

Mi abuela tenía dos cosas que a pesar de su edad mantenía impecables: la piel y el pelo. Siempre andaba con un rodete ajustado perfecto (que me enseñó a hacer sin que se te escape un pelo) y sólo se lo soltaba a la noche. Cuando me iba a dormir a su casa me encantaba esperar hasta tarde y verla pasearse por la casa en su camisón y el pelo suelto. Creo que muy poca gente la veía así. Mi abuela almidonaba sus sábanas con almidón "verdadero" y sí o sí las colgaba al sol y las planchaba. Tenía unas especiales para mí a las que le había bordado unas margaritas. Creo que nunca en mi vida planché un juego de sábanas (o una toalla para el caso). Después estaba la piel, siempre increíblemente suave igual que las manos que se llenaba de crema después de lavar los platos. Era una regla inquebrantable, eso y el aceite de almendras que compraba en la farmacia de la vuelta en un frasquito con gotero. "Una mujer siempre tiene que tener la piel suave y las manos prolijas".
Hace días que me paso la mano por los brazos y siento que tengo la piel sequísima, áspera, nada que ver a lo que es en verano. Como primer medida empecé a tomar más agua, ando con la botella a cuestas como una "mema" y me obligo porque si no puedo pasar todo el día y apenas tomar uno o dos vasos.
Después me acordé de lo que hacía mi abuela, una mina que venía de una familia de inmigrantes (¿quién no?) y que de chica vivía sin el más mínimo lujo. Jabón blanco neutro, esponja de cocina y aceite de bebé. En plena ducha caliente, jabón y esponja por todo el cuerpo (inclusive en la cara con la parte amarilla) y después el aceite de almendras en codos y rodillas que reemplacé por el de bebé y mi crema habitual en la cara. Una semana después cambié la piel como un reptil, un placer total.
Mi abuela me contaba que de chicas no tenían perfumes y que con sus hermanas robaban florcitas del limonero y se las frotaban en las muñecas o hasta unas gotitas de limón detrás de las orejas. De grande, cuando mis padres viajaban, le traían jabones y perfumes y ella siempre pedía esos frutales y cítricos como uno de Balmain que ya no me puedo acordar cómo se llama.
Para mí, siempre va a tener ese olor que a veces siento aún hoy, aunque hace años que no esté por acá.
SEGUIR LEYENDO


Lanzamos Wellmess, el primer juego de cartas de OHLALÁ!: conocé cómo jugarlo
por Redacción OHLALÁ!

Gala del Met: los 15 looks más impactantes de la historia
por Romina Salusso

Kaizen: el método japonés que te ayuda a conseguir lo que te propongas
por Mariana Copland

Deco: una diseñadora nos cuenta cómo remodeló su casa de Manzanares
por Soledad Avaca Cuenca
