
Desde el primer momento que pisamos con mi mujer las calles de Barcelona, la familia Ferrer nos sirvió como plato principal un día en las alturas rocosas de escasa vegetación y absoluta belleza, al Monasterio de Montserrat: la casa de la Virgen Negra.
A 50 kilómetros de la capital catalana, y a una altura de 720 metros, el Monasterio de Montserrat se ha convertido en un punto de peregrinaje para creyentes y de visita obligada para los turistas.
Se puede llegar en tren, en auto o en ómnibus con visitas guiadas. A medida que uno comienza a ascender entre las curvas y las caricias vertiginosas de los precipicios que invitan al miedo, se puede ver pequeñas lenguas rocosas que le otorgan inmensidad al lugar. La Virgen de Montserrat fue declarada por el papa León XIII como la patrona de la diócesis de Cataluña y su color negro motivó que popularmente la llamen La Moreneta.
La imagen actual mide unos 95 centímetros de altura y es una talla románica del siglo XII, realizada en madera de álamo, en su mano derecha sostiene una esfera que simboliza el universo; el Niño tiene la mano derecha levantada en señal de bendición, mientras que en la mano izquierda sostiene una piña. El monasterio está compuesto por dos edificios con distintas funciones: por un lado la basílica y por otro los edificios destinados a atender a los visitantes. Estos últimos incluyen restaurantes, tiendas y una zona de alojamiento.
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