...las medias me dan calor y el vecinito de enfrente...
Cuando era chica y vivíamos en Martínez, al lado teníamos unos vecinos que eran como 5 hermanos. Varones. La gloria. A mí me gustaba Fito, el del medio. De hecho creo que me gustó desde los 5 hasta la secundaria. Fito nunca me dio ni la hora. Una vez me ayudó a levantar mi bicicleta cuando me caí bajando por la barranca de Alvear al río (tendríamos 9) y a los 11 me compró un helado de palito de un heladero que pasaba en bicicleta por el barrio sin ninguna razón aparente.
Yo me deshacía de amor por Fito. Le seguía los pasos con la mirada desde la ventana del living de casa; cuando entraba, cuando salía, dónde y con quién y le dedicaba páginas enteras de mi diario. Fito tuvo una novia rubia, alta y flaca. Fito tuvo un Renault 11 rojo a los 18 que se compró con sus ahorros y después desapareció en su vida de estudiante quedándose a dormir en el centro en lo de sus abuelos la mayoría de las noches. Un buen día Fito y sus hermanos se mudaron y nunca los volví a ver.
Camino a la oficina esta mañana, recién bajada del colectivo y con la peor cara de sueño, nos reconocimos a media cuadra. Está igual o por lo menos Fito es lo que eran mis recuerdos de Fito. Nos saludamos con abrazo y sonrisas de mucho diente y creo que me puse nerviosa hasta que me relajé y me di cuenta que era el mismo Fito que me había comprado el helado de palito y que me vino a mostrar cuando se le cayeron las dos paletas y me dijo que lo del ratón Perez era puro verso.
-Son tu mamá y tu papá. Y los reyes y Papá Noel también.
Lo odié.
Hablamos media cuadra más muriéndonos de risa y sin poder recuperarnos de la casualidad. Increíble nunca habernos vuelto a ver. Parece que Fito trabaja acá a la vuelta y la semana que viene salimos a almorzar.
Estoy que doy saltitos.