

Desde el puerto fluvial de Tigre, el viaje en motonave hasta la isla Martín García demora tres horas aproximadamente, tiempo suficiente para abandonarse al lento transcurrir de la navegación, y entre formios y madreselvas dejarse cautivar por el paisaje isleño. Primero por el río Luján y el canal Vinculación; luego, por el Paraná de las Palmas hasta ingresar al nivel superior del Río de la Plata.
A 35,5 kilómetros del puerto de partida, Martín García se convirtió desde principios del siglo XVI en un punto estratégico de la Conquista, especialmente codiciado por las tropas españolas, francesas, inglesas y portuguesas.
En 1958 fue declarada lugar histórico, sobre todo si se considera que la isla funcionó alternativamente como presidio, base militar y complejo lazareto. Fue lugar de reclusión política, asilo provisional para marinos de la Primera y Segunda Guerra Mundial, y fuente de inspiración del poeta Rubén Darío. Todo esto reunido en una sola isla, que aún hoy despierta curiosidad y fascina a los visitantes con relatos de fugas lejanas, cuarentenas, exilios y naufragios.
Camino al pasado
Basta desembarcar en tierra firme para adentrarse en los primeros senderos con selvas en galería que conducen a las antiguas construcciones y caseríos de la Marina, las moradas donde fueron confinados los presidentes constitucionales Arturo Frondizi, Hipólito Yrigoyen, Marcelo T. de Alvear y Juan Domingo Perón -antes de asumir su primer mandato-, y otras tantas edificaciones que ahora ofrecen servicios y albergan a sus 165 habitantes.
Debido a la diversidad de sus riquezas autóctonas, el Tratado del Río de la Plata (1973) inició un profundo cambio en sus funciones, promoviendo una paulatina desmilitarización, y su posterior explotación como Reserva Provincial de Flora y Fauna Abierta, bajo la jurisdicción de la República Argentina.
Desde entonces, las selvas en galería, las canteras de granito, los arenales y las lagunas fueron cuidadosamente preservados, al igual que la diversidad de especies que habitan en ella, como los coipos, los chiflones, el lagarto overo o los patos picazos, que habitualmente se deslizan entre los pajonales. Testigo inalterable de los infinitos avatares de la historia argentina, entre los muchos relatos y leyendas divulgados en su nombre, uno de ellos despierta especial interés a los visitantes: aquel que alude al penal y los presos que cumplieron allí su condena. "Si bien la primera prisión Naval Militar fue instalada aquí en 1765, debieron pasar más de treinta años hasta que el gobierno de Buenos Aires ordenara la construcción de la cárcel para presos comunes, en su mayoría condenados por delitos leves, que funcionó hasta 1957", dice Elsa Nilda Zacarías, guía de la isla.
Posteriormente, Martín García se desempeñó como cárcel abierta para aquellos presos civiles que debían cumplir la tercera parte de su condena y eran premiados por su buena conducta en otras dependencias. Esta modalidad era más flexible; los presos vivían con sus familias en una casa asignada por el gobierno y convivían con los habitantes del lugar.
Más allá de los presos comunes y políticos, su pasado estuvo estrechamente vinculado con las grandes inmigraciones (1870 a 1920), cuando se desempeñó como complejo lazareto, un reducto donde los recién llegados hacían cuarentena para evitar la propagación de las epidemias de fiebre amarilla y cólera en Buenos Aires.
Esta medida dio lugar a la instalación de hospitales, campamentos, farmacias y hoteles.
De aquella época sobran huellas en la isla, como la Intendencia, la casa del director, un crematorio y hasta la casa del médico interno, donde el poeta nicaragüense Rubén Darío se alojó temporalmente para reponerse de una profunda depresión.
Tradición marinera
Cuando Juan Díaz de Solís la descubrió en febrero de 1516, contaba en su tripulación con un despensero llamado Martín García, que, según las crónicas de la época, falleció cuando la nave merodeaba estas aguas del Río de la Plata. "Para la tradición marina, cuando un tripulante muere a bordo debe ser envuelto en una bandera y arrojado a las aguas", explica la guía.
Así lo hizo Juan Díaz de Solís, y al llegar a la primera isla la bautizó en su honor como Martín García.
Datos útiles
Cómo llegar
La excursión de día completo por la empresa Cacciola SA cuesta 61 pesos (incluye servicio de guía, recepción, asado con tenedor libre, bebidas y postre). Descuentos para menores de 10 años. Sale de Lavalle 520, a tres cuadras de la estación de ferrocarril de Tigre, todos los martes, jueves, sábados y domingos, a las 9, y regresa a las 20. Informes: 4393-6100 (Buenos Aires), 4749-0329/ 0931/2369 (Tigre). Para los que viajan en sus embarcaciones (lanchas con motor fuera de borda, cruceros o veleros), se recomienda consultar las condiciones meteorológicas del Río de la Plata por el canal 16 o 72 de VHF.
La isla Martín García también tiene un aeródromo, pero funciona principalmente para vuelos privados.
Dónde alojarse
En la hostería Martín García la habitación doble cuesta 129 pesos, con pensión completa. Camping: es un predio de 3 hectáreas arboladas, con servicio de luz eléctrica, agua caliente y parrillas. Cuesta 6 pesos, por día, por persona.
Gastronomía
El restaurante Fragata Hércules funciona en la construcción de una antigua escuela. Un menú con aperitivo, asado, ensaladas, postre y bebidas (tenedor libre) cuesta 17 pesos, por persona.
La panadería Rocío cuenta con un exclusivo pan dulce artesanal.
Alejandro Rapetti
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