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Los clichés




No quiero ser mala pero estoy a punto de serlo. Hago una nota mental en la que me digo: please acordate que no te querés casar así. El CLICHE sin límites. Pompa y circunstancia, ramo de una única cala, pétalos de rosa, atrio, entrada triunfal, carnaval carioca, video desde que éramos chiquitos, las temidas fotos de la adolescencia, las de las vacaciones post menemistas en Punta Cana, ligas, rugbiers amigos del novio pasados de copas, tiritas que salen de una torta y ramo volador.
Y mis mismos 32 años.
Me siento una porquería humana pero también tengo que admitir que la entrada de blanco nunca fue un sueño que haya tenido, ni en mi más tierna infancia. Más bien soñaba con ser un ángel de Charly o la mujer biónica.
El chico se portó como un rey, de principio a fin y hasta tuvo la buena onda de revolear el chipote chillón del Chapulín Colorado durante el carnaval carioca y hacer trencito sin ningún prurito mientras yo moría de angustia. Hay momentos de los casamientos con los que no puedo lidiar, me atormentan. Es un problema exclusivamente mío, eso está clarísimo. Sólo me emociono cuando la novia entra del brazo del padre.
El Chico es un auténtico todo terreno, un hombre para todo evento. Sigue sumando créditos y cuando volvíamos en el taxi medio embebidos en alcohol y noche lo miré y le dije:
-Bueno, una certeza que podemos tener, mas allá de donde nos lleve la vida, es que ésta nosotros no la vamos a tener que pasar.
Y no tengo la menos idea de por qué se lo dije. ¿Quién me manda, no?
-El miedo, dice Mara.
Otro cliché.

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por Redacción OHLALÁ!


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