

Otra vez Mendoza. Otra vez la Cordillera con mi hija Mercedes. Pero esta vez fue la tierra del cacique huarpe Cacheuta. La hermosa tierra donde las termas regalan su tibieza. La tierra donde vivieron los huarpes y donde salen de su corazón las aguas calientes en las que se bañó, alguna vez, el inca.
Llegamos al aeropuerto de Mendoza y de ahí nos fuimos directamente a las montañas. Nuestra meta, las termas de Cacheuta. No es la primera vez que vamos y es muy agradable volver, dejar el aeropuerto, acercarse a Luján de Cuyo y de ahí comenzar a subir hacia la precordillera. El camino recorre viñedos y más viñedos, y va adentrándose en una estrecha garganta a medida que se avanza. Esta garganta es una mole granítica llamada el batolito de Cacheuta (batolito significa piedra profunda). Es una extraña presencia en la formación geológica de la precordillera. Es una invasión de magma volcánico que hace millones de años desplazó las rocas sedimentarias.
Seguimos nuestro camino por el cañón del río Mendoza hasta llegar al hotel. Es un paisaje magnífico formado por la más pura naturaleza.
El hotel con sus piletas de piedra llenas de agua termal recostándose sobre el río Mendoza, en medio de este cañón con sus paredes de roca, no se puede describir; simplemente hay que vivirlo. Piletas sobre las rocas y más piletas de piedra con aguas calientes que estremecen en el frío del invierno. El spa, las comodidades del hotel, sus comidas tan regionales, sin televisión ni celulares hacen que la estada sea inolvidable.
Estábamos cerca y decidimos ir a la alta montaña. Otra vez la Cordillera, otra vez la imponencia de sus picos, el Tupungato, que nos recibió con su sombrero de nubes augurando nieve en los próximos días y el Aconcagua tapado completamente por el temporal que se avecinaba. Penitentes todavía no tenía suficiente nieve para esquiar, pero sí para poder admirar su belleza desde lo alto. Algunos cóndores planeaban en las alturas.
Había bastante nieve llegando a Puente del Inca y más nieve ya en Las Cuevas. Todo como lo deseábamos y como desearíamos verlo siempre.
Volvimos a Cacheuta y luego, El Plumerillo, destino Buenos Aires, y los deseos de poder volver pronto a la tierra de los huarpes.
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