

Al llegar a la ciudad de Luoyang, en la provincia de Henan, repasé en mi guía de viaje esa noche lo que vería al día siguiente, bien temprano, para evitar las frecuentes aglomeraciones de turistas chinos dadas las características históricas y artísticas de las cuevas de Longmen.
Esta empresa pétrea tuvo lugar cuando la dinastía Wei del Norte fue trasladada de Datong a Luoyang, comenzando, en el año 473 d.C. bajo las manos de piadosos artistas budistas, el colosal esfuerzo de despertar en la dura roca del acantilado del río Yi a miles de personajes religiosos (cerca de 100.000) distribuidos en 1400 cuevas, que en distintas medidas y actitudes saludan al sol que se asoma en la orilla opuesta, todos los días hace más de un milenio.
Pude recorrer primero las cuevas de Binyang, las más antiguas, del principio de la dinastía Wei del Norte. Luego visité la espectacular cueva de los Diez Mil Budas del siglo VII.
Ese día el sol se presentó como un disco rojo en el gris de una profunda niebla que amalgamaba las espejadas aguas del río Yi con los desdibujados límites de los acantilados y un cielo de plomo terminaba por crear una atmósfera misteriosa donde los infinitos semblantes de los budas, los Bodhisattvas (como Guanyin, Amitabha, Sakyamuni) y otros seres celestiales se turnaban en un juego silencioso de apariciones y desvanecimientos, lo que le dio una impronta casi teatral a mi recorrido.
Finalmente llegue a la cueva de la Adoración de los Ancestros, y aunque sabía que esa enorme escalinata de piedra llevaba a las obras más impresionantes del recorrido, sólo fue que al ascender lentamente dentro de un mar de niebla fui percibiendo primero tímidamente y luego más nítidamente, los rasgos de los colosos de Longmen. Comandados por la estatua central de Buda (según dicen con los rasgos de la emperatriz Wu Zetian de la dinastía Tang, que encargó los trabajos de esta cueva como una búsqueda personal de trascendencia) se distribuyen en una escena de escala monumental, como si emergieran milagrosamente del río envolviendo al viajero, que termina maravillado, rindiendo homenaje en semejante panteón a esos personajes de miradas perdidas en el fin de los tiempos.
SEGUIR LEYENDO


Lanzamos Wellmess, el primer juego de cartas de OHLALÁ!: conocé cómo jugarlo
por Redacción OHLALÁ!

Gala del Met: los 15 looks más impactantes de la historia
por Romina Salusso

Kaizen: el método japonés que te ayuda a conseguir lo que te propongas
por Mariana Copland

Deco: una diseñadora nos cuenta cómo remodeló su casa de Manzanares
por Soledad Avaca Cuenca
