
En cada rincón del mundo la vida es del color con que se la mire. Mientras en Wall Street una suba de acciones se anuncia con carteles verdes, en los mercados asiáticos el verde indica que bajaron las cotizaciones. En Estados Unidos y Europa, el luto se expresa a través del negro, tanto en ropa como en avisos fúnebres. Pero en la mayoría de los países asiáticos, por el contrario, la gente va a los funerales vestida de blanco; y si se trata de naciones que siguen el culto budista, una muerte se anuncia en letras rojas. Por esta razón, en Asia jamás verá el menor trazo rojo en una tarjeta personal. Si un turista entregara una que tuviera letras rojas, el gesto se interpretaría como una ofensa grave, casi como un mal augurio.
A la hora de dar la bienvenida a los recién nacidos, nuestro país sigue los dictados arbitrarios de los norteamericanos: rosa para las nenas y celeste para los varones. En Inglaterra, en cambio, el rojo es el color de la virilidad y el azul se aproxima al mundo femenino.
Desaciertos
Para confundirnos más aún, algunas cosas parecen atadas a un color, pero la realidad se encarga de desmentirlo. Por ejemplo, la caja negra de los aviones es anaranjada o amarilla; la Green Card norteamericana no es verde y la cartografía abunda en referencias cromáticas harto desacertadas: Río de la Plata, río Bermejo, Mar Rojo, Mar Negro, Bahía Blanca, etcétera.
Sólo la clorofila del reino vegetal --siempre verde y responsable de que las plantas se vean así-- ha logrado que los ecologistas de todo el mundo se pusieran de acuerdo: sus partidos, donde quiera que se encuentren, siempre se embanderan con verde. Por extensión, gracias a su defensa de las fuerzas vivas, también Greenpeace echó mano del verde.
En síntesis, la cultura creada por el hombre se encarga de desordenar los colores, que en la naturaleza guardan cierta lógica. Algunos ejemplos:
Verde: una versión atribuye a Mahoma, el profeta del islamismo, haber dicho: "El agua, el verde y un rostro hermoso son tres cosas universalmente buenas". Por eso, la tradición asocia el verde con el islam, y no sería una buena idea elegir una camisa de ese color para caminar por las calles de Bosnia o Israel.
Si viaja a China, deje los sombreros verdes en casa, pero por razones más profanas: allá se suele bromear con los que los usan, porque se los asocia con los hombres engañados por sus mujeres. En muchas partes, la envidia vuelve verdes a las personas, con excepción de Shrek y El increíble Hulk, que ya son así por decisión del séptimo arte.
Azul: los anglohablantes del planeta llamaron azul (blue) a la tristeza y le tributaron una melodía. Pero en cuestiones políticas no se pusieron de acuerdo: en Estados Unidos este color identifica a los demócratas y en Gran Bretaña, a los conservadores.
El equivalente del término azul también apunta en varias direcciones, según las latitudes: significa joven, en japonés; gay, en ruso, y borracho, en alemán.
Por más que América y Europa repitan que los aristócratas tienen sangre azul, gracias al histórico mameluco que visten de sol a sol, este color también pasó a ser patrimonio de la clase trabajadora.
Rojo: en la Argentina es rojo el antídoto contra la envidia que se coloca en muñecas, pies o carritos de un bebe recién nacido, costumbre que probablemente hayan traído consigo los más recientes inmigrantes asiáticos, ya que el rojo es el color de la suerte en casi todo Oriente. Durante el Año Nuevo Chino, los empleados reciben el hong bao, un sobre rojo con el aguinaldo anual. El día del cumpleaños se encienden velas de ese color y, en una boda tradicional, las novias eligen un vestido rojo. En esos mercados, un logotipo empresario o el lanzamiento de un packaging rojo van con todas las de ganar.
Por lo menos desde la Revolución Francesa, el rojo se impuso en todo el mundo como el color emblemático de los partidos políticos más radicalizados, pero hoy es el del Partido Republicano de los Estados Unidos, que no quiere saber nada con izquierdas y revoluciones. Curiosamente, hasta hace algún tiempo, el uniforme de los soldados del Imperio Británico también utilizó el rojo.
Amarillo: por más que Corcho Rodríguez se las haya enviado por centenares a Susana Giménez, en la Argentina las rosas amarillas siempre simbolizaron el desprecio, tanto como las blancas el abandono. En Estados Unidos, en cambio, si una persona muy suelta de cuerpo le enrostra You are a yellow! (usted es un amarillo), prepare una respuesta: le está diciendo que usted es un cobarde. En otras circunstancias, y tal vez por asociación con la fiebre amarilla, este color también remite a una persona enferma. En la Iglesia Apostólica Romana, el amarillo, en cambio, es el color papal y en la China antigua, el emperador era la única persona que podía vestirse de amarillo. Aun hoy, en Malasia se reserva esa tonalidad para el baldaquino que brinda sombra al rey.
Mónica Martin
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