chicas más bellas de la Polinesia Francesa y enviar ese producto al resto del mundo, para mantener viva la historia de que Tahití y las otras 117 islas de este territorio francés de ultramar son un lugar hot en todo el sentido de la palabra.
En estricto rigor, alguna vez lo fue, con ceremonias religiosas que incluían sexo en público hasta la llegada de los descubridores europeos, a principios del siglo XVII. O en rigor, hasta poco después, con la llegada de los primeros misioneros, que cortaron de raíz estas costumbres y oficializaron la vestimenta de Occidente en lugar de la desnudez original.
Sin embargo, el breve primer contacto con Occidente bastó para que el mito se echara a correr: las polinésicas eran más que cariñosas con los marinos que llegaban allí. Esto, dicen, fue una movida político-estratégica de las dinastías tribales que habitaban las islas: frente al poder de la pólvora, el poder del sexo. Les fue bien: los franceses los colonizaron políticamente en 1880, a expresa petición de la dinastía polinésica reinante.
Obviamente, ahora todo eso es historia. La antigua libertad sexual es en la actualidad un modo ambiguo de comportamiento, no totalmente perdido, no totalmente expresado.

Apreciaciones in situ

Son lindas las mujeres de la Polinesia Francesa. Nada que objetar. Son lindas en sus sonrisas, en su cordialidad distante, en el tono de su piel. La Polinesia Francesa es un gran paraíso para voyeurs soft , que se contentan con una linda cara, con una linda sonrisa. Simples voyeurs inevitables, educados en climas fríos, donde las mujeres esconden sus cuerpos seis meses al año.
Uno mira a estas mujeres tahitianas, como haciéndose el tonto, mientras ellas miran para otro lado, y ellas, en vez de devolver guerra con la mirada, no bajan los ojos y, por el contrario, sonríen y dicen: Bonjour . Mujeres lindas que uno ve, pero con las que no se atreve a hablar porque apenas chapucea francés.
En el aeropuerto de Faaa, en Papeete, en la sección vuelos nacionales hay una vahine que recibe los tickets de embarque. Es alta y estupenda. Su uniforme, de Air Tahití, es azul, ajustado y lleva estampadas unas flores blancas. Se ajusta a su cuerpo y se ajusta bien: como si siempre hubiera estado ahí, como si fuera el calor de Papeete que aun a las 7 de la mañana es tremendo. Como a lo tonto, como el que no quiere nada, madmoiselle , a quel heure sale el avión?, pese a la pantalla gigantesca sobre su cabeza que indica: 6.40 AM.
En el aeropuerto de Bora Bora, hay una chica vestida con un pareo blanco -hay como doscientas formas de ponerse un pareo-. Tiene un aire de estar en tercer año y ser la más simpática del curso. Atiende el stand de uno de los muchos resorts de la isla. Capta al grupo que habla español y esboza un hola .
- Miss, can I take a picture of you? Y ella se indica a sí misma, sorprendida y algo avergonzada, obviamente preguntando: ¿Yo? Y logra avergonzarlo a uno, bueno, yes , you. Clic.

Con el pelo al viento

Pasa una muchacha en moto, con una flor en la oreja. Pese a que al alquilar una moto advierten que el casco debe ser usado en todo momento, ella va rapidísimo y su pelo se agita con el viento. Esto es Bora Bora, a un lado un mar calipso, al otro gigantescas montañas con vegetación hasta en las orejas y sobre el camino, una chica tahitiana con el pelo al viento, pasando por un lugar de la carretera en el que alguien escribió con spray el nombre de los grupos de rock Metallica, AC/DC y Pantera. Su pelo, medio rizado, medio castaño, largo, larguísimo, se repite en casi todas las mujeres polinésicas.
La mujer atiende el Maki Maki, un bar sobre palafitos en el atolón de Rangiroa, unos 400 kilómetros al nordeste de Tahití. Es flaca y alta, y sirve unas cervezas Hinano, típicas de la zona y buenísimas, que cuestan un ojo de la cara, porque Rangiroa es remoto y pobre, pero a la vez exclusivo, debido a su par de hoteles de primera clase y a sus famosos cultivos de perlas negras, que los turistas se llevan como si fueran pan, un pan de 250 dólares el más barato.
Esta mujer es estupenda, y se extraña de que alguien de Chile llegue hasta allá, aunque no mucho, porque llega bastante gente de países raros, y no se emociona cuando se le recuerda que sus hermanos pascuenses son también chilenos. Esta mujer es tan bonita que, en vez de una foto, el dedo saca dos. "Sacaste dos", advierte en inglés. Posteriormente, la foto sale mal expuesta (mucho sol atrás) y su cara queda oscura. Culpa de las Hinano que ella misma sirvió.
Madmoiselle, je peux vous... eh... take a photo? La chica, en un pequeño islote de Bora Bora, se ríe con unos dientes de conejo y dice que bueno. Forma parte de un grupo de baile, que ha terminado de actuar para un montón de turistas y está comiendo algo por ahí, en una mesa cercana, sola. ¿Qué preguntar? "¿Con qué hacen esas faldas folklóricas con las que bailan?" "De la corteza de esta palma", lo dice en francés y hace un gesto como de sacarle la corteza. "¿Y se pueden comprar?" Responde que claro, que en la isla del frente. Clic. Gracias. Una foto más, una foto más entre los miles de fotos que los turistas (franceses, japoneses, gringos) sacaron esa tarde.

Mirar y callar

Y unos minutos después de tomar la foto, la chica; su marido, un francés narigón, y su hijo se están bañando en la playa. Ninguno viste nada para arriba y, para ser francos, la escena es muy hermosa, los turistas están subiendo a los botes que los llevarán a sus destinos, y la playa, que antes estaba llena de gente tomando fotos y de gente dejándose sacar fotos, ahora está vacía, pero el sol y los colores se mantienen firmes, brillantes, poderosos. Lo único que hay que hacer es sentarse, mirar y callar.
Preciosa chica en espera del ferry de Papeete a Moorea (isla 17 km al frente de Tahití). Compra su pasaje y desaparece. No hay más datos.
Señora amable y simpática con la que uno no se hace ningún problema para conversar. Natau y Ariate Tevape se dedican a atraer tiburones en la laguna de Bora Bora para que los turistas los fotografíen (a los tiburones). Como la mayoría de los cuatro mil y tantos habitantes de esta isla, a unos 45 minutos de vuelo desde Papeete, Natau y Ariate, se dedican al turismo. Ariate tiene 42 años y cuatro hijos, y tal vez lo único de su cuerpo que no tenía a los 17 es el volumen. Es esbelta, fuerte, nada fea, y aunque su trabajo es dominar tiburones y mantener a raya las manta rayas que se acercan a los turistas, es dulce como la mermelada; y da la impresión de que un dios-entrenador la hizo dupla de Natau, que también es grandote y fornido. "Nosotros estamos casados", dice, a sabiendas de que en la Polinesia Francesa estar o no estar casado da lo mismo y que la convivencia es una práctica milenaria. "No es raro -dice Ariate, un poco sorprendida de que el tema haya salido en la conversación- que muchas parejas que no están casadas pasen toda su vida juntas." En todo caso, un hecho que demuestra que éste es un lugar especial es que, dentro del paquete de información general que brinda el Servicio de Turismo de Tahití, hay un capítulo dedicado a "formalidades matrimoniales".
Acá se acaba la cosa romántica y comienza la cruda realidad. Rafael Munagorri es un abogado franco-español que toma clases en la Universidad Francesa del Pacífico, en Papeete. Vive hace tres años en la Polinesia Francesa. Se vino porque necesitaba tiempo y paz para concretar su especialidad ("el derecho y la ciencia") y escribir al respecto. Increíblemente, los que viven en Tahití necesitan descansar de Tahití, y lo que hacen para lograrlo es ir a bucear a atolones remotos como Rangiroa, y alojarse en pensiones baratas. Rafael está haciéndolo. "Acá, a diferencia de los otros archipiélagos de la Polinesia, las mujeres les pegan a los hombres", comenta, mientras por la única calle de Avatoru -el principal poblado de Rangiroa- pasa en un scooter una corpulenta señora con cara de pocos amigos.

Datos para una conquista

Luego de esta visión celestial, la conversación cae inevitablemente en el tema de las mujeres.
-Bueno, este... ¿cómo se le acerca uno a una chica polinesia? ¿Son intelectuales, tontas? ¿Difíciles? Es muy fácil conquistar a una chica polinesia. Se necesita tener plata y mostrarla. Además, saber bailar ayuda mucho.
-¿Funciona recitarles el Poema 15 ?
-Ja. No. En general, la belleza del cuerpo y su fuerza importan más que los conocimientos de filosofía.
-¿Cómo miran las chicas polinesias a los occidentales y cómo a sus compatriotas?
-Prefieren a los occidentales por una razón evidente: suelen ser más románticos. Además, tienen más plata y mundo. Hablan de París, Los Angeles o Londres.
-Eso se llama fanfarronear.
-No les importa.
-¿Las mujeres polinesias varían de isla en isla?
-Hay muchas diferencias culturales y sociales entre ellas. Simplificando, y según mi humilde opinión, se puede hablar de cuatro grupos: las europeas solteras de 35 años, un poco perdidas y con bastante apetito sexual; las chinas de 25 años (la colonia china controla el comercio de la Polinesia Francesa, y es bastante grande), que aunque son guapas, no son un buen plan, se interesan sobre todo en el dinero y por tener una posición social alta; las semipolinesias, de 16 a 21 años, son las más guapas y las más dulces, tienen sonrisas de sueño y ni hablar de lo que está abajo de la sonrisa, y las polinesias puras, de 14 a 16 años, cuya experiencia asusta.
Esto suena como un fin de semana en Tailandia.
-¿Es Papeete una ciudad salvaje, sexualmente hablando?
-No. Pero es un sueño para los drag queens (travestis). El grupo que anima los night-clubs y los bares son los rere o travestis locales. Son muy guapas. Tradicionalmente, un rere es el hijo mayor de la familia. Por esa razón ayuda a su madre a criar a los más pequeños y se queda limpiando la casa, cocinando, etcétera.
-¿Hay machismo en la Polinesia Francesa?
-Mucho. Y los nativos son celosos, sobre todo con los europeos que vienen a quitarles las chicas. Hay peleas y todo eso. Para darte un ejemplo de machismo: los hombres prohíben que sus mujeres usen métodos anticonceptivos. Para ellos, significa que ellas se van a acostar con todos los hombres del pueblo.
Alfredo Sepúlveda

Consejos

Alojamiento
Los precios de las habitaciones se consignan en dólares, y corresponden a base doble. A la tarifa hay que adicionarle 7% de impuestos.
En Tahití
Beachcomber Parkroyal (689 865110): los elegantes bungalows sobre el agua tienen aire acondicionado, televisor, minibar, teléfono, radio, y vistas a las Moorea.
Se presentan espectáculos de danza tahitiana, cenas en la playa y en sus dos restaurantes se elaboran especialidades de la cocina local, francesa e internacional.
Libre acceso a la piscina, jacuzzi, canchas de tenis y voley, gimnasio y espectáculos.
Se alquilan equipos náuticos y se organizan cabalgatas, safaris fotográficos en 4x4, cruceros y viajes en helicóptero.
Las tarifas oscilan entre 319 y 486 dólares Sofitel Maeva Beach (689 410505): situado a 7 kilómetros del centro, inmerso en un jardín tropical con vistas al mar y a la montaña.
Su arquitectura se asemeja a los templos polinésicos y está decorado con antigüedades del Pacífico Sur.
Las habitaciones tienen aire acondicionado, teléfono, televisor y baño.
Dispone de dos restaurantes, bares; brinda espectáculos tahitianos, hay piscina, cancha de tenis y alquila equipos para la pesca, buceo y snorkeling. Tarifas: entre 260 y 270.
{Subtit.concatenado} Moorea, un paraíso para dormir
Hotel Bali Hai (689 561359 ): el alojamiento es en bungalows del estilo característico del lugar y cuentan con todos los servicios. Los construidos sobre el agua ofrecen camas king size. Cuenta con bar y restaurante, piscina, cancha de tenis y snorkeling gratis; actividades nocturnas y bailes tahitianos. Los bungalows, a partir de 220.
Hotel la Ora (689 561290): consta de 110 bungalows distribuidos entre un bosque y la playa, equipados con teléfono, televisor, minibar y baño. Funcionan dos restaurantes que organizan noches temáticas con shows. Libre acceso a piscina, canchas de tenis, voley, equipos de snorkeling, canoas y tablas de windsurf. Alquila botes de pedal, equipos de buceo, motos de agua y botes con fondo de vidrio. Las tarifas ascienden a 440.

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por Redacción OHLALÁ!


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