
Estuvimos en Marruecos. Todo allí, para nosotros, es exótico y maravilloso. Las medinas, por ejemplo, son espacios donde se mezcla de todo en torno de un sistema de comercio en pequeños tenderetes, apiñados en callejas estrechas en las que caminar y avanzar es todo una proeza. Allí, entre choques de cuerpo a cuerpo y empujones hay puestos de venta de ropa, de alimentos, herboristerías, souvenirs, mezquitas, alfombras, curtiembres, cacharros de cerámica, calzados de todo tipo y calidad, perfumes, y así podría seguir mencionando muchos más.
Caminar por allí es para algunos algo que asombra, mientras que para otros es una especie de pequeña tortura por el ambiente, los empujones, el bullicio, los gritos de los comerciantes ofreciendo sus mercancías, a lo que habría que agregarle la variedad de olores, no todos agradables... Pero se compensa con creces al admirar monumentos, como la torre inacabada de Rabat, que está en una hermosa plaza de columnas truncas, en el mismo lugar donde se encuentra el mausoleo de Mohammed V.
Caminar durante la puesta del sol entre esas columnas es algo verdaderamente inolvidable. Todo es nuevo, distinto y se puede afirmar que el balance es por demás positivo. Además de vivir experiencias y ver maravillas totalmente distintas a lo habitual de nuestras sociedades, uno puede llegar a admirar y valorar lo que es esta civilización que dejó tantos rastros en la región de Andalucía y en el sur de España en general. La Giralda, famosa torre de Granada, fue construida tomando como modelo la Koutoubia de la ciudad de Marrakesh, que junto con la torre inacabada de Rabat hacen una trilogía monumental famosa.
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