
Helo Pinheiro se ríe desde la pared. Los rincones están empapelados de notas periodísticas, fotografías y partituras que cuentan esa historia. La de Vinicius, claro, y esa Garota blonda que en 1965 desgajó su inspiración.
En esta esquina de Ipanema, Mr. Di Moraes anotó la melodía base de una de las canciones más representativas de la Bossa Nova.
Todavía suena en las cuerdas de un agradable imitador con taburete incluido, un que coisa mais linda que eu vi pasar , y uno puede seguir la lírica desde los pentagramas que alteran la monocromía de la pintura.
Otras veces, un trío de muchachones se acerca a las ventanas siempre abiertas y se descuelga con batucadas de panderos, tambores y cánticos como de aliento. El espectáculo siempre es a la gorra y el barcito lleva el nombre de la canción: Garota de Ipanema
El Tortoni de Río
En otra esquina de la ciudad, el café Colombo es algo así como el gran Tortoni carioca.
Grandes espejos belgas en las paredes y un charme de belle époque sentado en cada mesa. El aristocrático salón abrió sus puertas en 1894 y hace unos años fue declarado Patrimonio Histórico y Artístico del Estado.
La propuesta para la hora del té con tortas, panqueques y delicias culinarias del momento es una buena ocasión para compartir espacio con artistas, poetas y escritores de la bohemia local.
Vale reparar tanto en las luces del cielo raso como en los detalles del suelo que evidencian la presencia del art nouveau.
Entre otras personalidades, la reina Isabel de Inglaterra y el rey alberto de Bélgica suelen ser asiduos concurrentes al salón durante sus visitas a Río de Janeiro.
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