

BAMAKO, Malí (El País, de Madrid).- Esta capital maliense, donde sobrevive un millón de habitantes, está bañada por la luz del crepúsculo y envuelta en la niebla que crean la contaminación y los miles de fuegos de leña que encienden las familias en sus humildes hogares. Sobre la tierra roja de las aceras se ven muchachos corriendo, mujeres con niños sujetos a la espalda con una tela anudada y vendedores de plátanos. Las primeras imágenes impactan tan profundamente como el olor. "Es el olor del cuerpo acalorado y del pescado secándose, de la carne pudriéndose, de las flores frescas y algas fermentadas; de todo aquello que resulta agradable y desagradable, que atrae y echa para atrás", comenta el periodista polaco Ryzsard Kapucinski, en su libro sobre Africa, Ebano .
El mestizaje es más que una palabra en Malí. Bambara, tuareg, peuls y sarakolé conviven con otros tantos grupos étnicos en una democracia presidencialista. Malí ocupa el triste récord de ser uno de los países más pobres del mundo. La esperanza de vida es de 49 años y la tasa de analfabetismo entre las mujeres es del 76 por ciento. Pese a todo, en la calle lo que se percibe es la alegría de estar vivo.
Cantar la vida
Los habitantes de Malí presumen de su artesanía y su música. Los griots o los djeli cantan la vida de los pueblos y sus tradiciones. Muchos viven del dinero que recogen en sus actuaciones. La costumbre manda poner un billete de 100 cefas (moneda local equivalente a 0,10 dólar), como mínimo, cuando el cantante glosa las bondades de un miembro del público.
Kasemady (el niño que hace llorar con su canto) está entre los mejores y es posible escucharlo en Le Hogon, un club frecuentado por la clase alta local. Acompaña al grupo de Toumani Diabate, uno de los virtuosos de la kora, instrumento de cuerda en el que los malienses destacan en toda Africa. La música es vital para este país de casi 12 millones de habitantes, y no sólo porque sea uno de los escasos caminos hacia la gloria, sino porque es parte la vida.
Con los primeros rayos del sol, el escenario principal vuelve a ser la calle.
Bamako es un inmenso mercado. El trueque funciona a cualquier hora y lo obligado es el regateo. Los automovilistas compran el combustible justo para hacer un recorrido de ida y vuelta, en tenderetes de madera sobre los que se apoyan botellas con gasolina de colores que oscilan entre el rosa y el amarillo, según el tipo de carburante que se desee; los peluqueros ambulantes se mueven con un muestrario de cortes de pelo dibujado en colores llamativos sobre tablas; los escribientes esperan clientes analfabetos, y los costureros tejen bubús (vestido tradicional) en viejas máquinas de coser.
El Níger es para los habitantes de Malí una de sus principales fuentes de riqueza. Lo recorren en frágiles canoas de madera; de sus aguas sacan uno de sus alimentos básicos, un diminuto pescado que ahuman con un poco de paja, y es el baño de los que no tienen ni para lavar los recipientes donde cocinan.
Barro y brotes de palmera
Si el viaje por Malí supone sumergirse en el siglo pasado, acercarse hasta Djenné implica retroceder a la Edad Media. Para entrar en la ciudad, famosa por su mezquita de arquitectura sudanesa, construida con barro y brotes de palmera como cimientos, hay que cruzar el río Bani en embarcaciones cargadas hasta los topes que son arrastradas por motores renqueantes.
Los lunes es día de mercado. Con la mezquita de fondo, se vende jengibre, nueces de coca, pescado ahumado, fideos, planchas de sal, hierbas medicinales, telas de estampados rabiosos, cabezas de mono disecadas, teteras de plástico, pellejos de lagarto, bolsas con hielo picado para calmar la sed, mangos y fuentes de porcelana con corazones rojos dibujados; todo en medio de un enorme griterío y una mezcla de olores difíciles de aguantar para un occidental.
Es uno de los lugares del mundo donde las estrellas parecen más cercanas que nunca y la sensación de bóveda celeste está más perfilada. Escenas de El cielo protector , la película de Bertolucci, se rodaron en esa encrucijada de calles y edificios de estilo sudanés por las que pasean los ciegos con lazarillo.
Datos útiles
Cómo llegar
En avión US$ 1400
Hasta Bamako, de ida y vuelta, con tasas e impuestos, vía París.
Hasta Bamako, de ida y vuelta, con tasas e impuestos, vía París.
Alojamiento
Económico US$ 10
Moderado US$ 30
De lujo US$ 70 Precios por habitación doble.
Moderado US$ 30
De lujo US$ 70 Precios por habitación doble.
Vacunas
Es necesario darse la vacuna contra la fiebre amarilla. Avda. Huergo 690 (4343-1190). Se brinda de forma gratuita.
También es necesario hacer un tratamiento preventivo contra la malaria.
Visa
Cuesta alrededor de 15 dólares y se puede tramitar en el consulado de Malí, en París, Fax, 0033148078535.
En Internet
Amelia Castilla
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