

Me aproximo a la plaza…, tantas veces dibujada en mi memoria a fuerza de imágenes robadas de libros y films. Con sombrero rosa, foulard al tono y mochila liviana, despojada de seleccionados sucesos de vida y cosas innecesarias, ingreso en ella. Lentamente bebo el aire berlinés y tomo asiento en uno de los tantos bancos verdes que rodean la plaza París; al son de una trompeta, coronando la Puerta de Brandenburgo, la cuadriga me da la bienvenida.
Un oso hace equilibrio en una pata, Mickey les da caramelos a los niños, un robot ciñe su espada de fuego. Un soldado ruso y otro alemán se dan la mano borrando las distancias; un soldado alemán y otro norteamericano flamean sus banderas juntos y acompasadamente. El señor vestido de azul cubre de pompas el espacio, que el sol atraviesa regalándole colores, al tiempo que el viento las eleva y las bebe. De las fuentes brota el agua en pirámides de chorros, acariciando con sus gotas las flores mimadas que la exaltan. Miles de cámaras y ojos avizores registran escenas que los días no silenciarán.
Gentes de todos los pueblos, en un solo idioma de miradas, cierran el momento, dejan su huella de instantes, son protagonistas de la historia en Pariser Platz.
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