
Diarios como The New York Times han dedicado varios párrafos a Guanacaste, la provincia que más desarrollo turístico ha mostrado en los últimos años, con grandes hoteles y resorts levantándose donde antes se ofrecían cuartos o cabinas para mochileros.
Uno de los últimos megaemprendimientos es el recientemente inaugurado JW Marriott Guanacaste Resort & Spa, un complejo de 310 habitaciones, canchas de golf y tenis, un centro ecuestre, guardería para niños y playas, todo dentro de una hacienda de 1800 hectáreas (la ganadería es una actividad tradicional de Guanacaste y, atentas a las buenas oportunidades, las haciendas han comenzado a abrir sus puertas al turismo).
Con diseños del grupo de arquitectos Zurcher, el concepto de lujo rústico es el denominador común del flamante Marriott, donde no falta un spa con 22 salas de tratamiento (incluidos los rituales indígenas para limpiar el aura) o una selección de restaurantes que juegan con la cocina molecular, la fusión asiática o los platos clásicos costarricenses. En tiempos de crisis, la millonaria inversión suena a apuesta arriesgada. Ed Fuller, director del Marriott International, se encarga de despejar los pronósticos más sombríos: "La nuestra es una visión a largo plazo. Incluso en tiempos inciertos, creemos que este hotel será un éxito".
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