

Viernes por la noche. En el aeroparque, a pesar de estar colmado de gente, se disfruta del placer de cambiar la rutina por un fin de semana en las sierras. Siempre se vuelve a Córdoba, por sus paisajes, su clima, su acervo histórico. El viaje dura un poco más de una hora hasta Pajas Blancas y, desde allí, otro tanto, en auto -unos 120 kilómetros- hasta llegar a destino.
El último tramo, de ripio, serpentea por los cerros e indica que la tranquera está próxima. La oscuridad impide ver el paisaje, aunque al día siguiente habrá tiempo de contemplar todo. Un singular manto de estrellas cobija el ascenso. Por fin llegamos: al cielo, no; a Dos Lunas-Alto Ongamira, una antigua estancia de las Sierras Chicas, próxima a Asconchinga, de espléndida naturaleza, ideal para recargar las pilas. Un establecimiento adaptado para turistas exigentes y en tren de descanso. Todo en medio de la paz y el silencio.
A 1200 metros de altura, ocupa más de 3000 hectáreas donde, además de atender a los huéspedes, se cría ganado vacuno.
El visitante es rey
Aquí, después de una corta estada, se descubre que el visitante es rey. El gerente, Juan Fernández Ocampo y su esposa, Teresa, se ocupan de dar la bienvenida y de ofrecer atención personalizada. Juan sabe mucho sobre caballos y cabalgatas. Además, jugaba al polo. Dos Lunas está de temporada todo el año y su oferta de entretenimientos y diversión es amplia. El casco es sencillo y está rodeado, a lo lejos, por cerros colorados que recortan sus formas sobre el cielo azul. Galería al frente y un orden de habitaciones semejante al de las casas chorizo de Buenos Aires.
La casa, que fue decorada con muy buen gusto, es un refugio exclusivo. En otra parte del casco funciona el sector de servicios: cocina, comedor y sala de estar. Tiene capacidad para más de 20 personas.
Allá lejos, en el tiempo, la estancia perteneció a una familia inglesa, pero mucho antes, los indios comechingones tuvieron su asentamiento principal en estas tierras.
A dormir
Una visita a este lugar depara agradables momentos. Para empezar, se duerme demasiado bien. Esa mezcla del calor de la chimenea en el cuarto con el canto de tantos pájaros y las comodísimas camas es incomparable.
Un desayuno revitalizador espera en el comedor, con muchas tentaciones. Por ejemplo, el dulce de leche, la sabrosa manteca y los scons elaborados allí.
A la luz del día se respira el aire frío y limpio. El paisaje se revela magnífico. Parece difícil encontrar otro lugar en la provincia donde se pueda apreciar en tan pocos kilómetros cuadrados, como los que rodean al casco, tal cantidad de paisajes salpicados por el atractivo de las sierras.
Terrones colorados
Los paredones de piedras están ahí, tentadores, para asaltarlos en una escalada dentro del contexto de imágenes dibujadas por impactantes terrones colorados. El desgaste natural ha formado curiosas figuras. Hasta se puede jugar con el eco que rebota y se pierde en los cañones.
El cielo reluce sin nubes y las aves rapaces se adueñan del aire. Cóndores, águilas y aguiluchos reafirman, allá en lo alto, su condición de protagonistas. Mirar hacia arriba no garantiza ver algún OVNI que, según dicen, circulan esporádicamente por allí. El sol se hace notar, impiadoso.En esta zona el clima es benigno. A mediodía, por supuesto, sabrosos platos campesinos. El asado es una gloria.
No es un lugar para quedarse quieto, excepto tomando sol al lado de la pileta, un tanque australiano, o leyendo a la sombra de las galerías. Entre lo más atrayente de Dos Lunas figuran las excursiones dentro y fuera de la estancia. Hay recorridas en bicicleta, cuatriciclos, travesías en vehículos 4x4 y avistamiento de aves.
Las cabalgatas por diferentes circuitos, incluso pernoctando en las sierras, con guías son las preferidas. Duran varios días y se puede llegar a más de 1500 metros en la zona más alta de Sierra Chica. Para piernas fuertes, las caminatas son ideales. A partir de esta variedad se abren elecciones diferentes para probar la energía. Está en los planes incorporar, entre las actividades, el parapentismo.
Por supuesto, siempre hay algo más. Si el huésped es golfista, le bastará saber que La Cumbre y Asconchinga tiene buenos escenarios para practicar el swing y ver volar la pelota.
Subiendo la cuesta
El programa puede ser improvisado, cada uno hace lo que quiere. El nuestro arranca con un breve circuito 4x4 y alcanza su punto culminante en una antena, a la que se accede después de superar con el vehículo el empinado corte del terreno.
Más tarde vendrá un paseo en cuatriciclo por un camino, en cuyo trazado abundan las curvas, bajadas y algunas subidas empinadas. Los senderos son de tierra y se ven vertientes y arroyos cristalinos. Una cabalgata fue el perfecto broche de oro para un recorrido por las sierras y dentro de los límites de la estancia. Como todo lo que sube, baja, según los caprichos de la física, volvimos al casco, y luego encaramos la ruta hacia el aeropuerto.
De regreso se pasa por lugares históricos de gran importancia, como la estancia e iglesia de Santa Catalina y su vecina La Ranchería.
Mucho más que contarlo, repetir esta experiencia es un compromiso.
Techos y estribos
- Son múltiples las opciones para alojarse en la estancia y los precios se fijan según las distintas modalidades. Con desayuno y almuerzo cuesta 100 pesos; pensión completa, 130. Programas de cabalgatas: 4 días, 350 pesos; 3, 250; diaria, 80 pesos. Hospedaje como complemento de cabalgatas de 3 y 4 días, 50 pesos. Hasta el 31 de diciembre próximo las tarifas tienen un descuento del 35%, sin IVA ni pasaje aéreo incluidos. Conviene reservar con anticipación. En Buenos Aires, 0800-333-2666, viajes@lihue-expediciones.com.ar ; en Córdoba, (0351) 4282019 veveyv@infovia.com.ar
Por Julio Aguirre Chaneton
De la Redacción de La Nación
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