
(Estoy de viaje, cuando vuelva prometo leer e intentar responder todos los comentarios).
El jueves a la noche me puse a hacer la valija. Después del episodio del miércoles estoy muy contenta de haberme podido ir. A eso de las once me toca el timbre el vecino de arriba, ese que conté que solo me crucé un par de veces y en dos oportunidades me invitó a su casa porque "siempre hay fiesta" (esas fueron sus palabras).
Lo reconocí y le abrí, aunque le pregunté desde la puerta qué necesitaba, con buena onda. Al parecer estaba esperando a unos amigos y estaba preparando unos tragos. "Invité amigos y me faltan unas limas para unas caipis, ¿por casualidad tendrás algo parecido? Me cerró el chino en la cara, no llegué a comprar", me dijo.
De casualidad tenía un limón que me había quedado de una vez que compré para las milanesas.Fui a la heladera (que queda a tres pasos de la puerta de entrada de mi departamento) y él solo entró y se sentó en el sillón.
Cuando fui al living sorprendida por su exceso de confianza le di el limón y empezó a buscar conversación. Como no se iba le pregunté si quería algo de tomar, me dijo que sí e hice té para los dos. Si hubiese tenido una cerveza en la heladera no dudaba en abrirla, pero tenía la heladera vacía.
Vio la valija en el living y me dijo: "Asumo que te estás yendo, porque estos días estuviste en tu casa". Hablamos de Nueva York, me contó que él estuvo el año pasado, me recomendó algunos lugares para ir y demás. Al principio no me pareció muy lúcido, pero con el correr de la conversación me empezó a caer cada vez mejor. Tiene algo seductor en su forma de hablar y moverse, no sé muy bien qué. Ese exceso de confianza que al principio fue desubicado después terminó siendo gracioso.
Tomamos el té, yo en jean y ojotas y él vestido para salir, y sin darnos cuenta nos quedamos media hora charlando. En un momento lo llamaron los amigos desde abajo para preguntarle por qué no contestaba el portero eléctrico. Nos despedimos y se fue.
Fue tan raro y tan natural a la vez. Nunca había cruzado más de dos palabras con él. No sé a qué se dedica ni la edad que tiene, pero me cayó bien. ¿Para qué mentirles? Me gusta. Lo que más me atrajo es esa actitud despreocupada y confianzuda. Entró, se sentó, charlamos, así como si nada.
Las veces que me lo había cruzado en el ascensor me había parecido un nabo, pero ahora que me liberé de ese prejuicio me divierte la idea de gustar de alguien que está tan cerca.
A todo esto: ¡¡NO SÉ SU NOMBRE!! Tampoco estoy segura de que él sepa el mío. Me olvidé de preguntárselo y cuando se fue me fijé en las expensas, pero no sé si es propietario o inquilino, así que no estoy segura de que el nombre que figura es el de él. Con mis amigas le pusimos un apodo: Lima Limón.
¿Alguna tuvo una historia con un vecino? ¿Es útil o incómodo que viva tan cerca?
Sigo en Nueva York paseando con mi hermana.
Esta situación con Lima Limón me hizo acordar a una canción de Jugate Conmigo que rezaba: "Me llamo Juan, soy tu vecino del 8ºC, el que se muere cuando no te ve". Si habré cantado esta canción en la primaria...
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