

CASTELLINA IN CHIANTI.- No se equivocaba Leonardo al decir que "todo aquí sugiere la dulzura de vivir, el bienestar del cuerpo y el alma, como si fuera una naturaleza hecha para proporcionar felicidad". Suaves colinas onduladas sembradas de viñedos y olivares se extienden entre pequeños bosques de un verde profundo, que va cambiando de tonalidad a medida que avanza el día, mientras cierto aire distendido y la sensación de que el tiempo avanza más lentamente acompañan al viajante y parecen confirmar la afirmación del genial artista.
Pero esta zona que se desarrolla entre Florencia y Siena, en el centro de la región Toscana, y que tiene los montes Chianti y el río Elsa como límites, cuenta, además, con el privilegio de ser la mayor y quizás exclusiva productora de uva y vino chianti del mundo. Y, como no podía ser de otra forma y para hacer honor a las tradiciones regionales, existen tantos tipos de chianti como ciudades se visiten, cada una de las cuales se adjudica la autenticidad de origen del producto...
Y como no es sólo el paisaje, sino lo que los hombres hacen con él lo que atrae y encanta, el recorrido por la llamada ruta del Chianti invita en realidad a descubrir sus decenas de pueblitos y pequeñas ciudades que van surgiendo a medida que se recorren los caminos. Y si bien a simple vista cada uno puede parecer similar al anterior, a medida que se comienzan a recorrer sus estrechas callejuelas, sus pequeñas plazas y sus antiquísimas construcciones comienzan a notarse las sutiles diferencias que le dan a cada uno su carácter y personalidad. Y no por nada, el recorrido encanta a primera vista.
Aires medievales
Castellina in Chianti es, quizás, uno de los más importantes. Esta ciudadela a 21 kilómetros de Siena es considerada desde hace siglos como uno de los centros de la región, hasta tal punto que fue escenario de disputas entre sieneses y florentinos en más de una oportunidad. De ahí que en la fortaleza que rodea el perímetro aún conserva la torre alamenada construida en el siglo XV y que funcionaba como puesto de vigilancia. En el interior de la villa, varios palazzos que supieron albergar a familias de alcurnia se desparraman sobre la Via delle Valle, especie de largo túnel que fue refaccionado en los últimos años y convertido en un circuito gastronómico moderno y singular.
Castellina es también la capital del Chianti classico, quizás el más renombrado de las variedades de este vino, y sus habitantes se enorgullecen de mostrar el sello rojo que lo distingue como producto de origen.
Unos pocos kilómetros hacia el Oeste está Radda in Chianti. Con apenas poco más de 1500 habitantes, conserva la misma estructura que tenía en la Edad Media. Menos cuidado y prolijo que sus vecinos, aparece como más auténtico y real. Altos edificios en piedra se levantan a cada lado de las callejuelas, flanquean el llamado sendero medieval, un pasaje de piedra muy bajo y extraño que es objeto de todo tipo de leyendas. Aquí, como en los restantes, el Chianti sienés se impone en cada restaurante y bar que se encuentren en el camino.
Hacia el Sur, San Gusmé es parada obligada. No sólo porque su prolijidad, limpieza y pulcritud hacen que parezca arrancado de un cuento infantil, sino porque parece como reconstruido ayer.
Otra punto imperdible es Gaiole in Chianti, donde el Castello del Broglio, que está en las afueras de la ciudad, conserva una capilla construida en piedra roja y blanca y negra y blanca, al estilo de la catedral de Siena, que atesora frescos y pinturas en cerámica encantadores.
Por Diego Cúneo
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Datos útiles
Cómo llegar
- Desde Buenos Aires se puede llegar vía Roma o Pisa. El costo del ticket a la capital italiana parte en los 1255 dólares.
Dónde comer
- Laticastelli: tiene habitaciones dobles desde 70 euros la noche (la tarifa incluye desayuno e impuestos). Las actividades con caballos se pagan aparte. Hay descuentos por paquetes.
Dónde comer
- La Taverna Enoteca e Ristorante: en Laticastelli ofrece una carta pequeña, pero excelente, de comida toscana y una bodega con exclusivas etiquetas locales.
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