
De: Juana Libedinsky
Para: turismo@lanacion.com.ar
Asunto: ¡Auch!
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Asunto: ¡Auch!
¡Auch! , ¡Qué dolor! Todos los miembros masculinos de mi familia dieron esa misma respuesta como forma de declinar mi invitación. Mis amigas aclararon que con escuchar los falsetes de Michael Jackson y los Bee Gees ya habían tenido suficiente. Así que emprendí sola el camino al Händel House Museum de Londres, donde, hasta octubre, se puede visitar la primera exposición del mundo dedicada a los castrati.
El museo (en 25 Brook Street, a cuadras de la avenida Picadilly) es la casa donde vivió el compositor George Frideric Händel, desde 1723 hasta su muerte, en 1759, y donde compuso algunas de sus obras más célebres, como El Mesías . Luego fue habitada por Jimi Hendrix, así que uno se imagina que cualquier tema que aborden en sus exposiciones será desde una perspectiva bastante abierta. Pero llegar y encontrarse ante todo con los instrumentos que se usaban en Umbría (capital mundial del capado de cerditos ¡y niños! en los siglos XVII y XVIII), igual sobresalta hasta al visitante más superado.
Idolos pop, los de antes
Los castrati eran los ídolos pop de la época. En Italia, al menos unos 4000 chicos eran castrados por año (varios morían por infecciones y complicaciones derivadas) por padres ambiciosos que buscaban que hicieran fortuna en la ópera o como solistas en palacios e iglesias. Los compositores como Händel, lejos de horrorizarse, estaban encantadísimos con la posibilidad de escribir para seres capaces de llegar a las notas más altas del registro femenino con la potencia de un hombre adulto.
¿Valía la pena tanto sufrimiento? La muestra prueba que el tema físico no era lo único sacrificado. Por el contrario, desde niños los castrati debían vivir con una disciplina y dedicación al arte imposibles de igualar hoy.
"Es posible que su talento y habilidad superaran los de cualquier vocalista contemporáneo. Farinelli, por ejemplo, quizás haya sido el cantante técnicamente más dotado que el mundo jamás haya conocido", sostiene Nicholas Clapton, curador del museo.
En la casa de Andel se escucha una grabación de principios del siglo pasado del último castrato, Alessandro Moreschi. Según Clapton, suena como Pavarotti, pero dos octavas más arriba. "A mí me parece que suena como mi primita de 10 años cantando sobre uno de esos chorros de helio que aflautan la voz, pero debo estar equivocada. Después de todo, al público le gustaba tanto que le gritaba a Moreschi Eviva il coltello (o larga vida al cuchillo ) al final de cada función."
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