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Los padres fundadores

Bunge, Gesell, Guerrero y Dufaur, visionarios que se animaron a forestar desiertos de dunas




Hace más de 80 años que Jorge Bunge comenzó a soñar con transformar en un balneario ese cordón de dunas que, hasta entonces, eran los fondos de campo de las estancias La Invernada y El Rosario, propiedad de los Guerrero.
Bunge, que había estudiado en Alemania no sólo Arquitectura e Ingeniería, sino también Urbanismo, pensó en fijar las dunas, forestarlas y urbanizarlas.
De hecho ideó un novedoso diseño urbano que se oponía a los trazados en damero, y en su lugar respetaba las dunas y las ondulaciones del paisaje. Así, cuando despuntaban los años 40 comenzó la fijación de la arena, la apertura de las calles y las primeras construcciones.
Se asoció con una empresa denominada Pinamar SA, junto con Valeria Guerrero. A ellos se sumaron hombres de campo, industriales y profesionales animados por el afán de superar un verdadero desafío. Porque, hay que decirlo, sobre 2684 hectáreas había que hacer todo.
Finalmente, el 14 de febrero de 1943 se inauguró el balneario de Pinamar, además del Playas Hotel, la usina eléctrica y un pequeño centro comercial. Ya en 1949, los pobladores tenían luz , aunque de a ratos: de 7 a 12 y de 14 a 20, y a veces dos horas más para ver las peleas de boxeo.
Bunge murió en 1961, cuando ya funcionaba el primer banco, el correo y el Club Social y Deportivo, entre otras inauguraciones.
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También en las tierras que pertenecieron a Héctor Manuel Guerrero se libró otra batalla contra el viento y el desierto. El resultado fue esa ciudad de bosques y playas que hoy atrae a miles de turistas y que se llamó Cariló, de la voz mapuche médano verde .
Transcurría 1918 cuando Guerrero empezó a plantar especies traídas desde la isla Victoria, en Bariloche, al tiempo que viajaba y consultaba a especialistas de todo el mundo, ya que a nadie se le ocurría forestar en médanos movedizos. Ante la crítica y el escepticismo de sus contemporáneos, este hombre se atrevió a transformar 1700 hectáreas de médanos en uno de los pinares más espectaculares de la costa.
Era una tarea sobrehumana. Junto con sus empleados recorría caminos de tierra con cañadones que ellos mismos iban abriendo, acarreando los árboles en carretones de madera tirados por caballos.
Guerrero había heredado las tierras de su hermana, Felicitas Guerrero, viuda de Martín de Alzaga. Cuando lo heredó era un descampado inmenso, que en pocos años dotó de un casco, un parque diseñado por Carlos Thays y más de 200 hectáreas de frutales.
El pionero de Cariló murió en 1953, cuando su paraíso se había materializado.
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Le decían el Loco de los Médanos. Carlos Idaho Gesell tardó diez años en arrancar un yuyo a ese desierto de dunas inhóspitas, donde el viento se empeñaba en arrasar con cada especie que plantaba y donde sólo se aventuraba ganado cimarrón.
Pero este alemán obstinado y arremetedor no desistió. Por suerte: a mediados de los años 40 empezó a tomar forma el bosque por el que tanto había trabajado, incluso atándose con sogas para que el viento no lo tumbara.
Así logró forestar 1648 hectáreas sobre el mar, las mismas que había comprado en 1931 por consejo de su amigo Héctor Guerrero, fundador de Cariló.
La idea original de Gesell, sin embargo, jamás fue la de crear un importante balneario como lo es hoy. Todo lo contrario: quería sembrar pinos para abastecer a la fábrica familiar de muebles para niños, Casa Gesell. Cuando murió, en 1979 (a los 87 años), Villa Gesell ya era mucho más que una villa. De hecho, en 1970 había sido declarada ciudad, aunque todos los años sigue atrayendo a miles de veraneantes.
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Su nombre es tal vez el menos conocido de los cuatro. En 1879, Esteban Dufaur recibió de su padre 4000 hectáreas en lo que hoy es Monte Hermoso, y que en ese entonces eran médanos estériles. Hacia 1910 comenzó la tarea de forestación y fijación de dunas, imaginando un proyecto turístico. Así construyó el Hotel Balneario Monte Hermoso, en gran parte con las maderas arrojadas al mar por un velero norteamericano que quería evitar su naufragio.
La villa no detuvo su crecimiento y en 1975 fue declarada ciudad. Hoy se extiende con nuevos loteos hacia el Este y el Oeste. El 50% de las casas pertenece a gente de Bahía Blanca (distante a 106 km), que las usa para el fin de semana y para veranear.

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por Redacción OHLALÁ!

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