Newsletter
Newsletter

Los trazos cubanos en Miami

La Little Havana asoma como un barrio distinto de los otros que hay en la ciudad, por la personalidad que los habitantes de la isla forjaron a su vida y a sus calles




M IAMI.- Dice el hijo del dueño que el restaurante de su padre se llama Versalles en honor al lugar donde se firmó el tratado que le dio la independencia a Cuba, en 1898. Pero no parece ser la única razón. La decoración espejada y pomposa, los pasillos tan largos, todo recuerda a palaciegas virtudes. Por no hablar de Lola, la reina del lugar.
El Versalles está en un extremo de la calle ocho y desde sus comienzos, en 1971, fue punto indispensable de reunión de los cubanos exiliados en Miami después de Castro. Lola zumba entre las mesas, recomienda el picadillo con frijoles negros, la sangría helada, el café bien cubano. Tiene un pelo rubio que parece una peluca y las mejillas pintadas de rosa en círculo, como si se tratara de un maquillaje para liderar una función infantil.
Cuenta que antes de volver de Cuba trabajaba de asistente social, y que no ha perdido la vocación. Ahora, las horas en que no trabaja de camarera siempre recibe a alguien en su casa. Algún recién llegado, otro con algún problema de trabajo, algún desorientado. Cuenta que tiene un novio de veinte años, también cubano.
Sigue zumbando entre las mesas y contando. Su historia ya la dijo toda, o al menos lo que quería decir de ella. Entonces intercepta a otros de sus tantos compañeros de trabajo, que acarrean fuentes en las que asoman langostas y platillos varios. "¡Ey! ese que va ahí es un balsero, aquél se vino con la lotería." Los otros tienden a seguir de largo; a muy pocas personas les gusta que resuman su vida en un grito ante miles de comensales.
Los pocos que resisten el shock se detienen y cuentan algo. Sus opiniones y conclusiones exceden el plan turístico de quien viajó a Miami y fue a comer a Versalles por el puro gusto de la comida cubana. Pero la conjunción no debería sorprender. Miami ha sido, desde sus comienzos, terreno donde han convivido las costumbres del turismo y los ecos de la historia cubana. Después de 1865, terminada la guerra civil, comenzaron los intentos por parte de varios particulares de convertir los terrenos aledaños al Miami River en una zona turística. Julia Tuttle, una de esas viudas emprendedoras que nunca faltan, llevó esa idea a buen puerto cuando logró convencer al magnate Henry Flagler de extender las líneas de su ferrocarril hasta la incipiente Miami. El impulso fue tal que en menos de un año Miami había dejado de ser un descampado para convertirse directamente en ciudad. Nunca fue villa ni pueblo.
Paralelo a ese abrupto inicio como ciudad turística, con tren y hoteles, Miami albergó desde sus comienzos a grupos de cubanos descontentos con la marcha de la política en su isla de origen. Algunos llegaban para conspirar, otros simplemente para escapar y esperar. De ese paso -y de esa permanencia- de cubanos en Miami hablan varios rincones de la Little Havana por los que hoy, para hacer honor a la convivencia mencionada, se puede hacer un interesante recorrido turístico.

Morir en la otra Havana

Algunos de los testimonios más claramente políticos están en el Cementerio Woodlawn, ubicado en SW 8th, entre 32nd St. y 35th St., en el corazón de la Little Havana. Allí está enterrado, entre otros, Gerardo Machado, presidente de Cuba a principios de este siglo, cuando la isla había abandonado su dependencia del gobierno español y se había convertido en un protectorado de los Estados Unidos. Cuando Machado quiso eternizarse en el poder, en 1933, fue destituido y huyó a Nassau. Su derrocamiento dio entonces lugar a una de las tantas olas de exiliados cubanos a Miami, la de los machadistas. Otra de las tumbas corresponde a Carlos Prío y Socarrás, presidente democrático de Cuba que en 1952 fue derrocado por un golpe militar liderado por el general Fulgencio Batista. Prío fue uno de los que convirtieron a Miami en centro conspiratorio, ya que desde allí se planeó la recuperación del poder. Un plan que le dio resultado a medias: en diciembre de 1958 su grupo logró destituir a Batista del poder, pero el control de Cuba quedó bajo su mayor aliado, Fidel Castro. Prío siguió trabajando en el gobierno de Castro, con cargos que lo mantenían fuera del país y de la mayor concentración de poder. Después de unos años de exilio en Brasil, volvió a Miami y se suicidó en su casa de Coral Gables.

Vida de barrio

Miami es una ciudad encapsulada, estar allí es como ver un capítulo atrasado de Los Supersónicos , donde todo ocurría en interiores y los personajes se trasladaban en modernísimas naves. Estos autos son más modernos, claro. Las veredas no existen, o más bien no existen como tales: están vacías, limpias, y si algún alma extranjera se digna a recorrerlas aun así, simulando una indiferencia por las costumbres ajenas, rápidamente se siente asaltado por un sentimiento de posguerra moderna. El único habitante de una ciudad vacía e intacta.
La Little Havana es uno de los pocos lugares de la ciudad donde eso no pasa. Las veredas existen, están llenas de gente que camina y conversa, de viejos que se sientan en una silla a ver la vida pasar, y de perros que hacen lo mismo. Hay olores y colores, y un saludable estilo despreocupado.
Los cubanos, habitantes principales del lugar en la década del sesenta, han dejado lugar a nicaragüenses y centroamericanos en general que se han ido instalando en el barrio. Algo que dicen los de aquí, y que lo confirma esta anécdota.
Una mujer foránea camina por la calle ocho (8th. St.), núcleo central de la Little Havana. Busca desesperada la Plaza Cuban Memorial por una cita a la que no puede llegar ni un minuto tarde. Ve sentados afuera de un negocio a dos hombres, uno de ellos negro. Le pregunta por la Plaza, pero ellos no la conocen. Imposible, le han dicho que es un hito en el barrio, el baluarte de los cubanos en Miami. Tampoco, no la ubican. Desahuciada se da vuelta y la ve ahí, en la esquina. Los hombres le han dicho que no la han visto nunca, y eso que ellos pasan las tardes allí, como si se tratara de una carreta que puede pasar. "No todos los habitantes de la Little Havana son cubanos", se va repitiendo la extranjera como si se tratara de la premisa de un silogismo recién aprendido. La Plaza en cuestión, Cuban Memorial, tiene extraño diseño: rectangular, alargado. Fue construida en 1970 en homenaje a todos los muertos en la invasión de Bahía Cochinos, un intento de derrocar a Castro que duró cuatro días antes de fracasar. Es un importante centro de manifestaciones políticas, la mayoría de ellas en contra del gobierno cubano o en favor de algún otro líder distinto de Castro.
Sobre la misma calle ocho está el Máximo Gómez Park, un club de dominó donde los jugadores sí son cubanos. Viejos algunos. Están dispuestos a hacer comentarios sobre Cuba, pero no a hablar del pasado. No quieren que nada los distraiga del juego. Entre los comentarios sueltos nadie piensa en volver. Todos fuman habanos fabricados en Miami.
Hay algunas fábricas de habanos también sobre esta calle. Lugares artesanales, meticulosos. Un hombre que prensa la hoja con sus manos y con una paciencia envidiable explica que los hacen con hojas hondureñas o dominicanas, porque no está permitido vender aquí los mismísimos cubanos. Y además, dice antes de bajar la cabeza, no sé si habría muchos cubanos interesados en fumarlos. De ese mismo sentimiento de profundo rechazo de muchos de los cubanos de Miami habla lo que sucedió en el Cuban Art Museum, ubicado en SW 12th Av. y 13th St. El museo abrió en 1980, y unos siete años más tarde fue dinamitado por un grupo de cubanos que no estuvo de acuerdo con que se expusieran obras de artistas residentes en la isla, que no se habían pronunciado contra Castro.

Café con leche

En una esquina -la de SW 8th St. y 14th Av.- hay un MacDonald´s totalmente incorporado al barrio: una construcción con dejos andaluces, mosaicos de colores y el mote de haber sido el primero de todos los Estados Unidos en incluir el café con leche en su menú.
Más adentro, hacia el Sur, está el barrio propiamente dicho. Calles angostas, con un asfalto sin terminación, como una obra de repostería casera. Las casas son bajas, del diseño español que alguna vez Cuba importó de España. Hay muchas arcadas, tejas, e incluso hornacinas con algún santo o alguna virgen cubana.
En una esquina está Saints Peter & Paul Church, donde casi todas las misas se dan en castellano, y un poco más allá otra más sorpresiva: una iglesia ortodoxa del mismo nombre con su cúpula correspondiente, obra de algunos inmigrantes rusos que pasaron por el barrio en la década del cincuenta.
Por una calle con árboles, avanza una mujer de caderas anchas que parece mantener el equilibrio gracias a las bolsas de plástico que trae en las dos manos. Se detiene en una casa que ocupa toda una esquina -la casa es desteñida, con mosaicos en el frente- y saca de una de sus bolsas una docena de velas rojas.
Dice que las compró en una de las tantas botánicas de la Little Havana -nombre que le dan a unas santerías atiborradas de incienso y colores- y que no dejará de encenderlas esa misma tarde, cuando se cumplan treinta años desde el día en que se fue de Cuba.
María Sonia Cristoff
Las huellas del sabor
Aquí se brindan los datos acerca de los restaurantes de Miami más representativos del sabor y de la cultura cubana, y se proponen otros para la lista.
  • La Esquina de Tejas: un lugar sumamente tradicional y representativo de La Havana en Miami. Fue inaugurado en la década del sesenta, y en 1983 adquirió gran protagonismo por la visita del presidente Ronald Reagan, que almorzó allí en su visita política a los cubanos del lugar. Uno de los platos -el especial del presidente- rememora ese momento. Entre las especialidades de la casa figuran la cazuela de mariscos, el pollo asado al jerez y la langosta enchilada. Atendido por sus propios dueños, que ya llevan más de una generación a cargo del restaurante. 101 S.W. 12th Ave. Tel: (305) 545-0337.
  • Restaurant El Pub: ubicado también sobre la calle 8, en pleno corazón de la Little Havana. Comidas rápidas y bien preparadas, que vienen precedidas por un plato de plátanos fritos deliciosos. Ambiente informal y atractivos mojitos. 1548 S.W. 8th St. Tel: (305) 642-9942.
  • La Carreta: un restaurante típicamente cubano donde se puede desayunar, almorzar y cenar. Los precios son sumamente accesibles. Está ubicado a pasos del mítico restaurante Versalles, en 3632 SW 8th St. TE: (305)444-7501.
  • Versalles: un restaurante ineludible. Delicias y curiosidades cubanas en un ambiente de gran calidez. También se puede tomar un café, de pie, en la cafetería abierta al exterior que está sobre uno de los frentes del restaurante; una excelente oportunidad para escuchar las interminables discusiones y conversaciones de los lugareños. Hay platos especiales que van variando según los días. 3555 S.W. 8th St. Tel. (305) 444-0240.

¡Compartilo!

SEGUIR LEYENDO

¿Cuáles son los mejores lugares para probar este clásico postre italiano?

¿Cuáles son los mejores lugares para probar este clásico postre italiano?


por Redacción OHLALÁ!

Tapa de OHLALÁ! julio de Nico Ochiatto

 RSS

NOSOTROS

DESCUBRÍ

Términos y Condiciones


¿Cómo anunciar?


Preguntas frecuentes

Copyright 2025 SA LA NACION


Todos los derechos reservados.

QR de AFIP