
La fecha cumbre para cualquier maratonista es la llegada de las maratones de octubre, los 42K según entiendo y otra más de no sé cuántos K más adelante a fin de mes.
Esto implica entrenamiento durísimo de seis veces por semana o 6 vxs, sueño reparador de 8 horas, comidas plagadas de carbohidratos y moderación en bebidas y sexo. La gloria de cualquier partenaire. Podría decirse que es más excitante salir con un monje tibetano.
El sábado renuncié a mi rol de cronometradora y me dediqué a dormir mientras mi atleta olímpico se preparaba para surcar al otro día los 100 barrios porteños en una marca de 3 horas o algo así.
-¿No querés seguirme en bici?
¿No querés que te encierre con Valeria Lynch cantándote Más, te doy cada día más a los gritos en un ascensor? ¿Cómo puede suponer que despertarme a las 7 de la mañana es un buen programa?
-No, me parece que mejor te espero en la llegada. ¿Por qué hay llegada, no?
El cuerpo del maratonista post maratón es parecido al de una muñeca de trapo pero en rigidez y con dolor que necesita baños, masajes, comida, líquidos y descanso. Moza, masajista, enfermera y mucama. La fantasía de cualquier tipo salvo que el mío se la pasó durmiendo y abrió los ojos sólo apra mirar el reloj.
-Uy, me re colgué. La tengo que pasar a buscar a Sofía…
La otra Sofía, claro. En fin, ya llegará el calor bochornoso y será imposible correr y sino será cuestión de atarlo a la cama con los cordones de sus súper zapatillas Niké Aire Running Maratón Plus blablabla…
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