
Las olas, el viento y los buenos recuerdos
14 de noviembre de 2010
Las olas y el viento, sucundum, sucundum fue la música funcional de la costa atlántica en los años setenta. La letra contagiosa de Donald, con la imagen de Liliana Caldini saliendo tiritando del agua, se apoderó del imaginario colectivo.
Entonces era de tierra la ruta provincial 11 y el único acceso debía venir desde la ruta 2, que en ese momento se ganaba el adjetivo de trágica por sus carriles de doble mano. Los malpensados repetían que Mar del Plata no quería que se pavimentara para limitar la competencia de las playas que se extendían desde San Clemente del Tuyú (a 320 kilómetros, la más próxima a la Capital Federal) hasta la pequeña Santa Clara (muy cercana a Camet).
Pero la pavimentación de la 11, la creación de las autopistas y la imaginación de los pioneros transformaron la costa. Que ahora es un supermercado de atracciones para todo tipo de gustos y bolsillos.
Hace 40 años, cuando llegar no era tan fácil, las familias solían tener inclinación hacia las tranquilas y extensas playas de Santa Teresita y Mar de Ajó, con el agregado de San Bernardo.
Aquellos pioneros
Todo tiempo pasado no fue mejor sino distinto, porque hoy, en especial para el que pueda aprovechar estos meses de fin de año, hay buenas ofertas a menor precio que en enero.
Se recuerda con museos a los pioneros de Pinamar, como el arquitecto e ingeniero Jorge Bunge y a don Carlos Gesell, que dejó la fábrica de muebles para chicos en Buenos Aires y le dio su vida y su nombre a la villa y ahora ciudad de Gesell.
Donde había médanos surgieron bosques, y se mantienen los defensores de aquel ideario para oponerse a la urbanización indiscriminada que no respeta el medio ambiente.
Gente como Bunge, Gesell y sus continuadores tomaron la posta que se había iniciado en 1913 con el legendario hotel Ostende, a partir de una estación de ferrocarril cuando la arena dominaba el paisaje. En esos años se consideraba que eran terrenos inútiles, pero gracias a estos pioneros todo cambio.
El director Rodolfo Kuhn filmó allí Los jóvenes viejos , película que retrataba a nuestros hippies y el ingenio para nombrar boliches como La Jirafa Roja, La Almeja Miope, El Gato que Pesca.
La feliz cereza del postre
Luego vino Cariló, donde los vecinos todavía luchan por preservar su estilo. Igual que en otros emplazamientos que parecen brotar entre los bosques, como Mar de las Pampas y Mar Azul, entre otras, porque el proceso es contagioso en busca de la soledad en la fusión del mar y el verde. Algunos las llaman Ciudades lentas , pero la velocidad la pone cada uno a partir de lo que prefiere. Porque nadie es el patrón de la vereda.
Por supuesto, la cereza del postre es la Ciudad Feliz, Mar del Plata, que a su vez también tomó nota de estos cambios en el estilo de vida del veraneo y no se limita a la Bristol o el Casino, sino a sus barrios arbolados en Punta Mogotes, el bosque Peralta Ramos y sus chacras con el océano al costado. El menú incluye Sierra de los Padres (aquí también los jesuitas llegaron mucho antes).
A uno se le hace sal la boca al recordar las veces que disfrutó de las o las y el viento sin omitir que el viaje continúa con Chapadmalal, Miramar, Necochea, Claromecó e incluso Monte Hermoso, donde el agua es más templada que al Norte.
Cierro esta sucesión de recuerdos de un enamorado del mar (y de la sierra) con una imagen de un amanecer en Gesell con un jinete al pelo, el Gitano, galopando frente a las olas. La libertad en la naturaleza, igual que en la bella película de Albert Lamorisse, el mismo creador de El globo rojo .
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