
SANTIAGO, Chile (El Mercurio).- Medio siglo después de convertirse en el primer hombre en llegar a la cima del Everest, en 2003 sir Edmund Hillary volvió para celebrar su hazaña. Pero el aspecto de la montaña echó a perder la fiesta: había generadores eléctricos, una antena para telefonía celular y miles de latas de cerveza tiradas en el suelo. Frentea la escena, Hillary se lamentó: "Esto no es montañismo".
Tanta basura es el legado de miles de montañistas que han intentado imitar a Hillary. Uno de ellos fue el periodista estadounidense Michael Kodas. Escalador aficionado y reportero del The Hartford Courant de Connecticut, en 2004 Kodas tenía 51 años cuando intentó por primera vez subir el Everest, pero una lista larga de hechos tragicómicos se lo impidieron.
"Nos robaron diez de las 13 carpas del equipo, además de las diez botellas de oxígeno que necesitábamos para alcanzar la cima. Toda la cuerda que un auspiciante nos regaló se perdió. Nuestro guía, un escalador rumanoestadounidense,golpeó a su esposa en frente de los otros montañistas y la dejó inconsciente", cuenta Kodas desde Connecticut, y advierte que la historia no termina ahí:
"En el campamento dos, a unos 7500 metros sobre el nivel del mar, fui obligado a bajar luego de que el mismo guía me amenazara en público con sabotear mi sistema de oxígeno o incendiar mi carpa para evitar que escribiera sobre lo que él había hecho a su esposa... Al final, mi primer logro en el Everest no fue sobrevivir a los riesgos de la montaña, sino escapar de los peligros de otros montañistas".
Justo cuando Kodas intentaba hacer cumbre por la ladera norte, Nils Antazena, médico estadounidense de 69 años, moría en la ruta sur. "No era un montañista experimentado. Sólo se trataba de un hombre ávido de conquistar la cima del mundo", dice Kodas.
Los problemas de Antazena comenzaron cuando contrató los servicios de un guía argentino que le mintió al decirle que había subido el Everest, y que lo dejó morir en la montaña después de haber hecho cumbre. Esta historia fue el comienzo del libro para Kodas.
"Antazena contrató un guía que había robado a otros montañistas fotos de la cima del Everest para usarlas como prueba de su experiencia en la montaña y tenía documentos falsos para probar sus credenciales de guía internacional. Antazena y yo cometimos los mismos errores, pero yo tuve más suerte", dice Kodas, que decidió volver al Everest en 2006 para investigar y escribir Crímenes de altura: el destino del Everest en una era de avaricia.
"Quería destacar que no todo escalador de montaña es un héroe", explica antes de intentar ilustrar lo masivo que se ha vuelto el Everest: existen al menos doce rutas, hay letreros publicitarios de ropa deportiva de montaña a cinco mil metros, una antena de celular que provee servicio telefónico en la cima y doctores que atienden a tantos pacientes por infecciones venéreas y heridas de riñas como por congelación o mal de altura.
¿Cómo describiría el campamento base del Everest?
De manera especial en el lado del Tíbet, hoy más parece un pueblo minero que un campamento de montaña. Cuando estuve ahí en 2006 había más de 80 carpas en una pequeña villa en la que podías comprar comida, bebidas alcohólicas, camas, ropa, drogas e incluso la compañía de prostitutas.
¿Por qué tantos quieren subir el Everest?
El año del desastre de Into Thin Air (libro de Jon Krakauer sobre los hechos del 10 de mayo de 1996, cuando murieron ocho montañistas), 96 personas alcanzaron la cima del Everest. El año último 525 personas hicieron cumbre. Yo creo que el desastre de 1996 incrementó el encanto de la montaña, provocando que más escaladores sin experiencia quisieran subirla. Para muchas personas el Everest es la última medida del logro humano y necesitan inscribirse en la lista de las que han llegado a la cumbre para estar sobre el resto.
¿Cuáles son los riesgos hoy?
Muchos escaladores reportan que les han robado el equipamiento del que dependen sus vidas, como cuerdas y, sobre todo, botellas de oxígeno. Otros han vuelto a sus campamentos y se han encontrado con montañistas en sus carpas, en sus bolsas de dormir, comiendo su comida, usando sus estufas y respirando de sus botellas de oxígeno.
Su libro dice que algunos sherpas han caído en estas prácticas
Una sola botella de oxígeno vale más que el doble de lo que un nepalés promedio gana en un año, y más de cuatro veces de lo que gana un tibetano. De todos modos, lo que más sorprende son los robos de otros montañistas occidentales.
¿Cómo ha afectado todo esto al ecosistema y la cultura?
Con más de tres mil ascensiones triunfales y un camino asfaltado hasta el enorme campamento base, no hay dudas de que la huella de los montañistas es enorme en el Everest y sus alrededores. Muchos de los problemas ambientales, sin embargo, han disminuido por medidas de China y Nepal que incentivan a los escaladores a pagarles a sherpas para que bajen los tanques de oxígenos vacíos y la basura.
¿Qué pasa con los sherpas?
Han visto mejorar sus vidas con la industria del Everest. Su región es la más rica de Nepal y, gracias a los esfuerzos de Hillary y otros montañistas, hoy tienen escuelas y clínicas. Sin embargo, muchos mueren cargando enormes mochilas con equipamiento. Organizaciones como Porters Progress están intentando poner fin a este abuso.
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