Liubliana, el encanto de una ciudad en frasco chico
La pequeña capital, a poco más de dos horas de Venecia, es ideal para recorrer a pie y dejarse llevar sin apuros entre puentes, castillos y colinas
2 de diciembre de 2012
LIUBLIANA.- El castillo coronando la ciudad evoca a Praga. La gente en bicicleta le da un aire a Ámsterdam, pero parte de su arquitectura recuerda a Viena. Liubliana, capital de Eslovenia, no es de las ciudades más importantes ni populares de Europa. Sin embargo es una conjunción de muchas de ellas. Escondida del turismo masivo, es tranquila y pequeña, pero tiene todo.
La única forma de conocerla es a pie, de manera que si se llega en auto hay estacionamientos en las inmediaciones del barrio histórico. Como en tantas ciudades de este continente, el río -llamado Ljubljanica- está en el centro de la escena. A su lado, todos los caminos conducen a la plaza Pre?eren: allí convergen siete calles. De forma circular y completa de adoquines, la plaza es un punto de reunión entre eslovenos, y puerta de entrada al turismo. En uno de sus bordes se destaca la barroca iglesia Franciscana de la Anunciación, en color rosa fuerte, pero el impulso lleva inmediatamente a tomar uno de los caminos que de aquí se desprenden: cruzar el puente Triple, elegante entrada al casco antiguo. Liubliana me da la bienvenida.
Como tres dedos abiertos de una mano, desde este puente se aprecia el río verde, los álamos y sauces llorones que acompañan su curso hasta donde la vista alcanza. La ciudad y la naturaleza caminan de la mano. El río es tranquilo, igual que Liubliana. Una lanchita rompe el espejo de agua y lo deja ondulado, sin contaminar siquiera con el ruido del motor. Lleva cuatro turistas. La ciudad es ecológica, segura para transitar a toda hora, y también económica. Una noche de hotel para dos personas cuesta 60 euros con un generoso desayuno y estacionamiento. Los menús turísticos arrancan en los 7 euros, mientras el paseo en barco cuesta 8 euros por persona. No tiene íconos mundiales de la talla de la Torre Eiffel o el Coliseo. Pero su rica cultura se ha forjado gracias a los imperios veneciano y austrohúngaro. Ofrece historia, belleza y calidez, a casi dos horas y media de Venecia.
Desde el puente también se puede admirar la ciudad a 360 grados y su diversidad de estilos. Tras el terremoto de 1511, Liubliana fue reconstruida según los modelos de una ciudad renacentista (estilo barroco), pero un sismo aún más destructivo la azotó en 1895, y fue otra vez reconstruida, esta vez siguiendo los patrones del estilo art nouveau. Una quinta parte de los 276.000 habitantes son estudiantes. Por ahora no aparecen. Apenas se cruza el puente, el primer edificio alberga la Oficina de Información Turística, donde se obtienen mapas y una sugerencia de los lugares para visitar. Allí me indican el camino para llegar al castillo, en lo alto de una colina. Novecientos años atrás, acceder a él y penetrarlo sin duda habrá sido imposible. Hoy se llega en funicular o a pie, andando por caminitos algo agrestes y ascendentes durante 15 minutos. Tomo valor, voy a pie.
Una vez arriba, el puente levadizo atraviesa la impenetrable pared de piedra e invita a ingresar al patio interno del castillo. Por fuera conserva un aire medieval, pero por dentro ha sido completamente modernizado. Hay un restaurante, una cafetería, una capilla, sirve de museo y se festejan allí casamientos, como el que ahora transcurre. Por 6 euros se puede seguir subiendo hasta la torre, donde se pueden captar las mejores fotos aéreas de Liubliana. En un día claro, desde aquí se ve un tercio de Eslovenia.
Hongos gigantes
Hacia abajo se distinguen los principales puntos turísticos, adonde seguirá mi recorrido. El mercado de frutas y verduras al aire libre congrega a los lugareños que compran directo de los granjeros. Parecería que todos se conocen. Es imposible entender lo que hablan, pero se percibe que todo sucede en la más absoluta cordialidad. Se pueden adquirir los típicos higos de Pre?eren -bañados en chocolate-, nueces, avellanas, y llama la atención el tamaño de los hongos comestibles? ¡Los más grandes que jamás haya visto!
A continuación está el puente de los Dragones, construido en 1901 y de estilo art nouveau. Cuatro dragones custodian las cuatro esquinas. La leyenda dice que cuando este puente es cruzado por una doncella, los dragones mueven sus colas. Por ahora llevan más de 110 años y ninguno la ha movido.
Pocos pasos más conducen a la catedral de San Nicolás, otra de las construcciones más imponentes. Lo llamativo son sus puertas de bronce, con cabezas en relieve que se asoman y representan la historia del cristianismo. Una verdadera obra de arte construida para la visita del papa Juan Pablo II, en 1996.
Una escalinata de 99 peldaños lleva a la iglesia en la isla de Bledfotos - Créditos: Corbis
Hay plazas de adoquines, callecitas empinadas que se desprenden en zigzag y restaurantes para diferentes presupuestos, desde McDonalds hasta los más íntimos. Lo lindo es caminar y recorrer sin monumentos para ir tildando, sobre todo por la margen del río, acercándose a la universidad y las escalinatas que miran al agua.
Se puede llegar también en bicicleta, el alquiler cuesta 5 euros el día. Aparecen construcciones que hablan de historia, pero el mejor sabor que deja Liubliana es la calle. El sonido de un violín altera el aire silencioso. Es una joven que imparte melodías mientras la lámina de chocolate se funde en mi taza. Una audaz novia pasa con el fotógrafo y su flamante marido. Lleva vestido blanco semicorto y zapatillas All Star rojas. Aquello también merece una foto. Tomar un refresco en uno de los numerosos cafés a lo largo de las márgenes del río, o en el casco antiguo, es una buena manera de observar y sentir las pulsaciones de la vida cotidiana.
Tras haber recorrido el área peatonal, llego nuevamente al triple puente, el cual además de cruzar al nivel de la calle tiene escaleras que bajan y permiten acercarse aún más al río. Al caer la tarde, en aquel subsuelo un restaurante enciende las velitas en cada mesa. Una señora coloca un cartel que indica un menú de rabas y cornalitos con una gaseosa por 7 euros. Está cayendo la tarde.
La plaza Prešeren de a poco va cambiando su ritmo. Ahora entiendo que Liubliana es la ciudad de los estudiantes. Aparecieron de noche. Nada que altere el orden ni que traiga demasiado ruido.
El río ahora refleja las luces tenues de los restaurantes que se van poblando. Vale la pena caminar para encontrar el que se adapta a la talla de cada uno. Se llenan de gente, más de la que parecía haber en esta apacible ciudad. Yo por mi parte pago 2 euros en un puesto callejero sobre la misma plaza, por un crêpe con Nutella. El vendedor me habla en italiano y yo le entiendo poco. "Español, de Argentina", le digo simplemente para completar la frase. No pretendo que conozca, pero inmediatamente responde levantando los brazos: "Messiiiiii". Imposible contener la sonrisa, mientras vuelvo hasta mi hotel caminando tranquila, como es Liubliana.
Escapada a Bled
Por su ubicación en el centro del país (algo más pequeño que la provincia de Tucumán), la capital es un punto de partida ideal para descubrir los paisajes diversos de Eslovenia, solamente a una o dos horas en auto. Hay desde playa hasta centros de esquí.
Unas de las joyitas más visitadas es la isla de Bled. A 55 km de Liubliana, Bled es la única isla natural de Eslovenia, en un lago glacial de aguas cristalinas.
En uno de los márgenes del lago, sobre un acantilado rocoso de 130 metros, el castillo con más de mil años custodia los Alpes Julianos, los gigantescos bosques y la propia isla en medio del lago que alberga solamente una iglesia y un monasterio.
A lo largo de toda la orilla del lago hay senderos para caminar o andar en bicicleta, bajo los árboles que en esta época se tiñen de infinitos verdes, rojos, amarillos y ocres. Desde distintos puntos salen botes de remo (llamados pletna) que conducen a la pequeña isla. Hay 23 barcos con sus remeros que llevan pasajeros, un derecho que se pasa de generación en generación.
Desde la plaza en Veslaska Promenada, un hombre de piel curtida y arrugada cobra 12 euros para subir al pletna. Subo y espero que sigan arribando pasajeros. Por momentos llegan grupos de dos o tres personas que se sientan sobre la misma banda y el barco se inclina peligrosamente. Nos reímos en diferentes idiomas y nivelamos otra vez. Finalmente 16 personas a bordo ya son suficientes para zarpar. El hombre agarra los remos y nos conduce durante casi media hora hasta la isla. La paz nos invade. Los remos se ven bajo el agua con la misma claridad que si estuvieran sobre ella. Apenas se percibe el ruido suave del remo acariciando el lago. La iglesia, Asunción de la Virgen María, construida en el siglo XV, se ve cada vez más cerca. Un hombre le cuenta a su grupo que cuando vino de visita Juan Pablo II pidió él mismo ir remando. La piel se eriza, aunque en Internet no hay rastros de aquella anécdota. Pasamos frente al castillo, o más bien debajo de él, porque se alza sobre el lago en lo alto de una cornisa. El remero llega a la costa de la isla y avisa que en 30 minutos todos deben volver a bordo. El tiempo sobra. La isla es muy pequeña. Una escalinata de 99 escalones conduce a la iglesia. Es frecuente que se hagan aquí casamientos y, según reza la tradición, el novio debe subir con la novia en brazos para asegurarse una feliz vida juntos.
DATOS UTILES
Cómo llegar
- Transporte. Hay conexiones aéreas low cost desde varias ciudades europeas, o conexiones ferroviarias. Si se llega en tren, la estación está a una distancia accesible a 15 minutos a pie del centro histórico.
- Pase: la tarjeta Ljubljana Card cuesta 23 euros por 24 horas, y permite usar el transporte público, funicular, 4 horas de bicicleta, ingreso a más de 11 museos, ingreso al castillo, zoológico, botánico, entre otros.
Dónde alojarse
- El hotel Park ofrece una excelente calidad precio-beneficio. Ronda los 60 euros la noche para dos, y está a 10 minutos a pie del casco histórico. También ofrece estacionamiento. www.hotelpark.si