NAPOLES.- La vista aérea de Pompeya, en el sur de Italia, no puede menos que impresionar. No es una ruina, una casa, o un conjunto de columnas, sino una ciudad íntegra la que, extendida a los pies del Vesubio, abre sus calles y sus casas a la curiosidad de los arqueólogos y los turistas. Teatros, baños termales, residencias de lujo, casitas de libertos, gimnasios, talleres de artesanos: de repente, el 24 de agosto del año 79, ese hormiguero que era Pompeya en los primeros años del cristianismo quedó convertido en una ciudad de piedra, sepultada bajo la lava y la ceniza. Veinte mil habitantes, rodeados de una campiña floreciente, perecieron bajo la furia del volcán. Las huellas de sus vidas cotidianas tardarían siglos en ser recuperadas: sólo en el siglo XVIII se conoció el nombre de la ciudad y empezaron a salir a la luz sus sorprendentes restos arquitectónicos, mosaicos, frescos y esculturas. Y entre ese maremágnum de objetos surgidos de la ceniza, testimonios materiales de una vida acomodada y evolucionada, afloraron también las obras que hablan de la vida amorosa de la antigua respublica Pompeianorum . Siglos después allí siguen, a la vista de los visitantes, los frescos y murales eróticos de la ciudad que un día vivió la llegada del Apocalipsis.
Libertad de costumbres
Recorriendo las calles y casas de Pompeya, aparecen aquí y allá las pinturas y bajo relieves con motivos que van desde "Príapo pesando su miembro viril" (en la Casa de los Vetii) hasta "Sátiro y Ménade" (Casa del Fauno) o "Pan y el Hermafrodita" (Casa de los Dióscuros), entre una multitud de situaciones explícitas que revelan la amplia gama y la libertad de las costumbres romanas en materia de artes amatorias. Las pinturas no se limitan a lugares donde serían esperables, como el lupanar, sino que se extienden sin pudor a los baños, las casas patricias y los jardines de toda la ciudad. En muchos casos, estas imágenes tenían valor ritual o religioso, y vinculaban las figuras fálicas con la fuerza generadoras de la naturaleza. O al menos ésa fue la explicación "políticamente correcta" que se le quiso dar desde hace siglos...
El recorrido artístico-erótico por Pompeya, sin embargo, supera los límites de la urbe romana, y se extiende hasta el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles (el antiguo Museo Borbónico), donde se creó una sala especial para albergar y exhibir las obras de arte erótico halladas entre las ruinas. En 1819, tras clasificar buena parte de los objetos encontrados en Pompeya, los de carácter obsceno fueron reservados a una habitación especial, que no sería puesta en orden y catalogada sino hasta después de 1860. Entre tanto, en 1849, la puerta de este recinto fue tapiada, para evitar las miradas de ojos indiscretos. Incluso en Pompeya, en los mismos años, se habían construido gabinetes de metal cerrados sobre los frescos eróticos, que sólo se abrían -previo pago de una modesta tarifa- a los caballeros que hubieran probado ser "maduros y de costumbres respetables". Por entonces, el gabinete secreto del museo sólo se abría con previo permiso especial, y únicamente a los hombres de cierta relevancia. A lo largo de los años siguientes este cuarto fue sucesivamente cerrado y reabierto, según las preferencias de las autoridades de turno y las conveniencias políticas (por poner un ejemplo, la visión mussoliniana de las excavaciones de Pompeya como una "nueva Roma" no casaban demasiado con la frescura explícita de sus pinturas eróticas). Finalmente, poco tiempo atrás la colección fue a dar a una sala especial del Museo de Nápoles, y simplemente una leyenda en la puerta advierte a los visitantes sobre la naturaleza de las obras que verán en el interior.
Datos útiles
Entradas
Las ruinas se pueden visitar todos los días, de 8.30 a 17, en invierno. Entrada, aproximadamente 10 dólares.
Sugerencias
Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. Piazza Museo 19, Nápoles. Abierto de 9 a 20.
Por Pierre Dumas
Para LA NACION
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