Laura Lazzarino y Juan Villarino tienen las casillas de mail rebalsadas desde el 22 de marzo. Ese día, The New York Times lo nombró a él "the world's best hitchhiker" y a ella, que viajó con él los últimos ocho años de su travesía que empezó hace 13, su fiel compañera de viajes. La traducción literal de la palabra refiere a su habilidad de hacer dedo, pero el equivalente argentino del término sería mochilero. Y queda mucho más cómodo, y justo para Laura, decir que son los mejores mochileros del mundo a los mejores "hacedores de dedo".
Los dos siempre fueron viajeros, pero lo que los empujó finalmente hacia la vida nómada fue la crisis. Juan está festejando 20 años desde la primera vez que hizo dedo de Mar del Plata a Villa Gesell, pero recién en 2005 apostó todo a viajar (ya lleva recorridos 90 países). En la nota cuenta el impacto que tuvo en él el estallido de 2001: "me di cuenta de que podías trabajar toda tu vida para tener una casa, una carrera y, de un día para el otro, podía desaparecer". A Laura le pasó en carne propia pero en 2010, cuando llegó a trabajar un lunes y no pudo abrir la puerta porque la agencia de viajes en la que trabajaba había cerrado sin aviso durante el fin de semana. Cuenta a LA NACION: "Ese día, mi "estabilidad" se vino abajo. ¿Cómo iba a pagar el alquiler? ¿Qué iba a hacer ahora? Ahí me hizo un clic muy fuerte, y fue un antes y un después".
Las ruinas aztecas. Gentileza Juan Villarino y Laura Lazzarino
Sus caminos se cruzaron cuando ella le escribió después de leer su primer libro Vagabundeando en el Eje del Mal – Un viaje a dedo en Irak, Irán y Afganistán (que agotó su cuarta edición y ofrecen desde su blog de forma directa). Intercambiaron algunos mails y notaron que la conversación fluía con magia. Decidieron conocerse y aseguran que al tercer día de viajar juntos ya estaban completamente enamorados.
En este último tiempo recorrieron América Latina, África y Europa. Viven de escribir, ya sacaron un libro juntos (Caminos Invisibles – 36.000 km a dedo de Antártida a las Guayanas) y están armando otro focalizado en mostrar la hospitalidad de la gente de todo el mundo. Además, tienen esponsoreo en sus blogs (el de ella es un hit entre viajeras argentinas) y hasta hicieron una publicidad de la aerolínea Avianca.
Otra de Egipto. Gentileza Juan Villarino y Laura Lazzarino
-¿Cuál fue el momento más duro que vivieron juntos de viaje?
Juan: La primera pregunta suele ser casi siempre sobre el momento más duro que tuvimos, quizás porque en el imaginario colectivo viajar a dedo parece ser algo difícil o duro, no sé por qué, y por ende la gente pregunta desde su prejuicio del tema. Pero sería un masoquista si llevara 13 años haciendo algo que fuera duro o penoso. Obviamente en todo viaje largo, de más de un año, hay algún que otro momento difícil, igual que si te quedás en casa. Pero son pocos, no llegan a definir ni de cerca el tono general de este tipo de experiencias. Con Laura, lo más duro fue en el reciente viaje por África, en la frontera entre Somalilandia y Yibuti. El primero es un país que no aparece en ningún mapa. A pesar de haberse separado efectivamente de Somalia y tener su propio presidente, moneda, ejército y bandera, no fue reconocido por la ONU. Intentar cruzar hacia Yibuti era la maniobra logísticamente más complicada de todo el itinerario que habíamos diseñado. Y cumplió las expectativas…
Tras cruzar un desierto sin carreteras en un Land Cruiser con diez personas llegamos al puesto fronterizo mal dormidos. "Si quieren salir, tienen que pagarnos 60 dólares cada uno" – dijo un militar sin soltar su fusil. Como nos negamos, nos retuvieron el pasaporte. Sin embajada que llamar, en un país que no existe en el mapa, teníamos pocas chances. Si hubiéramos querido pagarles no había cómo, porque al ser un país no reconocido no había cajeros internacionales de donde retirar ese dinero extra que no estaba en nuestro presupuesto. Sólo cuando les dijimos que teníamos todo el tiempo del mundo y que nos quedaríamos allí hasta que cambiaran de opinión y comenzamos a armar la carpa bajo un árbol, se apiadaron de nosotros y nos dejaron pasar a Yibuti, donde debimos discutir cuatro horas más para que nos dejaran ingresar: nunca había visto un turista llegar a pie a esa frontera y no sabían que hacer con nosotros. Fue la única frontera de África, hay que decir, donde tuvimos problemas con oficiales corruptos.
Islandia. Gentileza Juan Villarino y Laura Lazzarino
-¿Qué extrañan de la vida sedentaria?
Laura: Nunca extrañé tanto la comida de mi casa como cuando estuve en Etiopía y no encontraba nada parecido con qué engañar el paladar, y a la vez ningún mango supo tan rico como ese que me comí en Colombia después de meses de estar en casa. Estando lejos uno extraña todo. Desde cosas puntuales como los asados de los domingos, su cama o la posibilidad de tener toda tu ropa en un placard, hasta cosas más abstractas como las rutinas, poder establecer vínculos más duraderos o escribir en la comodidad de tu escritorio. Y, a la vez, después de un tiempo en Argentina, empezás a extrañar ese abanico de sorpresas y desafíos diarios que implica estar de viaje: probar comidas nuevas, aprender cosas cada día, la magia de despertarte cada mañana con un paisaje distinto. Es un vaivén eterno pero hermoso a la vez, porque te hace valorar mucho cosas que de otro modo darías por sentadas.
Haciendo dedo en Siria. Gentileza Juan Villarino y Laura Lazzarino
-¿Alguna vez consideraron dejar este tipo de vida?
Juan: La verdad que no, a esta altura sería muy duro pensar en volver atrás. Esta es nuestra pasión, nuestra profesión y nuestra fuente de ingresos al mismo tiempo. Cuando esas tres cosas van juntas, sería muy extraño querer dejarlas. Hemos logrado después de años un nomadismo sustentable. No sólo viajamos por placer: cada itinerario está trazado en función de un plan de libro, indagando en aspectos específicos de cada país visitado. La posterior transformación de esos pasos en literatura de viajes son un emprendimiento de tiempo completo. Cuando empecé, me sustentaba con la venta de libros artesanales, no existían las redes sociales ni la posibilidad de vender los libros desde el blog como ahora. Pensaba que me estaba saliendo del sistema, pero me equivocaba. Ahora, con la perspectiva que te da el tiempo, entiendo que lo que estaba haciendo era elegir mi propio lugar en el sistema, con mis reglas, pero no abandonarlo. Hoy tenemos varios proyectos editoriales en agenda, algunos relacionados con viajes ya realizados, y otros por venir. Gracias a la repercusión que tuvo una reciente entrevista en The New York Times, también se abrió la puerta a traducir los libros a otros idiomas. A veces incluso sentimos que esto recién empieza.
Iglesias en Etiopía. Gentileza Juan Villarino y Laura Lazzarino
-¿Qué consejo principal le darían a alguien que quiere "dejar todo" para viajar por el mundo?
Laura: Que no se lo tome tan a la tremenda como suena cuando te lo pregunta alguien más, por empezar. Porque si no uno no se anima. "Dejar todo" es muy relativo. ¿Qué dejás? Un trabajo, un alquiler…cosas que tampoco son para siempre y que podés recuperar cuando vuelvas -si es que decidís volver-. La vida estable tiene mucho de fantasía: uno siente que tiene todo seguro y en realidad muchas de esas cosas no son tan así, porque dependen de factores que no controlamos y que pueden hacernos tambalear en cualquier momento. Animarse es lo más difícil, pero vale la pena. Y si no, siempre se puede volver.
Charla con locales en Egipto. Gentileza Juan Villarino y Laura Lazzarino
-¿Qué lugares los sorprendieron en relación a lo que sabían de ellos?
Laura: Sin lugar a dudas, África fue el lugar que más ruido hizo entre expectativas versus realidad. Y eso que no me gusta referirme a África como un todo, porque África no es un país. Pero pasa eso: es nombrarlo y que se te vengan a la cabeza un montón de imágenes que se relacionan más con el peligro y lo más triste de la humanidad, que con la autenticidad que tiene el continente, todo. Sin negar los problemas, viajar por África nos abrió los ojos de una manera difícil de imaginar. Desde Sudán -país al que entré con terror y que nos hizo sentir más bienvenidos que en cualquier otro lugar- hasta Ruanda -en donde casi nos multan por cruzar la calle por el medio en vez de por la senda peatonal-. El ritmo frenético de Nairobi con sus clubes nocturnos y su centro financiero, la paz de Namibia con sus paisajes lunares, o la prosperidad de Botswana en contraste con algunos de sus vecinos. Los más de 32 mil km que hicimos a dedo desde Cairo hasta Ciudad del Cabo fueron intensos pero calaron hondo: ahora no vemos la hora de volver.
La montaña de la mesa en Ciudad del Cabo. Gentileza Juan Villarino y Laura Lazzarino
-Traten de elegir su lugar favorito hasta ahora.
Juan: Qué lindo y qué difícil. Hay distintos destinos por distintos motivos. Hay sitios que prefiero por la adrenalina y por la dificultad de llegar hasta ellos, como Afganistán, Tíbet o la República Separatista de Transnistria. Esos son, digamos, trofeos.Después hay países donde me siento muy cómodo y a dónde he regresado en múltiples oportunidades. Soy un enamorado del Viejo Mundo: Irlanda, por la espontaneidad de su gente y su cultura de pubs; Alemania, por sus ciudades medievales, viñedos y castillos a orillas del Rin, pero también porque ciudades como Hamburgo y Berlín son incubadoras de arte, el corazón de la escena alternativa de Europa. Y no lejos en el pelotón va Rumania, quizás el país más hospitalario de Europa, con raíces latinas y una campiña melancólica digna de explorar en la zona de Transilvania. En Sudamérica soy fan indiscutido de Colombia. Todo el mundo debería poder viajar a Colombia una vez por mes para desintoxicarse de la prisa de nuestras ciudades.
Laura: ¡Es una pregunta difícil! Pero así, en líneas generales, te diría que de Latinoamérica Colombia es mi país preferido (hemos pensado en mudarnos para allá en más de una oportunidad, en ningún otro lugar nos sentimos tan a gusto). De Europa me quedo con Islandia por sus paisajes impresionantes (pero con la comida de Italia, que no me cansa jamás). De África, sin dudas, Tanzania es mi país preferido: tiene la conjugación perfecta entre paisajes, gente y exoticidad.
Caminando el desierto de Colombia. Gentileza Juan Villarino y Laura Lazzarino
- ¿Qué gestos de hospitalidad los llevaron a querer escribir su próximo libro?
Juan: Podría hacer una lista con cientos, ¡creeme! Siria fue uno de los países que más me marcó. Antes de la guerra, era extremadamente seguro viajar por el país, y su gente, de las más hospitalaria de este planeta. Camino a las ruinas de Palmira, en el desierto, me detuve en una aldea para comprar agua mineral. En el almacén, un joven que hablaba un poco de inglés me invitó a su casa a almorzar y conocer a su familia. Lo primero que me emocionó fue darme cuenta de que esa familia, como tantas otras en Siria, tomaba mate (la bebida fue introducida por los inmigrantes sirio-libaneses que fueron a Argentina y que, en algunos casos, regresaron a su país). El ver que sin tener un idioma en común una mirada era suficiente para acordar que había que cambiar la yerba, me hizo dar cuenta todo lo que podés compartir, sin saberlo, con la gente de un país aparentemente tan "exótico". Siguiendo arraigadas costumbres beduinas me insistieron para que me quedara dos días con ellos. Luego del último almuerzo compartido, siempre sobre la alfombra, el padre de la familia decretó que, aunque no volviéramos a vernos, yo ya era parte de la familia, sólo por haber compartido con ellos los alimentos. Desde que empezó la guerra Civil en Siria, no he dejado de pensar un día en ellos.