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Las Rías Bajas desafían al Atlántico desde el sur de Galicia

Viaje con escalas de Arousa al Miño




GALICIA (El País, de Madrid).- Las Rías Bajas suavizan por el Sur el paisaje abrupto de la costa gallega, construido por su eterna resistencia a los embates del Atlántico. Un rosario de islas protege la costa de Norte a Sur, como un frontón discontinuo, y permite atemperar la fuerza del océano. Los montes cabecean hasta los inmensos arenales de las rías, después de una transición por valles con una flora singular de camelios y viñedos, entre pazos dieciochescos y mansiones de indianos que trajeron de su aventura palmeras y exóticas especies hasta esta tierra.
La ría de Arousa, por el Norte, es la más grande de las gallegas, abrazada por las provincias de La Coruña y Pontevedra. Si toda la costa gallega es marinera, la de Arousa es marisquera. Grove es su capital. La del marisco. La de la ría es Vilagarcía de Arousa. Cambados, si hemos de reparar en el vino, el albariño, variedad naturalizada de los blancos del Rin desde que los templarios llegaron de Europa con los primeros esquejes para plantarlos en el entorno de los sucesivos monasterios que fueron construyendo. Pero también es significativo Rianxo, en la parte coruñesa, por ser la patria chica de Castelao, el gran patriarca del galleguismo. Vilanova, por nacer en ella Julio Camba y Valle-Inclán, asomado éste en piedra al paisaje completo de la ría, con sus bateas y trajín de barcos, desde el mirador de Curota.
El entorno de la ría de Arousa tiene una impronta de balneario que se concreta en la isla de la Toja, cuyo Gran Hotel aprovecha para la salud unas aguas y barros singulares. Se suceden amplios espacios de marisma y, costeando hacia el Sur, la inmensa playa de Lanzada, donde todos los veranos acuden mujeres en romería a recibir el baño de las nueve olas para alentar, en un rito ancestral, sus expectativas de fertilidad.
La isla de Ons, que fue uno de los últimos paraísos hippies, protege la ría de Pontevedra. En la costa de esta ría, Sanxenxo es la Marbella gallega, por el turismo multitudinario que recibe en la temporada estival, en competencia con Baiona, la otra gran población turística del litoral, en la ría de Vigo. La carretera sigue con el monasterio de Poio, con las historias del Camino de Santiago en un espléndido mural de mosaicos. Cristóbal Colón nació en Poio, según una sesuda teoría avalada, entre otras cosas, por la construcción de la carabela Santa María en los astilleros pontevedreses. Antes de entrar en la capital, conviene detenerse en Combarro por la singularidad y abundancia de sus hórreos.
Pontevedra, con 77.000 habitantes, es ciudad de agradecido paseo por calles y edificios de granito, la piedra del país, pazos y casonas, soportales, plazas y plazuelas, como la de la Leña, museos como el Provincial, iglesias como la románica de Santa María de los Mareantes...
La península del Morrazo separa las rías de Pontevedra y Vigo. En Hío, en el municipio de Cangas, está el más celebrado cruceiro de Galicia, una estampa barroca del Descendimiento. En Cabo Home y la Costa da Vela, los mejores percebes. La amplia playa de Barra, orientada al Sur y nudista, ofrece las aguas más calientes de Galicia. Pero los arenales se suceden a lo largo de toda esta ría, que hospeda la capital industrial y económica de Galicia, Vigo.

Vikingos y piratas

Las islas Cíes, que protegen a Vigo de los temporales, fueron habitual cobijo de piratas y flotas invasoras, desde Julio César para acá. Las más sonadas fueron las de los vikingos, las de los turcos, la del célebre Francis Drake: episodios que dieron leyenda y fortalezas a la comarca. Entonces, en el siglo XVIII, los navieros locales también tenían patente de corso. Luego, la ciudad recuperó su inicial vocación marinera que reflejan el casco antiguo, las casas y soportales del Berbés, en los límites de la playa, y, sobre todo, la recuperó la burguesía que propició lo más granado de la arquitectura civil viguesa, en las primeras décadas del siglo XX. Hoy Vigo, con sus 291.000 habitantes, es el primer puerto pesquero europeo y su actividad puede contemplarse desde Castro, especie de monte totémico convertido en el parque central de la ciudad y uno de sus miradores privilegiados. Hay otros, y más espectaculares, en los parques forestales creados en los montes que rodean la ría.

Baiona hace la América

Entre las playas que van sucediéndose hasta Baiona, playa América, en Nigrán, es la más espectacular. En Baiona arribó la Pinta con la noticia del Descubrimiento de América. Ya entonces, desde el Medievo, era plaza señera en torno de lo que hoy es el parador de Monte Real, que hay que contornear para apreciar la diferencia entre el mar de ría y el mar abierto que comienza al Sur.
El paisaje cambia drásticamente hacia el Sur, hasta la desembocadura del Miño, haciéndose casi tan abrupto como el de la Costa da Morte. En Guarda hay que subir al monte Santa Tecla, con el exponente mejor conservado de la cultura castreña (prerromana), y la exposición del espléndido estuario y los paisajes de Rosal que cabecean al valle: de nuevo, albariño, flora exótica en la zona más soleada de la fachada atlántica europea, antes de Portugal.
Primitivo Carbajo

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por Redacción OHLALÁ!


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