

LOS ANGELES.- Hay ciudades peatonales, ideales para caminar, donde el auto es una carga más que una comodidad. Pienso en Nueva York o París. En cambio, en otras resulta difícil, sino imposible imaginarse a pie. Por ejemplo, en Los Angeles.
Y se equivocan porque en LA, como se empeñan en abreviarla para hacerla corta, uno también puede disfrutar sin alquilar un auto, usando los medios de transporte público y sobrevivir para contarlo. Como es mi caso.
Es cierto que es gigantesca, y por momentos parece una convención de autopistas más que una ciudad. Sin embargo, uno puede elegir dentro de su fascinante catálogo de atracciones, zonas y actividades para el que por razones personales no quiere manejar (de económicas a psicológicas) y le basta un par de zapatos cómodos y un panorama de las líneas de ómnibus, que son varias y con frecuencias razonables.
Sin olvidarnos del nuevo subterráneo, que está en plena expansión y nos puede llevar hasta los Estudios Universal, por un lado, y hasta Long Beach por otro, acercándonos a Disneylandia. Como lo primero es lo primero, debemos comenzar por saber qué es lo que más nos gustaría conocer y cómo es nuestro grupo. Santa Monica es uno de los lugares más convenientes para que las familias se alojen (con buena relación precio y servicio, porque hay mucha oferta de hoteles y sitios de comida rápida).
Cerca del mar
Tiene un área peatonal, con shopping al pie, un muelle de diversiones y está muy cerca del mar. Además, está bastante próxima a la playa de Venice, con su show comparable al de South Beach, en Miami con una tipoteca de película, incluyendo a Arnold Schwarzenegger que antes iba al gimnasio y ahora atiende su restaurante.
Otra zona, muy recomendable para mi gusto, en especial para parejas de adultos sin hijos o con adolescentes grandes, es Westwood. Allí está el campus de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA). Para vivir es más cara porque no abundan los hoteles de mediana categoría, sino los de lujo, como el W. Pero no está lejos de Santa Monica y tiene una gran cantidad de sitios pensados para los estudiantes, que tienen más hambre y ganas de divertirse que plata.
Hay más alternativas para alojarse a prueba de gustos y bolsillos, pero me detengo en Santa Monica y Westwood, porque están cerca del agua y desde allí se puede pivotear hacia casi toda la ciudad con buenas líneas de ómnibus hacia Beverly Hills (incluyendo Rodeo Drive) y también el Strip, del Sunset Boulevard. Podemos, incluso, hacer conexiones para llegar en el Metro Rail (subte) hasta el Teatro Chino y el restaurado Hollywood Boulevard.
Como es una zona de montañas, las calles pueden cortarse de golpe y si uno está sin auto, y por ende sin la posibilidad de gambetear los obstáculos con las autopistas, tiene que recordar que hay dos avenidas que son las llaves maestras del peatón: Santa Monica Blvd. y Wilshire Blvd. Cerca de Palisades Park, que es una maravilla para ver el atardecer sobre el mar, son paralelas muy próximas, pero después se van abriendo. Se cruzan en un punto en Beverly Hills y Century City, el lugar de concentración del mayor número de autos caros que puede soñar un tuerca con los ojos abiertos.
Aunque el lector prefiera alquilar auto y manejarse por su cuenta, le sugiero que haga la experiencia de llegar en ómnibus hasta West Hollywood, donde se filmó la serie Melrose , y bajarse en el gigantesco mall de Beverly Center y, de paso, conocer el vecino Pacific Design Center, creado por César Pelli, al que llaman La Ballena Azul por su forma y color. Y con el ómnibus Nº 20 seguir por Wilshire Blvd; que después de dejar atrás Westwood (y la tumba de Marilyn Monroe) pasa frente al Regent Beverly Wilshire, el hotel de Mujer Bonita y frecuente escenario de las travesuras de Eddie Murphy. A un lado está Rodeo Drive (apenas un par de cuadras) y a otro, los grandes nombres de Saks Fifth Avenue, Neiman Marcus o Barney´s.
En el itinerario vemos varios de los mayores museos de esa avenida, incluyendo el Hammer, el Petersen de autos y las dos sedes del Lacma, de arte del condado, que es un imperdible.
Los Angeles quiere rivalizar con Nueva York en grandes museos y tiene el más hermoso del mundo, por su ubicación y diseño, que es el Getty Center, que merece una nota aparte.
En cualquiera de las Metro líneas, el paseo puede ser tan agradable como económico y, a veces, muy rápido, si lo combinamos con el Metro Rail (subte). Además, se conoce mejor la ciudad porque uno no tiene más que mirar hacia donde le plazca o revisar el mapa cuidadosamente en lugar de estar ocupado manejando.
Cada vez me agradan más las travesías urbanas, acodado en la ventanilla y alternándolas con caminatas en las zonas que más me atraen, que son muchas en esta ciudad como en cualquier otra megalópolis (Londres, Madrid o la misma Buenos Aires).
A veces voy hasta el final del recorrido para regresar en el mismo asiento y no perderme el panorama de la otra vereda. Tienen muchas líneas, pero estas dos (4 y 20) son tan emblemáticas como estos dos grandes bulevares (Santa Monica y Wilshire).
Por otra parte, como LA es un condado con una suma de ciudades con autonomía, hay aportes tan importantes como el sistema de Santa Monica, que tiene 13 líneas propias en su Big Blue Bus, claramente identificados por el color.
Dos de ellas eran mis preferidas desde Santa Monica o Westwood. La Nº 1, que une la UCLA con Venice y su diversión a dos puntas, y la Nº 2, que sigue un itinerario diferente para cubrirlas. Las alternaba para conocer los rostros diferentes y complementarios en mi autotour (en realidad, mi bus tour ). Los vehículos son igualmente cómodos, pero el boleto cuesta menos de la mitad (50 centavos).
Esta revalorización del transporte colectivo, que muchos de los propios residentes de la ciudad no conocen o valoran, es un fenómeno que responde al desafío de la realidad.
En LA hay muchos coches, demasiados; la densidad automotor es tan grande que hasta en las autopistas (freeway, porque todas son gratuitas) hay embotellamientos en las horas pico. El subterráneo, en plena expansión, y la mejora de los servicios públicos de superficie, están transformando la ciudad. ¿Quién le diría a un angelino que su ciudad se está convirtiendo en peatonal?
Horacio de Dios
Para LA NACION
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