

SINGAPUR._ Resultado de una condimentada mezcla de razas y culturas, esta pequeña isla del sudeste asiático ha sabido modernizarse en pocas generaciones. Es que la vida de sus habitantes se parece poco a la de sus pares de países limítrofes. Conservan las comidas y las fiestas tradicionales, pero se visten a la manera occidental, viven en grandes edificios o condominios, no pueden respirar sin aire acondicionado y tienen la mayor densidad de centros comerciales jamás vista.
Pero es quizá la tecnología lo más notorio en Singapur. Viajar en el metro es gozar de limpios y silenciosos trenes con aire acondicionado y hasta desodorante de ambiente.
Incluso en servicios para turistas la tecnología se hace visible: al caminar por la señorial Orchard Road, cabinas con pantallas ayudan al viajero a encontrar hoteles, recomiendan sitios turísticos y hasta lugares fuera de los circuitos tradicionales.
Entre otros, se destaca un espacio con nieve artificial en donde es posible esquiar. ¡En un país donde la temperatura siempre ronda los 32 grados!
Sin embargo, aunque no parezca a primera vista, Singapur también rescata viejas tradiciones y creencias. ¿Ejemplos? Grandes edificios inteligentes, con ascensores que hablan a sus ocupantes, están construidos siguiendo las reglas del feng shui, una creencia sobre la circulación de la energía, que se originó en China en nuestra era.
Sin playas que ofrecer por la gran cantidad de tráfico marítimo en sus inmediaciones, Singapur tiene espacios modernos que deslumbran por su tecnología y organización.
Un ejemplo es la isla de Sentosa, a la que se accede mediante un teleférico, que está enteramente dedicada al entretenimiento. Cuenta con hoteles, restaurantes y un excelente sistema de transporte con un monocarril, y un servicio de ómnibus abiertos.
Pocos son los elementos del pasado que aún persisten, sobre todo porque se pierden entre la deslumbrante masa de rascacielos. Pero que los hay, los hay. Entre ellos, el mercado detrás de Bugis Junction, donde se vende desde ropa hasta CD o frutas. También quedan las antiguas casas de China Town, con cantidad de detalles que remiten a supersticiones chinas, o los abarrotados negocios de Little India.
Tanto para los turistas como para los locales, los shopping son las vedettes de la isla, sobre todo los dedicados exclusivamente a artículos electrónicos, como el Funan Centre. Pero en realidad la comercialización de productos abarca todos los ramos, que además parecen estar de liquidación en toda época.
Lo que todavía asemeja Singapur a sus vecinos son los patios de comidas, o Hawker Stations, donde las variedades chinas, indonesas, tailandesas, japonesas, indias o malayas convencen los paladares.
En cuanto a los sitios turísticos, los singapurenses no hacen gala de lugares históricos, sino de todo lo contrario, casi todos sus espacios fueron cuidadosamente construidos recientemente. Algunos como el Night Zafari, un zoológico de animales con hábitos nocturnos, el Zoológico o el Parque de los Pájaros, sorprenden con graciosos shows e ingeniosas pruebas.
Prohibido comer chicle
Muchos se preguntarán cómo llegó esta mínima isla a destacarse en relación con otros países de la región. Y lo cierto es que Singapur ha cambiado en sólo 40 años. Con una historia accidentada, signada por inmigraciones, invasiones y el comercio entre distintas razas y culturas, la isla empieza a destacarse a partir de 1819, cuando sir Stanford Raffles se estableció allí con la East India Company. Como colonia inglesa también sufrió avatares: tres años de dominación japonesa en la Segunda Guerra Mundial.
En los años 50 negociaron el retiro de los ingleses y sólo en 1965 Singapur se conformó como República.
Desde entonces, el gobierno atrajo la inversión extranjera, desarrolló importantes obras de infraestructura y sistemas de viviendas para los habitantes, logrando prosperidad económica, salud y educación. Pero también ha pautado la vida de sus habitantes al extremo, ganándose muchas críticas en el exterior. Hasta los chicles están prohibidos en el país. Además, la prensa es controlada por el gobierno y los discursos no autorizados en público constituyen un delito.
Hoy, Lee Kuan Yew sigue siendo un hombre influyente luego de haberse retirado como Primer Ministro en 1990.
Datos útiles
Cómo llegar: el pasaje aéreo, de ida y vuelta, hasta Singapur cuesta 1600 dólares.
Alojamiento: desde 30 hasta 200 dólares la habitación doble.
Comidas: una comida económica cuesta de 5 a 10 dólares por persona. En un restaurante de categoría, entre 50 y 100 por persona.
Más información: Oficina de Turismo de Singapur, Ayacucho 1474, 3° piso; 4381-1694.
María Victoria Repetto
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