

AMSTERDAM (El País, de Madrid).- A mediados del siglo XVI, el enviado especial de Fernando I de Austria en Estambul sacó clandestinamente del país algunos bulbos de tulipanes, la joya más preciada de los sultanes.
El secreto del cultivo de la flor, un privilegio sólo reservado a los mandatarios otomanos, estaba celosamente guardado, y su exportación, estrictamente prohibida.
En 1593 Carlos Clusius cultivó los primeros tulipanes holandeses.
La admiración por la planta, que crecía salvaje en las estepas de Asia central, fue aumentando en toda Europa hasta llegar a la localidad holandesa de Leiden, en la costa oeste del país, donde el suelo arenoso y las condiciones climatológicas se revelaron particularmente propicios para estas plantas. El desarrollo de nuevas variedades, formas y colores, y sobre todo su rareza, desencadenó una especulación desenfrenada, llegando a rondar el precio de un bulbo corriente de tulipán los 1800 dólares.
Hoy, los precios han bajado mucho, pero tras cuatro siglos de experiencia, y la pericia de miles de cultivadores, las plantas bulbosas -de vida efímera que acaba con los meses de primavera- continúan siendo la principal fuente económica de la zona y uno de sus principales atractivos.
De ahí que hace poco más de 50 años se creara un jardín de flores, el Keukenhof, un total de 32 hectáreas inundadas del color de tulipanes, narcisos y jacintos, que nació como escaparate para los cultivadores y donde ahora mismo florecen unos siete millones de bulbos.
En exposición
Los numerosos expertos jardineros que aquí trabajan han logrado un espectacular parque, -más bien una exposición floral-, por el que se puede pasear recorriendo kilómetros de senderos entre flores, árboles, juegos de agua y fuentes que se abren de cuando en cuando en originales jardines temáticos.
Según los expertos, el mejor tamaño de bulbo es de unos once centímetros de circunsferencia, porque si son más grandes pueden tener malformaciones. Dependiendo de la variedad, pueden alcanzar los ochenta y cinco centímetros de altura, como los del tipo Cottage y Darwin, que florecen en mayo.
Cuando el frío es intenso, los tulipanes reciben cuidados especiales. Se cubren los campos con materiales aislantes a manera de techos y paredes y con un ecosistema que mantiene la temperatura precisa.
A Keukenhof se llega tras apenas media hora desde Amsterdam.
Datos útiles
Cómo llegar: el pasaje aéreo, de ida y vuelta a Amsterdam, cuesta 980 dólares, con tasas e impuestos.
Alojamiento: una habitación doble, en un hotel tres estrellas, cuesta alrededor de 70 dólares, en uno de cuatro, aproximadamente 100, y en uno de 5, más de 180.
Más información: embajada de los Países Bajos, Avenida de Mayo 701, piso 19º. Atención de lunes a viernes, de 8.30 a 12.30.
En Internet:
Pabellones de color
Un paseo por los jardines de Keukenhof provoca una explosión de sensaciones para los sentidos, de la que uno se puede recuperar en algunos de los restaurantes que hay diseminados por el parque. Pero, después del descanso todavía queda algo más por recorrer: los pabellones del Keukenhof.
Allí, se suceden distintas muestras, como exposiciones en las que se exhibe toda la tecnología asociada al cultivo.
Desde la conservación y el transporte de las bulbosas a lugares remotos hasta distintos mercados, donde elaboran arreglos florales que duran apenas unos días.
Sonia Robla
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